El Globo

Erdogan y el delicado balance

La habilidad negociadora de Recep Tayyip Erdogan es de muy alto nivel y su posición geopolítica es esencial para Vladímir Putin.

Ayer y hoy se reúnen en Sochi, Rusia, Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan. El propósito anunciado es el establecimiento de un nuevo corredor de cereales desde Ucrania hacia el resto del mundo.

Turquía fue fundamental el año pasado para negociar con Rusia la apertura de un corredor “alimenticio”, le llamaron, para extraer miles de toneladas de trigo, sorgo, soya y otros cereales que el enorme granero de Ucrania produce.

Rusia apretó la pinza alimenticia y productiva, como instrumento económico para golpear a Ucrania.

Pero las artes de Erdogan y su difícil equilibrio convencieron al tirano del Kremlin de abrir la puerta y permitir la salida de granos.

La mayor parte, lo sabemos hoy, arriba de 76 por ciento, fue a dar a países del Este, especialmente a China, India y otras regiones.

Rusia impidió que fueran a Occidente, que paga mejor y en divisas.

Ahora Erdogan pretende repetir la odisea, a pesar de los acontecimientos de la guerra que no arrojan ningún resultado exitoso para Putin. Turquía es integrante de la OTAN, y si bien no condenó formalmente la invasión, sí ha participado como país miembro en el envío de armas y ayuda a Ucrania.

Sin embargo, la habilidad negociadora de Erdogan es de muy alto nivel y su posición geopolítica es esencial para Putin.

Turquía se ha convertido en la única puerta de diálogo con la OTAN y casi con Europa entera. El Bósforo y la salida al mar desde esa posición significan varios gasoductos rusos que desembocan en estaciones de carga hacia el mundo.

Por ello, Erdogan juega a dos barajas. A socio de la OTAN, que no de la Unión Europea, que le ha negado la membresía por su prolongada estancia en el poder y los severos cuestionamientos hacia la “democracia” turca.

Justamente esa negativa lo ha empujado a enfocar sus alianzas energéticas, comerciales y estratégicas con Asia, su segunda baraja. China, Rusia, India, como en la milenaria ruta de la seda, representan el eje de comercio natural y de intercambio con Turquía.

Para Europa y Occidente, especialmente Estados Unidos, la constitución del bloque representa hoy la principal amenaza en términos energéticos, comerciales y de seguridad.

Aunque no todo es color de rosa. China mantiene sus demandas territoriales sobre provincias de la India, que este último niega y rechaza, aunque Pekín mantiene control en dos regiones.

Al gobierno de Modi en la India le interesa mucho más tener acceso a los mercados occidentales con su generación tecnológica.

China se ha convertido en padrino protector de Putin, no sólo en compensar las duras medidas y sanciones económicas impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos, mediante la compra de muchos productos y la extensión de líneas de crédito.

Sino que, también en términos geopolíticos, Putin ha sido hábil en proyectar al mundo que Rusia y China van juntas en todo. Lo cual es falso de fondo, pero por ahora a Xi le funciona cobijar al tirano ruso zapeado en Ucrania.

Turquía y Erdogan (23 años en el poder), con el tiempo que le quede al mandatario –está enfermo de cáncer y bajo tratamiento–, fortalecerán una alianza estratégica con Rusia en materia de granos, de comercio, de gas, y también de armamento y seguridad.

En Washington quisieran a toda costa disminuir la relevancia de esta unión, pero, en los hechos, ha resultado provechosa para Rusia, y también, para Turquía.

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