La victoria el domingo en Argentina del controversial candidato de derecha Javier Milei (55 por ciento) sobre Sergio Massa (44 por ciento), continuador del kirchnerismo, abre la puerta a una nueva etapa para Argentina.
Los primeros anuncios del presidente electo apuntan, como adelantó en su campaña, a medidas drásticas en materia económica.
Dolarización, ajuste presupuestal, reducción del gasto social, venta de paraestatales, privatizaciones, etcétera.
Vivimos en los tiempos del péndulo oscilante. De los populismos radicales (de izquierda o de derecha) insensatos, arrebatados, sin planeación ni sustento, a las propuestas radicales en contra de la improvisación, del gasto irresponsable, de la retórica inflamada carente de resultados concretos.
Argentina ha vivido 18 años de un sólo régimen populista de izquierda, que ha pauperizado a la sociedad, incrementado los niveles de pobreza, confrontado con organismos multilaterales (FMI) y destruido capital económico del país, provocando la fuga de capitales, humanos y financieros, el derrumbe de empresas, la pérdida acelerada de niveles salariales y calidad de vida.
Las causas van desde el gasto incontrolable, las torpezas financieras, la inflación galopante, la deuda que estrangula.
Milei es la respuesta radical a esos excesos.
La incapacidad de elevar la calidad de vida por parte del peronismo de los Kirchner y sus acólitos produjo esta respuesta del electorado al votar a un arrebatado ultraderechista, que se definió más por sus ocurrencias y locuras que por propuestas serias.
Nadie hubiera pensado que el economista crítico del gobierno en medios podría convertirse en presidente.
Imagine usted el nivel de desesperación de los argentinos que han podido votar a un personaje que se comunica con los animales, según afirma él mismo.
Seremos testigos, en las próximas semanas y meses, de un péndulo que pretende llegar hasta el otro extremo político e ideológico, al tiempo que la inestabilidad social, las protestas callejeras y la movilización del oficialismo le hace la vida imposible al nuevo presidente.
Nadie tiene duda de que Argentina necesita un cambio, que la ruta del populismo social, barato, improvisado, sin estrategia comercial o financiera alguna, conducía a ninguna parte.
Pero la inquietud es si este economista sin experiencia política podrá ser el que imprima un cambio con estabilidad, sin terminar de fracturar a un país en ruina económica.
Milei ha prometido alinearse con Estados Unidos, lo que implicaría un distanciamiento de sus dos principales socios comerciales al día de hoy: China y Brasil.
En la retórica incendiada de la campaña, afirmó que nunca se reuniría con Lula, al que le obsequió penosos calificativos. Pero ahora depende de pavimentar la relación con el mandatario para que la poderosa relación económica con Brasil no se suspenda y coloque a Argentina al borde del caos.
La promesa de cancelar el Banco Central –esperamos que sea reconsiderada– sólo produciría la fuga masiva de los pocos capitales extranjeros que aún invierten en el río de la Plata.
Hay países en América Latina a los que la dolarización de su economía trajo cierto bienestar y estabilidad al eliminar mercados subterráneos de cambios y divisas múltiples, como El Salvador, por ejemplo. Sin embargo, es también una medida radical.
Las derechas o el neoliberalismo imperante los últimos 25 años fueron incapaces de derramar bienestar al total de las sociedades, eliminar la desigualdad y restringir los beneficios de unos pocos.
Los populismos sociales de izquierda, como el de Argentina, resultaron incapaces de cerrar esa brecha, de reducir la pobreza y eliminar la desigualdad.
El crecimiento desmesurado de programas sociales no generó desarrollo en esas economías, donde la inversión se paralizó para repartir dinero a los ciudadanos.
Hay lecciones que aprender de Argentina.
Veamos cómo avanzan los primeros días de Milei, y si es capaz de permitir que la razón y los datos se impongan a la ideología radical de ultraderecha. Si es capaz de concitar la moderación con la estrategia de crecimiento económico con empleo e inversión.
De otra forma, la inflación despedazará su nuevo gobierno, al tiempo que la inestabilidad social estará presente en las calles desde la primera semana, con graves signos de transitar hacia un Estado fallido.
Veremos.