Este domingo fuerzas israelíes lanzaron un ataque aéreo sobre Rafah, el último enclave de refugio palestino en Gaza. La más reciente brutalidad israelí consistió en que atacaron un campo de refugiados.
Permítanme ser más específico: una extensión de tierra, sin servicios ni búnkeres de protección, donde la gente vive en pequeñas casas de campaña en calidad de refugiados, huyendo de la masacre y el asesinato indiscriminado en el resto de Gaza.
Es, a todas luces, un campo de refugiados desplazados. No hay protección aérea, armas, sistemas antimisiles. Hay médicos y enfermeras que, en condiciones infrahumanas –no se ha permitido el ingreso de organismos multinacionales de ayuda humanitaria– proveen la mínima ayuda y atención básica.
A esos atacaron las fuerzas de Israel. A refugiados: niños, niñas, madres, civiles y heridos de otros ataques en previas incursiones.
Las autoridades palestinas han declarado que 45 personas murieron y 200 resultaron heridos en el ataque aéreo del domingo.
El primer ministro Netanyahu declaró el domingo que el ataque fue “un error trágico”. Fuentes oficiales israelíes afirman que estaban a la caza de dos líderes de Hamás ubicados en esa zona. En el informe a Washington, filtrado a medios norteamericanos, el Ejército de Israel afirma que utilizó munición de precisión, pero que al hacer contacto con tierra, esquirlas del armamento alcanzaron a un tanque de combustible cercano y se desató el infierno. Un incendio generalizado en el campo de refugiados y desplazados en Rafah.
Las fuerzas israelíes afirman que el ataque no estaba dirigido al interior del campo de refugiados, sino a la ubicación de los líderes de Hamás.
Pero el resultado es una desgracia absoluta. Las imágenes apenas difundidas muestran un campo del terror: cuerpos calcinados, familias enteras y niños muertos como resultado de la explosión y el incendio.
¿De verdad no es un genocidio? ¿De verdad es la defensa legítima de un gobierno que fue atacado por un grupo de terroristas? ¿O es la descomunal y criminal respuesta que se ha extralimitado?
Funcionarios en Qatar, que han fungido como intermediarios en las negociaciones entre Israel, Estados Unidos, la Autoridad Palestina y Hamás, señalan que el ataque del último domingo puede empantanar las negociaciones para un cese al fuego y el inicio de un acuerdo de paz.
Existe una creciente presión diplomática a nivel internacional en contra de Israel para suspender de forma inmediata su ofensiva en territorio de Gaza y buscar soluciones negociadas frente a la ONU, la Unión Europea y otros organismos.
La misma inconformidad al interior de Israel en contra de un primer ministro que falló en su función al frente del gobierno para proteger a Israel.
El Consejo de Seguridad de la ONU entrará en sesión de emergencia para discutir el ataque, hoy martes 28 para analizar los hechos y hacer –una vez más– un llamado al gobierno de Netanyahu de poner un alto a la masacre.
Aunado a esto, un soldado egipcio resultó muerto en la frontera por un tiroteo con fuerzas de Israel. Por si faltaran elementos de tensión, ahora Egipto, que ha hecho todo lo posible por mantenerse al margen de forma neutral en el conflicto, podría verse involucrado con este incidente.
La política de Netanyahu y su insistencia en continuar la guerra y los ataques han extendido la desaprobación mundial. Tan sólo la semana pasada la Corte Penal Internacional declaró la necesidad de detener a los líderes de Hamás y a Benjamin Netanyahu. No existe argumento político, o de seguridad, para continuar los ataques.
Israel ha devastado la Franja de Gaza. Prácticamente no hay edificación en pie, todo ha sido destruido.
Y, por si faltaran elementos a una política ofensiva inhumana y criminal, forzaron al hospital de Rafah a cerrar sus puertas para evitar la atención o encubrimiento de militantes de Hamás.
El Consejo de Seguridad de la ONU se pronunciará en pocas horas al respecto, y tal vez logre tener algún efecto sobre el gobierno de Israel, aunque a estas alturas resulta improbable.