Internacionalista de la Universidad Iberoamericana

Jesús Reyes Heroles -aparecer y ser-

Jesús Reyes Heroles tuvo la virtud de que la caricatura que de él se hacía, formalizaba la solicitud al propio caricaturista para tener el original.

El género de la caricatura política distingue una cualidad que se descubre con una mirada en la gráfica que puede ser capaz de decir todo bajo el trazo inteligente del caricaturista. Más que la osadía de la metáfora hecha dibujo, la caricatura es capaz de hacer mortales a los hombres de poder, los convierte en seres terrenales bajo el precipicio de una determinada realidad en su andar político y público.

El género es desgarrador, a nadie se le puede ir y en su trazo que juguetea sobre el cartón, lo mismo cabe el estadista, el político ramplón, el pillo, el acomodaticio, el cacique, el exiliado -prófugo o escapista-, el burócrata sin fin o el bravucón. Sabe retratar la variopinta de los actores políticos y como las coplas de un son veracruzano, que son como flecha directa al pecho, la caricatura es capaz de probar al personaje que es caricaturizado.

En esa realidad única, Jesús Reyes Heroles, tuvo la virtud de que la caricatura que de él se hacía, formalizaba la solicitud al propio caricaturista para tener el original. No era un ejercicio de censura porque ya estaban publicadas, sino de hacer una colección que con el paso del tiempo se convertiría en testimonio de los diversos pasajes que el tuxpeño desempeñó en la vida pública de México. Esa costumbre retrata al político que leía los diarios, se reunía con los columnistas, ensayistas, intelectuales, refugiados y los propios caricaturistas, vocación hoy que es vista como pieza de museo en una sociedad cegada por el video inmediato, la cortedad del mensaje o el desprecio por el debate de las ideas, si existen....

Jesús Reyes Heroles constituyó una atípica mezcla entre hombre de letras e ideas y el animal político que describió Aristóteles. “Pecador” por su bagaje académico, guardián del liberalismo mexicano y de la ideología revolucionaria, fue un celador de la institucionalidad del Estado mexicano hasta el punto de ser combatido por propios compañeros de partido. Si de la academia era ingrato para algunos tomar el camino político, otros sin darse cuenta de que la política es idea y acción, le reprimieron el hecho de que un académico estuviera en los corredores del poder real.

Reyes Heroles entendió que el rigor de la academia y la búsqueda para tejer el futuro en el estudio de la historia, no era un ejercicio para sólo publicar ensayos y libros. Ante todo, era la primera mirada y esbozo para entender al Estado mexicano y sus latentes amenazas, lo mismo que del exterior que de sus adentros más recónditos. Sin esa pasión por el estudio de la historia no hubiera podido emprender su agudo sentido por la vida política, aquella que nunca deja de acalambrar el alma; pero también que regocija el espíritu cuando la misión social es el apostolado laico, como definió el socialdemócrata ecuatoriano, Rodrigo Borja.

Poco conocida fue la faceta de Reyes Heroles en Buenos Aires donde cursó estudios de posgrado, ocasión para ver a distancia a una patria que caminaba, por fin, en la construcción de una institucionalidad que le permitiera hacer política sin el eco de la ráfaga, pero también sabía que el sistema político en ciernes, derivado de un partido hegemónico, no podía ser eterno. El eco peronista en la patria que, unas cuantas décadas atrás había sido una potencia, marcaría su visión de que es imposible recrear una simulación de cambiar todo para que al final no pase nada.

A la crisis que a toda Revolución le llega como destino seguro, Daniel Cosío Villegas advertía en su ensayo La crisis en México, escrito en 1947, que “México está inmerso en una gran crisis ideológica porque los fundamentos revolucionarios que han movido el ideario político, social y económico del país carecen de sentido. Con el tiempo, el poder y la vitalidad de la revolución se han ido desgastando en parte por su utilización indiscriminada, pero sobre todo porque los líderes políticos no han estado a la altura de la situación”.

El veracruzano supo que no realizaba una tarea redentora; pero al fin y al cabo consciente de que como hombre de su tiempo, sí quería participar en el devenir histórico de su nación, tenía la necesidad de ser un hombre del engranaje político. Sabía que retomar el eco de la primera revolución social y despejar al “México bronco”, que “duerme y no hay que despertarlo”, pasaría por la apertura democrática del sistema político.

Gradual, insuficiente, condescendiente con la izquierda y otros adjetivos, mereció la reforma política que él instrumentó en 1977. A distancia, nadie niega que ha sido la reforma desencadenadora de otras reformas electorales que lograron que la pluralidad arribara con civilidad al poder, tanto al Ejecutivo como al Legislativo.

En momentos de redefinición de la democracia mexicana que bordea una autocracia, es urgente rebasar al pragmatismo coyuntural de ganar elecciones con la divisa que es el peor de los espejismos; ganar para desaparecer cualquier vestigio de opciones políticas opositoras. En ese sentido, no le faltó razón a Reyes Heroles, cuando mencionó que no pueden vencer, aquellos que son incapaces de convencer, además de que lo importante en política es convencer, persuadir, no improvisar. Y hoy, convencer, persuadir y no improvisar no pueden estar en el regreso al nuevo caudillo en demérito de la institucionalidad, la pluralidad y la razón histórica de que un país tan diverso y plural como México es fruto de un todos, no de una fuerza política por más que tenga mayorías en el Ejecutivo o una sobrerrepresentación en el Congreso de la Unión.

El último ideólogo del viejo partido que nació en el poder para el poder, escribió en relación a que en la política, la falta de ideas produce ofuscación; la luz del enfrentamiento de ideas, de su lucha, no deslumbra, ilumina. En síntesis, rescatar los contenidos de la política como instrumento para contribuir a la concordia social, resolver problemas y divisar los desafíos que atraviesan con una fuerza inusual. Mientras existan funcionarios y liderazgos que desde la oposición luchen con esa óptica habrá oportunidad para robustecer al Estado democrático en el que sólo puedan incursionar genuinos demócratas. Ya quedará en ellos su sentir ante la aduana de aparecer en la caricatura política.

En esa línea, la colección de caricaturas son más que la oportunidad de que las generaciones conozcan a un personaje de la historia política contemporánea mexicana, la capacidad para reeditar la vitalidad de entender con responsabilidad al poder. En el trazo de cada caricatura del hombre al que sólo le faltó ser presidente de México por el candado constitucional de esa época, está el mensaje a las nuevas generaciones para no olvidar que la política es terrenal, insistencia en las ideas y virtud de la paciencia, nunca exigencia para autoproclamarse un lugar en la historia reeditando clientelismos electoreros como espejismo. Reyes Heroles supo distinguir entre aparecer en una caricatura a ser una caricatura.

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