El próximo 6 de mayo, en Londres, será coronado, como monarca del Reino Unido de la Gran Bretaña, Carlos III, al lado de su reina consorte, Camila. La última vez que un evento de esta naturaleza tuvo lugar en Inglaterra fue en 1953, con la coronación de la madre del actual rey, su majestad Isabel II.
Han pasado 70 años y el mundo se pregunta hoy, incluso los británicos, si tiene sentido una coronación en los tiempos modernos.
Es un acto meramente simbólico, puesto que el rey subió al trono de forma automática a la muerte de la anterior monarca; sin embargo, está revestido de un profundo valor histórico e, incluso, religioso.
El Palacio de Buckingham ha revelado ya detalles en torno a la ceremonia, el ritual religioso, el aceite y el crisma con que será ungido el nuevo rey, y todos los artículos y joyas de representación simbólica: cetros, orbe, coronas, carrozas, etcétera.
Carlos III está realizando un esfuerzo auténtico por simplificar la ceremonia de coronación, de hacerla menos protocolaria, aunque conserve parte de los rituales esenciales que, a lo largo de 10 siglos, su país ha reproducido y actualizado para instalar monarcas en el trono.
Aunque hoy en día su función es meramente representativa como jefe de Estado, de la Iglesia, de las Fuerzas Armadas y de las cortes, los monarcas ingleses desempeñan un rol de unidad nacional, de autoridad máxima por encima de los gobiernos de cada región, provincia y “reino” (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) de representación internacional.
Isabel II jugó un papel esencial en la consolidación de la Comunidad Británica de Naciones, la Commonwealth, herencia sobreviviente del antiguo Imperio Británico y sus colonias.
Para Carlos III será mucho más difícil mantener ese poderoso rol de cohesión entre 54 naciones diversas, de procesos democráticos distintos y de impulsos modernistas avanzados. Varias de esas naciones han expresado su deseo de separarse de la comunidad y de no reconocer al nuevo rey como su jefe de Estado.
Habrá que esperar la capacidad del rey Carlos para mantener la unidad al interior de la comunidad.
Lo mismo sucede con Escocia en el contexto del Brexit, que pretende mantenerse al interior de la Unión Europea. Un referéndum tuvo lugar ya en 2020, y está previsto uno más en este 2023. Carlos III y Camila han desenvuelto una intensa actividad diplomática, comunitaria y nacional en Escocia desde el fallecimiento de la reina, quien, además, tuvo el “detalle” de fallecer precisamente en tierras escocesas, que eran especialmente apreciadas por el origen escocés de su madre, la reina madre Isabel, esposa de Jorge VI.
De los ocho mil invitados que concurrieron a la última coronación de Isabel II en 1953, habrá apenas dis mil invitados el próximo 6 de mayo.
No está previsto un banquete real para invitados y dignatarios extranjeros; entre ellos, varios monarcas de Europa, Asia y África están confirmados como asistentes. Después de la ceremonia en la Abadía de Westminster, habrá una procesión real en carruajes y con guardias militares al palacio, saludo desde el balcón y punto.
Un tono de austeridad quiere marcar la Casa Real a sus súbditos en estos difíciles tiempos de inflación desbordada (10.4 por ciento en Reino Unido).
No se ha hecho público el presupuesto de la ceremonia, aunque se han ajustado muchos gastos.
Los temas que ya ocupan los tabloides ingleses tienen que ver con el distanciado príncipe Harry y su esposa Meghan, desde California, su asistencia y si ocuparán o no lugares de primera fila. Se ha filtrado ya que no estarán en el saludo familiar desde el balcón central de Buckingham.
Pero la gran discusión inglesa gira en torno a la función monárquica en estos tiempos, a las responsabilidades y compromisos del soberano y su familia. Si bien la aceptación pública en torno a la institución está por encima de 60 por ciento, Carlos III no es Isabel II y no goza del respeto, aprecio y profunda admiración que aquilató la reina hasta el final de sus días.
Por lo pronto se han girado invitaciones, se entregan acreditaciones a medios y se prepara un evento histórico en el Reino Unido que lucha por encontrar su auténtica vocación en un mundo moderno, fuera de la Unión Europea –por dividida votación interna– y con crecientes problemas económicos.