Hoy martes 2 de mayo, la consejera de seguridad nacional para el presidente Biden, Elizabeth Sherwood-Randall, será recibida en Palacio Nacional por el presidente López Obrador.
El tema anunciado es la migración, la búsqueda de mecanismos migratorios ordenados que permitan no sólo cruces legales y regulados sino, sobre todo, la anhelada normativa de los flujos migrantes.
Algo, en términos concretos, muy difícil de alcanzar.
Eso no significa que no se intenten construir métodos ordenados que protejan la vida de los migrantes, al tiempo que eviten la persecución policiaca de la Guardia Fronteriza.
Son temas altamente sensibles para ambos países, hoy confrontados en posturas y visiones distintas del problema.
Es de reconocer que la administración Biden ha sido extraordinariamente paciente con el gobierno mexicano, que ha cambiado en los últimos cuatro años más de una vez de postura y política al respecto.
De aquella declaración –ampliamente desafortunada– de la señora Sánchez Cordero, entonces secretaria de Gobernación, de “bienvenidos, hermanos centroamericanos” y las sucesivas caravanas que provocaron, a la amenaza de medidas –entre ellas aranceles y suspensión de capítulos del TLC– por Trump y su gobierno, llegamos a la creación de la Guardia Nacional y su principal tarea asignada en la vigilancia fronteriza.
Ha sido, por decirlo de forma sintética, una montaña rusa de subidas y bajadas de tonos, posicionamientos, mecanismos y discursos.
Todos, en opinión de los expertos, fallidos y torpes porque se niegan a enfrentar el fenómeno de forma integral.
Cuando Ebrard y López Obrador aceptaron contener a millones de migrantes para impedir que llegaran a la frontera con Estados Unidos por mandato de Trump, acuerdo, por cierto, celebrado a espalda del Congreso y del pueblo mexicano, nos convertimos –sin saberlo– en tercer país seguro; aunque la Cancillería lo niegue, los hechos los consignan.
La campaña electoral estadounidense en que los republicanos pretenderán recuperar la Casa Blanca se sustentará, en buena medida, en lo que ellos llaman el fracaso migratorio de Biden y la incapacidad de las autoridades mexicanas para cooperar. Reconocen esfuerzos, pero, afirman, son insuficientes.
El tema es que se reunirán nuevamente para analizar y discutir el tema, después de los 30 mil inmigrantes mensuales que México aceptó retener, después de la reunión de enero entre Biden, Trudeau y López Obrador, la cumbre de “los tres amigous”.
Sin embargo, me parece que la consejera de seguridad nacional presentará al presidente mexicano evidencias y argumentos mucho más poderosos que el tema migratorio.
El reciente desaire a la delegación mexicana para la llamada cumbre del fentanilo en Washington, apenas hace tres semanas, evidenció la molestia y el malestar que se extiende en el gobierno americano por la inacción del gobierno mexicano en contra de los cárteles del narcotráfico. De forma especialmente señalada, con el cártel del Chapo Guzmán y ahora sus hijos, Los Chapitos.
Hace apenas ocho días se dio a conocer que la DEA había infiltrado al cártel, con lo que logró comprobar no sólo el ingreso del fentanilo a Estados Unidos en cantidades significativas, sino que existen múltiples laboratorios para su producción en México.
La crítica de AMLO a la intervención de la DEA pareció, a los ojos de especialistas a ambos lados de la frontera, una innecesaria defensa del Cártel de Sinaloa.
¿Qué sabe la DEA respecto a la eventual “protección” del gobierno de México a Los Chapitos? ¿Qué información poseen respecto a los encuentros, saludos y demás cortesías que el presidente López Obrador ha brindado a esa organización?
En días recientes, el abogado de la familia Guzmán volvió a escribir a AMLO, con la queja de que el gobierno no había hecho nada –se deduce que según lo prometido– para extraditar a México a Joaquín Guzmán Loera, el Chapo Guzmán.
Muchos elementos sobre la mesa para el análisis de las piezas que, en su conjunto, pudieran ofrecer alguna aproximación al contenido de la conversación el día de hoy en Palacio Nacional.
Mucho me temo que no sabremos, ni en comunicados ni en filtraciones, si la consejera del presidente Biden presentó evidencias significativas en torno a la relación entre el Cártel de Sinaloa y el actual gobierno de México. Un tema que, por su elevada delicadeza y sensibilidad, pudiera encender las luces de alerta en Washington.
Veremos si el canciller Ebrard está presente en el despacho presidencial durante la reunión o si es sólo el Presidente con su traductor y la enviada de la Casa Blanca.