Economía, Derecho, Estrategia

T-MEC: Resolvamos las disputas

El Tratado puede construir un ambiente de certeza jurídica y confianza, pero únicamente si los tres países demuestran que pueden cumplir con sus compromisos comerciales.

La Cumbre de Líderes de América del Norte (CLAN) que tuvo lugar en nuestro país sirvió para refrendar el compromiso con la integración económica de la región.  Los líderes se comprometieron a “profundizar nuestra capacidad regional para atraer inversiones de alta calidad, impulsar la innovación y fortalecer la resiliencia de nuestras economías, reconociendo los beneficios que trae el T-MEC”. Se trata de una declaración muy importante, sobre todo por el entorno internacional tan complicado en el que nos encontramos.  El conflicto comercial entre Estados Unidos y China no parece tener solución, como tampoco lo tendrá en el corto plazo la guerra en Ucrania.  Diversas regiones del mundo enfrentan condiciones de inseguridad alimentaria y energética, exacerbadas por altas tasas de inflación y la amenaza de una posible recesión en EU en el 2023.

Podemos decir que esta tormenta perfecta a nivel internacional está generando un “momento geopolítico” al interior de América del Norte nunca antes visto.  Nuestros socios del norte, y sobre todo EU, han puesto sobre la mesa trilateral conceptos que jamás habían impulsado de manera tan contundente en los casi 30 años de vigencia del TLCAN/T-MEC. De hecho, se trata de una visión que México ha promovido ante sus socios comerciales desde hace más de 20 años, y que consiste en ver a Norteamérica como un bloque de producción unido, y a través del cual la región no solamente pueda competir con éxito con el resto del mundo, sino que sea capaz de enfrentar los shocks externos que están poniendo en jaque a muchas economías.

El ancla de esta visión es el fortalecimiento de las cadenas de valor regionales, para construir de manera conjunta una plataforma de manufactura avanzada enfocada en los sectores del futuro, tales como semiconductores, baterías de litio, vehículos eléctricos, y equipo médico de alta tecnología, entre otros.

Para alcanzar estos nobles objetivos se requerirá de una gran coordinación de políticas públicas entre México, Canadá y EU, en particular en torno al fortalecimiento de capacidades y el fomento al desarrollo industrial.  Sin embargo, los elementos esenciales de este “sueño norteamericano” son ni más ni menos que la solidez y credibilidad del T-MEC.  El Tratado es el núcleo sobre el cual se puede construir un ambiente de certeza jurídica y confianza para los inversionistas de todas las regiones del mundo, quienes en este momento buscan a toda costa colocar sus plantas en regiones que les garanticen un ambiente de negocios predecible y transparente a largo plazo.

El T-MEC ofrece todo eso y más, pero únicamente en la medida en que los tres países demuestren que son capaces de cumplir cabalmente con sus compromisos comerciales.  Este año hay tres grandes pruebas que los socios T-MEC tendrán que aprobar si es que pretenden concretar la promesa del nearshoring: resolver las consultas de energía; implementar el fallo del panel de reglas de origen del sector automotriz; y evitar obstáculos al comercio agropecuario.  Cada una de estas grandes pruebas presenta retos de carácter técnico y político, pero la buena noticia es que no son infranqueables.  Se requerirá de disposición política y de una visión a largo plazo, así como de un alto grado de honestidad intelectual para reconocer que es conveniente dar un golpe de timón por el bien de América del Norte:  Estados Unidos no puede insistir en cambiar las reglas del juego en materia automotriz, en detrimento de un sector estratégico para los tres países, y tanto México como Canadá deben insistir en que se cumpla el fallo del panel.  Asimismo, México deberá aceptar que este momento de unidad regional no se puede desperdiciar, y que el construir una plataforma productiva para el siglo XXI en nuestro país requiere dejar atrás un modelo fallido de monopolios estatales en el sector energético, y transitar de lleno hacia las energías renovables. Adicionalmente, los tres países deben entender que el libre comercio en el sector agrícola es la garantía de la seguridad alimentaria para nuestros pueblos.  En ese sentido Canadá no puede seguir erigiendo barreras en el sector lácteo, ni Estados Unidos debe inventar medidas arbitrarias para sacar de su mercado a las frutas y hortalizas mexicanas.  Y por supuesto, México no puede darse el lujo de cerrarle el acceso a más de 17 millones de toneladas de maíz amarillo estadounidense que son esenciales para la alimentación de los mexicanos.

A menudo los problemas más difíciles tienen soluciones que son técnicamente fáciles de implementar.  Ese es el caso en cada una de las disputas que acabo de mencionar.  Ha llegado el momento de decidir si de verdad queremos construir la región más competitiva del mundo.  Para ello necesitamos dar el primer paso, que es el más importante:  resolvamos de una vez por todas las disputas del T-MEC.

Ex Jefe Negociador de T-MEC para el Gobierno de México y socio en el despacho AGON Economía|Derecho|Estrategia

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