Para la mayoría de nosotros, la palabra subasta implica una persona gritando a viva voz su postura (el precio que desea pagar por el objeto) para adquirir una obra de arte, con la esperanza de escuchar un martillo de madera que golpea un atril a la vez de la palabra ¡vendido! Por ello, el que el Premio Nobel de Economía 2020 se otorgue a las contribuciones de las subastas puede resultar una sorpresa. En concreto, la Academia Sueca esgrime: "por innovación sobre la teoría de subastas y el diseño novedoso de nuevos formatos de subastas".
En efecto, el preciado premio de este año lo comparten Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson, ambos profesores de la Universidad de Stanford. La noción de subasta está tan inmiscuida en nuestro lenguaje diario que no alcanzamos a apreciar su significado. El recibo de la luz (electricidad) que pagamos está fijado por medio de una subasta. La oferta de dinero en prácticamente cualquier país, México incluido, es resultado de una subasta que lleva a cabo el Banco de México. La disponibilidad de medicinas en una comunidad depende en buena medida de una licitación (que bien puede interpretarse como sinónimo de subasta en este caso). Aún ahora, nuevos formatos de subastas se desarrollan frecuente y constantemente. Por tanto, el trabajo teórico de subastas de los profesores Milgrom y Wilson cobra una relevancia fundamental a pesar de que fueron introducidas en nuestra era moderna hace ya más de 400 años (la primera mención a una apareció en el diccionario Oxford hacia finales del siglo XVI).
No se pretende aquí enumerar en detalle todas las contribuciones de estos dos grandes pensadores de nuestra época. Más bien, quiero traer a la mesa otras contribuciones igualmente importantes, hechas por otros académicos en este campo y que son indispensables para que el trabajo de los galardonados cobre aún más relevancia. Para poner esto último en contexto, permítaseme presentarles a Armando Ortega-Reichert, un científico mexicano, que escribió su tesis doctoral en el departamento de Investigación de Operaciones (es decir, no en el departamento de Economía) en la propia Universidad de Stanford, allá por 1968, y bajo la supervisión de uno de los galardonados referidos arriba, el profesor Robert Wilson.
Esa investigación de Armando ha sido en parte la base del desarrollo de la teoría de subastas y de "juegos de señalización". Permítame mejor utilizar la descripción sobre el trabajo de Armando que hizo uno de los pioneros en la teoría de las subastas y ahora profesor de la Universidad de Oxford, Paul Klemperer: "A pesar de que el trabajo de Armando Ortega-Reichert realizado en 1968 a manera de tesis doctoral, e intitulado como Models for Competitive Bidding under Uncertainty fue pionero y tal vez rompió el estado del arte en la teoría de subastas que existía en ese momento, nunca fue publicado".
Uno de los capítulos de esa tesis fue un análisis seminal en la teoría de "juegos de señalización¨. Al respecto, nuevamente Klemperer sostiene que ese trabajo precede de manera significativa al realizado en ese campo por (Michael) Spence en 1972 y que le valió, también, el Premio Nobel de Economía en 2001.
Más aún, Paul Milgrom (el otro de los galardonados) y John Roberts reconocieron hace tiempo el trabajo de Armando de la siguiente manera: "Estamos en deuda en particular con Armando Ortega-Reichert, cuya investigación sobre las 'posturas competitivas reiteradas' ha influenciado nuestro pensamiento e investigación en la Teoría de Subastas".
Dicho esto, he de confesar que hace tres años supe de la existencia del trabajo de Armando, a sugerencia de un antiguo maestro mío en la India, el profesor Arunava Sen, experto también en teoría de subastas. Lo he leído y verificado la grandeza del trabajo. A partir de ahí, indagué que el Dr. Ortega-Reichert, se regresó a México a trabajar en la UNAM, institución que dejó después de un tiempo para dedicarse a trabajar en el sector público, de donde es jubilado.
El pasado lunes 12 de octubre que supe de los ganadores del Premio Nobel, reflexioné que sería buena idea hablar de las contribuciones de los galardonados con Armando. Lo busqué en Google y venía un número de teléfono fijo. Marqué y una mujer, su esposa, contestó afirmando que en efecto ahí era el domicilio de Armando. Confieso que me moría de la emoción. Cuando tomó el auricular me presenté y le pregunté que qué opinaba del Premio Nobel que se había anunciado esa mañana, y que seguramente estaba muy contento dada la relevancia de su trabajo para el desarrollo de la teoría de los galardonados. Me contestó, contento, que no sabía que Bob Wilson se había ganado el Premio Nobel, pero de inmediato le cambió la voz y expresó " Ah entonces el profesor Wilson se ganó el premio Nobel! Él es una persona muy generosa".
Le comenté que había leído su trabajo doctoral y aproveché para preguntarle porqué no había publicado nunca su investigación pionera. La respuesta fue inmediata: "no la publiqué porque no tenía dinero para ello ". Me despedí, quedé en volver a charlar con él próximamente.
Cuando colgué tuve la sensación de que Ortega-Reichert, si hubiera sido apoyado (a propósito de la reducción del gasto público en ciencia) y el país en ese entonces le hubiera brindado el ambiente de investigación necesario para continuar sus estudios en subastas, muy probablemente hubiera compartido esta semana el Premio Nobel con los otros dos premiados.
Para terminar otra historia muy similar y desconocida, excepto para un pequeño grupo de físicos, es la del finado Dr. Amal Raychaudhuri, profesor de física de la universidad de Calcuta. Coincidentemente, esta anécdota también está relacionada con el Premio Nobel de Física de este preciso año, otorgado a tres físicos. Uno de ellos, el profesor Roger Penrose de la Universidad de Oxford que se le reconoce porque "el descubrimiento de que la formación de los hoyos negros es una predicción robusta de la teoría general de la relatividad". Pues bien, Raychaudhuri es el autor de la ecuación Raychudhuri, publicada cuatro años antes de que terminara su tesis doctoral en Calcuta y que fue el cimiento del Teorema de la Singularidad Penrose-Hawking (nombrada así por Roger Penrose y Stephen Hawking), motivo del Premio Nobel.
Debo enfatizar que de ninguna manera estas dos historias tienen que tomarse como desgracias o algo parecido. Ambos, Ortega-Reichert y Raychaudhuri son ampliamente conocidos y respetados por sus respectivas comunidades académicas. Ortega-Reichert se ha dedicado felizmente a la enseñanza y a la investigación aplicada en el sector público mexicano. Raychaudhuri, por su parte, continuó a su manera con su investigación hasta que murió. Sin embargo, estos investigadores muy probablemente hubieran producido trabajos seminales adicionales si no hubieran enfrentado una muy limitada (si no es que nula) disponibilidad de recursos para la ciencia. Los gobiernos de países como México y la India (y los rectores universitarios también) deben darse cuenta que el trabajo académico toma tiempo antes de producir resultados e impacto social. La ciencia no se crea con "un tronido de dedos".