La contienda presidencial en Estados Unidos ha llegado, a escasas tres semanas de la convocatoria electoral, a un empate tan cerrado que cualquier resultado es posible.
En los siete estados columpio, aquellos designados por las encuestas y los expertos como los que inclinarán la balanza el día de las elecciones (Arizona, Nevada, Georgia, Michigan, Wisconsin, Pensilvania y Carolina del Norte) se encuentran también profundamente divididos.
De estos siete estados clave, se registran en las encuestas, al pasado domingo, tres estados para Kamala Harris, tres para Donald Trump y uno solo, Pensilvania, en disputa cerrada, en empate técnico.
Hay múltiples lecturas de esta cerrada contienda.
Una clara y evidente es el nivel de polarización en la sociedad norteamericana. Temas como el aborto (garantía de los derechos ciudadanos a decidir) o la migración generan una división sensible, casi animadversión entre aquellos que defienden una u otra postura.
Otros temas relacionados con la economía, la relación con el mundo, el crecimiento fiscal o los créditos ciudadanos tienen presencia también, pero esencialmente son los dos primeros los que generan posturas acaloradas e incendiarias.
Una segunda lectura tiene que ver con el intenso debate social existente en Estados Unidos. Una derecha conservadora, conducida por el Partido Republicano, adquiere con frecuencia posicionamientos radicales en torno al aborto, el fentanilo, los migrantes y los mexicanos –origen de todos los males, en opinión de varios cercanos a Trump.
Y desde ahí, el ataque descomunal contra Kamala Harris pretendiendo identificarla como comunista o socialista.
En sentido contrario, Kamala señalando los delitos, las mentiras y las fallas cometidas por Trump durante su presidencia, pretendiendo demostrar con hechos –afirma ella– que el republicano no está facultado para dirigir a la Unión Americana.
El seguimiento de las encuestas diarias, de cadenas, diarios, centros de investigación y universidades, apunta a una variación casi diaria, en los siete estados clave.
Los clásicos, los republicanos per se (Idaho, Indiana, Ohio) o los demócratas de siempre (California, Nueva York, etcétera) parecen mantenerse en congruencia con votaciones anteriores.
Sin embargo, puede haber sorpresas el próximo 5 de noviembre.
Texas, por ejemplo, podría arrojar resultados mixtos, como ha sucedido ya en elecciones pasadas. Un sector rural muy cargado a los republicanos, mientras que ciudades como Dallas, Houston y San Antonio, inclinadas y gobernadas, de hecho, por demócratas.
Hoy las encuestas apuntan al nivel educativo como el gran diferenciador electoral. A mayor grado de estudios, bachillerato y universidad para arriba, mayor voto liberal y demócrata, mientras que para aquellos que sólo alcanzaron secundaria o bachillerato, la preferencia republicana parece inamovible.
Las encuestas demuestran un crecimiento en la aprobación y respaldo a Donald Trump en los últimos 10 días. Mientras que Kamala sostenía una ventaja en el promedio general (hoy apenas de 1.5 por ciento) a nivel nacional y en varios estados clave de 3-4-6 puntos, en los últimos días Trump ha cerrado esa diferencia e, incluso, producido una vuelta en algunas zonas.
La recuperación de Trump, quien ha recrudecido su discurso contra la migración, los coches o las mercancías de origen chino –producidas en México–, así como en contra de los migrantes, parece estar dando resultados.
Encuestas del New York Times señalan que los segmentos afroamericanos e hispanos no parecen garantizar su voto a favor de la candidata demócrata.
Faltan apenas tres semanas para la cita en las urnas, y el país se encuentra partido a la mitad.
El margen de error de +2 o -2 por ciento en la mayoría de las casas encuestadoras garantiza un resultado extremadamente cerrado el día de la elección.
Esto representa un riesgo de confiabilidad y credibilidad enorme. Trump no ha confirmado que aceptará los resultados finales –cualquier que éstos sean– de las urnas; por el contrario, mantiene una sombra de duda al señalar que, si no gana, podría haber reacciones, movilización o enfrentamientos.
Kamala Harris ha hecho una campaña intensa y precisa en los pocos meses que ha tenido como candidata desde el tardío retiro de Joe Biden. No lo ha hecho mal: primero logró cautivar y atrapar la atención; hoy parece desgastada, o casi desesperada por capturar nuevas audiencias y votantes. Ayer se dio a conocer que incluso asistirá a una entrevista con Fox News, la casa del conservadurismo político y mediático de Estados Unidos.
Mañana Trump tendrá su Town Hall con ciudadanos hispanos –la mayoría de ellos migrantes–, producido por Univisión. A Kamala le fue bien la semana pasada, conectando con la clase trabajadora y con las minorías. Es un gran reto para Trump, quien puede cometer alguna pifia y permitir un comentario denigrante, hostil, racista o clasista, como acostumbra, porque, a su juicio, le habla a los no americanos que llegaron a explotar la forma de vida de ese país.
Será un ejercicio de gran interés.
Lo único que queda en las siguientes semanas son potenciales errores que alguno de los dos pudiera cometer y le provocaran una caída leve en votantes que, con números tan cerrados, pudieran inclinar el resultado final.