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Lamento veracruzano

La tragedia de Coatzacoalcos se suma a la de Minatitlán, y de seguir así las cosas pronto llegará otra.

Por alguna extraña razón, la mala fortuna se ha cebado con los veracruzanos a través de sus gobiernos: caciquiles, corruptos, bandidos cínicos y voraces o simplemente inútiles. El resultado ha sido la fatalidad del crimen organizado que azota al estado desde hace tiempo. A eso hay que agregar la abierta ineptitud del gobernador Cuitláhuac García que ante la tragedia se esconde y avienta la culpa a las administraciones pasadas.

La tragedia de Coatzacoalcos se suma a la de Minatitlán, y de seguir así las cosas pronto llegará otra. El bar El Caballo Blanco forma ya parte de la historia de gobierno de Cuitláhuac García, será un ícono, una mancha negra en su memoria. No porque el gobernador tenga que ver directamente con los hechos criminales, sino por su actitud indolente e irresponsable. Las víctimas no cuentan para los gobiernos de Morena, sea el federal o los estatales, para esos gobernantes lo importante es culpar al pasado, no asumir nunca ni siquiera una estrategia pública de combate a la delincuencia, se les va en dejar pasar, dejar hacer.

El gobernador de Veracruz no pensó en las víctimas ni en sus familiares, ni en la magnitud de la tragedia sino en echarle la culpa a alguien que representa al gobierno anterior. Algo que le salió mal, pues la Fiscalía que había soltado al delincuente que señaló como culpable el gobernador no fue la del estado sino la de la federación. Para colmo, la propia FGR anunció que no tenía ningún indicio de que la persona señalada por el gobernador hubiera perpetrado la matanza.

Hay que señalar que este es un asunto que compete a los gobiernos de Morena, pues los tres niveles de gobierno pertenecen a ese partido ya que el presidente municipal de Coatzacoalcos es también de ese partido. Queda claro que no hay ninguna coordinación entre los tres ni siquiera para unas condolencias. El desorden impera en ese estado y parece que lo único organizado es el crimen.

Por otro lado, llama la atención la escasa calidad humana que transmite el Presidente cuando habla de las víctimas o manda un mensaje a sus familiares. Le conmovió más la mamá del Chapo. El presidente López Obrador tendrá que tomar la responsabilidad de lo que sucede en el país, aunque no le guste. Por supuesto que hay una parte de gobernar que es difícil y compleja: tomar decisiones, hacer políticas públicas, negociar, pero esa tiene también satisfacciones. Y hay otra parte que es una desgracia permanente, como lo es el asunto de la seguridad. Los muertos los decide el crimen, las bandas, no el gobierno, pero éste se tiene que responsabilizar y desplegar una y otra vez sus esfuerzos para combatir a los delincuentes. Hacer llamados a "portarse bien" es no sólo una ingenuidad, para los familiares de las víctimas es una burla, una bofetada.

Hace unos meses, el Presidente circuló en redes una foto comiendo mondongo con el gobernador Cuitláhuac García. Una manera de apoyarlo, de mostrar la confianza presidencial en él. Pero parece que de esas fotos ya no tiene que haber, ya no es momento de comer mondongo sino de tratar de tomar las riendas de un estado que se deshace ante la pasividad gubernamental. Porque por lo pronto el gobierno federal y el estatal son parte de la tragedia en Veracruz.

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