La guerra en Ucrania no ha terminado. A unos cuantos días de cumplirse un año de la invasión, los últimos reportes apuntan a un recrudecimiento de las acciones bélicas, reforzamiento de ataques y más efectivos en el teatro de operaciones.
Como habíamos previsto hace meses, Putin no daría marcha atrás. El tirano ruso no podía permitirse –por orgullo personal, por imagen internacional, por un decreciente respaldo interno– el retiro discreto que apuntara a una derrota.
En los meses de septiembre y octubre, incluso hasta mediados de noviembre, la OTAN y el Pentágono observaron una gradual disminución de la ofensiva rusa. Menos soldados rusos en territorio ucraniano, enormes bajas que se contabilizan en decenas de miles –no reconocidas por el Kremlin– y el avance consistente de fuerzas ucranianas. La recuperación de ciudades y zonas anteriormente ocupadas por los invasores.
En los hechos, un aparente reagrupamiento, que no retirada.
Hacia mediados de diciembre esto cambió. Ataques brutales con misiles aéreos y drones con descargas explosivas potentes causaron múltiples daños en la propia capital, Kiev, y para contrarrestar el avance de Ucrania en el Dombás.
Causaron enorme ridículo a nivel internacional los llamados de reclutamiento forzoso de jóvenes al interior de Rusia, que empezaron a huir, a emigrar hacia Polonia, Finlandia y literalmente a donde pudieran. Varios cientos que lograron cruzar las fronteras antes de que fuerzas rusas impusieran un muro de vigilancia muy preciso contaron historias:
“No queremos pelear una guerra que no es nuestra; es un capricho del presidente”, “no queremos morir por un tema político que no tiene que ver con nosotros”, y así por el estilo.
Es decir, un segmento numeroso de la población masculina joven (18 a 30 años) rechazó la convocatoria para enlistarse “de forma voluntaria” y escapó.
Ahora, hacia finales de enero, y cuando se aproxima el primer aniversario de las “operaciones especiales” que el gobierno ruso anunció hace un año y que han causado la muerte de decenas de miles de soldados, muchos de los cuales ni siquiera se pudieron recuperar sus cuerpos y enviarlos a casa. En estas condiciones, Rusia anuncia tropas de refuerzo hacia las zonas de combate.
El gobierno ruso anunció esta semana el envío de nuevas fuerzas para refrescar a los combatientes. Afirman que van 20 o 30 mil nuevos efectivos al campo de batalla.
La historia se contará más adelante, pero llama la atención ¿de qué ardides se habrá valido Vladímir Putin para forzar a miles de jóvenes a ir a la guerra?, después de un evidente rechazo en meses anteriores. Tal vez la amenaza, la extorsión, la detención de familiares, la suspensión de pensiones para adultos mayores. Vaya usted a saber.
Por lo pronto, se avecina una nueva ofensiva con fuerzas frescas.
Esto supondrá nuevos retos para Ucrania, cuyos combatientes se encuentran desgastados, agotados y exhaustos, a pesar de contar con el elemento anímico de su parte al defender su tierra, su país, su territorio de una fuerza invasora.
Polonia anuncia el envío de tanques a Ucrania; Estados Unidos compromete otro paquete de ayuda armamentista y económica para respaldar la defensa de Ucrania; la Unión Europea aprueba otros 500 millones de euros en apoyo armamentista a Ucrania.
A pesar de la desesperación del presidente Zelenski, quien más de una vez ha dicho que los han dejado solos para contener al tirano invasor, la ayuda ha sido numerosa, constante e ininterrumpida.
Zelenski, el gran héroe de esta historia como líder carismático, nacionalista, el gran espíritu de la defensa de Ucrania, haciendo a un lado protagonismos egoístas, envió mensajes al Kremlin en diciembre invitando a Putin y a su gobierno a negociar, a pactar la paz. La respuesta de los rusos fue implacable: no cesaremos hasta recuperar lo que era nuestro.
Con más de ocho millones de refugiados ucranianos ya en Europa, y la consiguiente crisis humanitaria, alimenticia y sanitaria que esto representa, las medidas económicas contra Putin aún no han surtido el efecto devastador que las acompañó en su anuncio.
La economía rusa ha sufrido, el apoyo popular a Putin ha registrado retrocesos menores, pero nada aún a nivel de una crisis que escape a su control.
Entraremos a una fase de recrudecimiento de ataques y, eventualmente, el uso de armamento más sofisticado.
Estados Unidos entrena un grupo élite de 100 efectivos de Ucrania en territorio americano, para operar y manejar el sofisticado sistema aéreo antimisiles Patriot, para derrumbar bombarderos y detener los ataques aéreos que han sido tan dañinos para Ucrania.
Esto no se ha acabado; por el contrario, lo veremos crecer a grados sangrientos y criminales, antes de que pueda apagarse.