El Globo

Inexperiencia

El gobierno de López Obrador no ha colocado sobre la mesa una sola compensación para México por recibir, filtrar, contener y hospedar a miles de centroamericanos.

La creciente complejidad con que el nuevo gobierno de México enfrenta los embates y las exigencias del presidente Donald Trump nos ha colocado en una débil y vulnerable posición.

No contestar y no engancharse con la guerra de tuits que al presidente estadounidense tanto emociona, parece un sentido cauto y estratégico que, a juzgar por la exitosa labor de la comisión negociadora del nuevo T-MEC, tendrá a la larga más beneficios que desventajas.

Pero más allá de la retórica diaria, de la declaración o el mensaje del día, las exigencias han sido claras y las amenazas contundentes: 10 meses para solucionar el delicado tema migratorio cuando decenas de miles de centroamericanos cruzan la frontera con Guatemala todos los meses. La frontal amenaza de no aprobar el T-MEC si esto no se resuelve en los términos que el presidente Trump demanda y, el condicionamiento de la señora Nancy Pelossi para una reforma laboral en México.

El tema es que nuestro gobierno ha concedido hacer el trabajo, filtrar y detener a los migrantes –bajo un inexplicable sistema de 'regulación fronteriza– a cambio de, prácticamente, nada.

La Unión Europea que enfrentó la multitudinaria oleada de inmigrantes sirios, casi todos en condición de refugiados políticos, en abierta huida de una situación de guerra donde sus vidas corrían peligro, estableció controles, criterios y cuotas para aceptarlos, con cargo presupuestal a la propia UE.

El señor Erdogan en Turquía aceptó su propia cuota de sirios expulsados por la guerra, a cambio también de compensaciones económicas para su país.

Si bien el gobierno del presidente López Obrador ha propuesto un plan de inversión centroamericana "para atacar las causas originales de la migración", no ha colocado sobre la mesa una sola compensación económica para México por recibir, filtrar, contener y eventualmente hospedar a cientos de miles de centroamericanos.

Trump canceló apenas la semana pasada la ayuda económica a El Salvador, Honduras y Guatemala, lo que se convirtió de facto, en un detonador de más migrantes hacia Estados Unidos. Toda la responsabilidad para frenar las caravanas y los grupos por goteo, recae en las autoridades mexicanas, para impedir que se trasladen hasta la frontera con EU.

Es de reconocer la política de respeto a los derechos humanos del gobierno de la 4T, sin embargo, México está asumiendo una labor de responsabilidades titánicas, sin nada a cambio más que la promesa del T-MEC y su aprobación.

No podremos contenerlos, no existen los sistemas ni mecanismos para concentrarlos en sitios o campamentos. La línea imaginaria del istmo de Tehuantepec será absolutamente de cristal, porque los migrantes buscarán y encontrarán los caminos para llegar a California, Texas, Arizona, Nuevo México como puerta de entrada a Estados Unidos.

Aparecen ya hondureños y salvadoreños en los semáforos de las Ciudad de México, pidiendo limosna y lavando parabrisas, señal inequívoca de un problema social de dimensiones y consecuencias no dimensionadas por nuestras autoridades.

La entrada incontrolable de migrantes provocará esta visión pauperizada de México, con ciudades fronterizas como Mexicali, Tijuana, Juárez, Matamoros como puntos concentradores de miles de centroamericanos que se toparán, ahí, con la última barrera.

Repercusiones de seguridad, salud, empleo y otras vienen acompañadas de la política de 'puerta abierta' que tan ingenuamente defiende Olga Sánchez Cordero.

Y todo esto se complica cuando no existen los canales de comunicación ni la experiencia diplomática con una errática, voluble y caótica Casa Blanca. El encuentro privado entre Jared Kushner y Andrés Manuel López Obrador en casa de Bernardo Gómez, copresidente de Televisa, exhibe la urgencia en la construcción de puentes y líneas de comunicación directas entre ambos gobiernos.

Marcelo Ebrard se ha visto atrapado por la cercanía del presidente y su embajadora en Washington, que desafía a su canciller y prefiere línea directa de Palacio.

Trump fija plazos y establece condiciones, y desde aquí nadie busca acercamientos, sensibilización, contactos con congresistas para balancear la embestida. Soñar con un plan de inversión centroamericana parece hoy más distante que nunca, cuando Trump retira apoyos financieros.

La curva de aprendizaje nos ha dejado sin estrategia, sin líneas de acción ni mensajes clave para Washington, públicos o privados.

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