Internacionalista de la Universidad Iberoamericana

Veracruz, más que un gobernador

El próximo inquilino del Palacio de Gobierno en Xalapa debe repensar una cuestión clave: el papel de Veracruz en la Federación y en la agenda del Estado mexicano.

No se obtiene lo óptimo, sino lo posible, para algún día llegar a alcanzar lo óptimo.

Jesús Reyes Heroles

Un mar de tinta se puede derramar sobre Veracruz y su contribución a la formación de la nación y el Estado mexicanos. Sede de la cultura madre ha sido una tierra prodigiosa en el recorrido milenario de un país que le anteceden 3000 años, ni más ni menos. La urgencia por redefinir la democracia nacional y el dilema entre profundizar o arrastrarla al movimiento del neo caudillo, transita por todas las entidades federativas, pero Veracruz tiene una responsabilidad histórica y mayúscula. No sólo por la fuerza numérica como el cuarto padrón electoral de México, 19 distritos federales para la Cámara de Diputados o el cúmulo de sus 212 ayuntamientos (quizá ningún otro Estado tenga tantas ciudades medianas y grandes en su geografía), sino por la impronta de honrar a su historia, no de la mano de lo que fue, sino de lo que urge y se debe hacer en el siglo XXI.

Nadie puede ocultar el simbolismo, a veces tirano, a veces de una egolatría, de que Veracruz ha sido la entidad con más presidentes que ha dado a México. Aun con la inestabilidad y el arrebato de Santa Anna al liberal, Lerdo de Tejada hasta dos sexenios continuos en el México posrevolucionario, el de Miguel Alemán como primer mandatario civil (creador de una élite económica) y el de Adolfo Ruiz Cortines, quizá el más austero de los presidentes de la república más por convicción personal que por la necesidad de limpiar los casos de corrupción de su predecesor. Junto a esos exmandatarios, los más representativos, existió un cúmulo de personajes de la política que con los claroscuros del camino espinoso del poder ofrecen una amplia lista de veracruzanos que contribuyeron desde diversas trincheras al proceso democrático, Jesús Reyes Heroles y Heberto Castillo, un ejemplo.

El 2 de junio del 2024 emparejada a la elección presidencial, nueve entidades votarán por un nuevo jefe del Ejecutivo estatal. Aun cuando el presidente saliente no estará en la boleta es un actor político electoral incluyente en todo el proceso. Para muchos ya no habrá el efecto AMLO, para otros, sí y será capaz de llevar a un escaño, curul o gubernatura a los candidatos oficiales. La realidad no miente cuando el electorado, incluso simpatizantes de MORENA, castiguen el ejercicio de gobierno, en este caso, del mandatario veracruzano saliente. Ningún programa social podrá frenar un voto de castigo y ningún discurso lejos del territorio de nacimiento de la candidata oficial podrá negar el desconocimiento que mantiene de Veracruz, un estado que tiene varias representaciones, realidades, geografías, imágenes y sentidos.

El próximo inquilino del Palacio de Gobierno en Xalapa debe repensar una cuestión clave: el papel de Veracruz en la Federación y en la agenda del Estado mexicano. México no puede seguir en la inercia de los últimos 40 años con una anemia fiscal de menos del 20% del PIB por recaudación. La crisis fiscal de México junto a la de seguridad son las columnas temblorosas que ponen en juego, presente y futuro. Hablar a los veracruzanos de cuentas claras es abrir el abanico para replantear estímulos e impuestos estatales y profundizar el impuesto predial como primera ventanilla del ayuntamiento. Seguir estirando la mano a la Federación, gobierne quien gobierne, es seguir permitiendo que la gota de ácido siga quemando la soga que detiene al Estado para no caer en el abismo. Encabezar un esfuerzo de recaudación estatal debiera ser ejemplo para otros estados, pero más capacidad para cumplir con una potestad que estimule el desarrollo y demuestre sin reservas la lucha contra la desigualdad.

La melancolía por el agro veracruzano es otro de los derruidos oropeles que ya no resisten odas vacías. El modelo brasileño exige tomar nota de dos ministerios para el campo, el empresarial y productivo frente al de compromiso social que visualice la necesidad de la genuina organización de los productores, no como el ejército del voto verde que alertó Arturo Warman, sino como auténticos trabajadores libres.

La certeza legal de la tierra, ese largo recorrido agrario bañado en sangre como lo muestra la lucha agrarista con sus líderes en el mausoleo de veracruzanos ilustres en la cima del Macuiltépetl en la capital veracruzana, es un recordatorio que sigue esperando respuesta para cumplir con la más que bicentenaria deuda de desarrollo. En otros campos de éxito no se puede dejar en solitario los notables esfuerzos agroindustriales que son capaces de armar encadenamientos productivos y de llevar productos de la región a mercados de ultramar. La reformulación de la productividad en cultivos como el café, no basta con una denominación de origen o con sentarse con empresas trasnacionales del aromático, exige un esfuerzo sin precedente de reconstrucción en el que participen todos los eslabones productivos. ¿De qué sirve que Veracruz sea el segundo lugar de producción de café en México si las fincas de Guatemala, Honduras o Etiopía hoy son más productivas? México fue el cuarto productor global de café, ese oro verde que por muchos años fue la segunda divisa después del petróleo, pero hoy y en la borrasca de 30 años está en el lugar 12 en el orbe con la triste realidad de ser país importador y con densos cargamentos de café de contrabando procedentes de América Central y Perú. La caña, la piña, los cítricos, la pesca pasan por cuadros que exigen romper lo tradicional y ver una nueva fórmula que vaya más allá del ciclo productivo, hoy amenazado por el cambio climático y los desastres naturales.

El próximo gobernador veracruzano no puede irse en el carril de lo cotidiano, en la tarea de administrar, sino en el deber de gobernar, crear las condiciones de liderazgo para conjuntar aspiraciones, pero también articular los esfuerzos e iniciativas entre los sectores productivo, social, político y académico. Veracruz reclama dos vías, serenidad y prisa ante agendas como la de la digitalización, la política post industrial, la inclusión de un sistema educativo del siglo XXI y un ordenamiento urbano y medioambiental antes de seguir en el ecocidio como dan cuenta los especialistas. Por eso la inclusión es una divisa ética y realista: ¿Cómo disminuir una población que se encuentra en más del 60% en la informalidad económica? Veracruz no merece ser la “des república changarrera” de la sobrevivencia o la entidad que ve a sus mejores hijos irse a otras latitudes para una mejor vida.

Otra de las responsabilidades mayúsculas del próximo gobernador será rearmar una administración pública profesional que resuelva los problemas cotidianos, que de guía certera de que está con la ciudadanía y no es una burocracia pastosa, ineficiente y red de amistades o de complicidades con el poder. El lamentable “no importa el cargo sino el encargo” que ha realizado López Obrador como destructor de instituciones y trabas a la administración pública federal, debe tener un contrapeso en Veracruz auxiliado por la renovación de sus escuelas y colegios de cuadros profesionales que buscan un camino de vida sirviendo con dedicación y sobriedad a los veracruzanos. En el recobrar de la vida cultural Veracruz no puede olvidar su antesala en las letras, la música, la academia y las artes. Reavivar ese candor lo esperan con creces infinidad de artistas, creadores y promotores de la cultura. ¿Dónde están los nuevos Maples Arce, Pitol, Carballido, Toña la Negra, Agustín Lara, Capilla y muchos más? Están por tener camino y descubrimiento en una nueva política cultural abierta y generosa, no de clan con moronas presupuestales.

La geopolítica veracruzana es aleccionadora y llena de retos, comparte litoral con los estados estadounidenses con costas al Golfo de México, pero también tiene un acercamiento con Cuba y el Caribe, además de ser parte de Mesoamérica y su corredor a América Central. Demonios y ángeles a la vez, desafíos como el migratorio o la capacidad de fortalecer Tehuantepec frente a una probable crisis en Panamá, son oportunidades para sumar y no quedarse ensimismados en lo cotidiano. El istmo es una plataforma para engrandecer a México de la mano de una inteligente diversificación con los mercados asiáticos y de Europa comunitaria y no sólo de la costa Este de la Unión Americana, como lo planteó López Obrador. En el 2025 viene la primera revisión del T-MEC ¿sabe Veracruz la incidencia de dicho Tratado en su vida económica, comercial y social? ¿Sabe qué puntos puede redefinir en el interés de su colectividad más allá de observar las mercancías que sus puertos exportan o importan para el país y la región?

En ese cúmulo de tareas de descomunal compromiso Veracruz tiene una corresponsabilidad en la matriz y transición energética. Dilucidar las oportunidades es clave como marcar los plazos ante una cada vez desacelerada ruta con combustibles fósiles. El tema tiene marco en el 2030 y no se puede quedar Veracruz cerrado o viendo como pasan las oportunidades.

Veracruz no puede quedarse atrás de un debate crucial para México y es ¿hacia dónde va la militarización de más de dos centenares de tareas civiles? Ser sede de la Heroica Escuela Naval Militar y sabedor de la fortaleza de la SEMAR en su vida cotidiana, le dan autorización para un debate democrático de la mano de la lucha frontal contra el crimen organizado y el narcotráfico. El próximo gobernador no puede ser testigo del cúmulo de fosas clandestinas y desaparecidos porque una sociedad que busca la libertad y tranquilidad no puede acostumbrarse al horror. ¿Qué plataforma en materia de seguridad y de contribución a la seguridad nacional tiene el futuro gobernador? No es menor que José Yunes Zorilla que se perfila a ser el candidato del Frente por México, haya sido de los pocos legisladores federales que votó contra la militarización. Seguir en el oprobio de desaparecer a los desaparecidos o ser testigos de la montaña de impunidad que muchos festejan en posiciones políticas o renovados cacicazgos locales, es una debilidad que calienta la preocupación latente del ideólogo tuxpeño que no era otra que la de evitar al México bronco.

En suma, el próximo gobernador no puede pensar que viene otro sexenio y ya. Por los enormes desafíos y por el peso de Veracruz en la vida nacional, debe ser el sexenio de la reconstrucción. Es lógico que seis años no bastan, pero se trata de iniciar un nuevo camino que implora liderazgo político y como alguien mencionó, mucha humildad y pragmatismo. En estas últimas palabras convendría insistir en la inclusión y en la reconciliación de una ciudadanía que será toral para definir más que a un gobernador. El fantasma del abstencionismo es el enemigo para vencer para la sociedad y los actores políticos. El voto sigue teniendo un instrumento civilizado e igualitario por más que las opciones políticas para muchos no sean una representación del amplio mosaico social. La rebelión mal entendida de no ir a votar sólo ensalza a la carretada del fanatismo con disfraz amorfo de un clientelismo político dañino para la creación de ciudadanía. ¿Se rebasará el 65% de participación que se tuvo la última elección? Como a nadie, a Veracruz, lo contemplan 3000 años.  ¿Habrá futuro?

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