El Globo

Carnaval en el Día de la Memoria

La mayoría salió bajo la fiebre ilusoria de que todo ha terminado: el fantasma de la pandemia se ha ido, estamos vivos, sanos y vencedores del virus.

Estados Unidos conmemoró ayer el Memorial Day. El tercer lunes de mayo de cada año rinde tributo y homenaje a los miles, cientos de miles de estadounidenses caídos en sus diferentes guerras a lo largo de la historia. Corea, Vietnam, la Segunda Guerra Mundial, las del Golfo, etcétera. Tradicionalmente miles de familias y veteranos sobrevivientes acuden a los monumentos –hay muchos en diferentes estados– a presentar sus respetos a los caídos. Es un fin de semana largo –lo que en México conocemos como un puente– en el que hay viajes, paseos en la playa, visitas a centros de entretenimiento y demás.

Este fin de semana cayó justamente en plena pandemia. Cuando el gobierno federal sostiene una confrontación seria con los gobiernos estatales para impulsar una mayor o menor apertura de actividades industriales, comerciales, de entretenimiento, y muchas otras. Es decir, la ruptura total del confinamiento y del distanciamiento.

Las imágenes de ayer a lo largo del territorio estadounidense son variadas, pero expresan de forma transparente la necesidad, casi urgencia me atrevería a decir, por salir y romper el encierro.

Multitudes recorriendo muelles y playas en Ocean City, New Jersey; desfiles tradicionales en Filadelfia; disfraces públicos y fotos, con golosinas y carruseles, en las calles de Baltimore; parques a reventar, con problemas de tráfico y semáforos en Washington, DC y Virginia; visitas a monumentos en diversas ciudades; desfile espectacular de botes en Charleston, Carolina del Sur; playas repletas en Newport, California.

Los estadounidenses se volcaron a las playas y los muelles, a las ferias, los restaurantes y cafés. Había algunos tapabocas y gente con distancia, pero la enorme mayoría salió bajo la fiebre ilusoria de que todo ha terminado: el fantasma de la pandemia se ha ido, estamos vivos, sanos y vencedores del virus.

Mientras las cifras oficiales en Estados Unidos apuntan a más de un millón 600 mil contagios, y muy cerca de 100 mil decesos (los más numerosos del mundo) el presidente Trump apareció el domingo jugando golf, en Florida.

Existe como una pulsión vital por negar la enfermedad y confirmar la vida, el aire libre, la fiesta, la celebración histórica.

Más de un experto médico, el propio doctor Fauci, advirtió sobre los riesgos de adelantar con imprudencia la apertura, cuando a todas luces la pandemia y el contagio están lejos de ser controlados.

De las imágenes de ayer, familias enteras en calles, avenidas, monumentos, playas, lagos y bahías atestados por ciudadanos que olvidaron las medidas de protección y distanciamiento, se deduce que el discurso dominante –por lo menos ayer– fue el de 'todo ha quedado atrás'.

Más de un director médico advirtió sobre la posibilidad de contagios masivos por la convivencia abierta y sin protocolos del fin de semana. No hay cifras aún, pero restaurantes y centros comerciales empezaron a experimentar el regreso de clientes y consumidores.

En un par de semanas habrá cifras y datos que podrán sustentar si fue un acto desesperado de irresponsabilidad, o fue un paso firme hacia la reapertura general.

Los gobernadores demócratas que se han resistido a adoptar medidas inmediatas de retorno a la actividad económica, permitieron incluso, este fin de semana, actividades públicas al aire libre. Algunas breves intervenciones de policías y de rangers para evitar conglomeraciones extremas, sin distancia o protección. Pero a la gente pareció no importarle y descartar por completo contagios o enfermedades.

Por lo pronto, el presidente salió victorioso en su muestra generalizada de una ciudadanía deseosa de volver a la normalidad. Los hospitales y las salas de urgencia y terapia intensiva nos dirán, en muy pocos días, si se disparó el número de contagios con el carnaval de este fin de semana, o todo siguió en su curso habitual del comportamiento de la pandemia.

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