El Globo

La desesperación

Trump está desesperado, lo que lo convierte en un líder extremadamente poderoso, y sensiblemente más peligroso y dañino.

El presidente Donald Trump está desesperado. Nada le sale bien, los números lo hunden en las preferencias electorales para el 3 de noviembre, y todos sus intentos –hasta ahora– por bloquear, controlar o manipular los resultados electorales han sido en vano, por el momento.

Trump está desesperado, lo que lo convierte en un líder extremadamente poderoso, y sensiblemente más peligroso y dañino.

Ayer firmó una orden ejecutiva para extender medidas y programas para otorgar fondos a desempleados y ciudadanos afectados por la pandemia. Lo hizo por su cuenta, sin la aprobación del Congreso, debido a la intensa confrontación entre demócratas y republicanos. Los primeros quieren programas más extensos y ambiciosos para proteger a trabajadores; los republicanos proponen medidas controladas y créditos medidos. La orden le carga el peso de los programas a los gobiernos estatales, cuyos titulares respondieron: "es imposible, no hay el dinero".

Trump no tiene tiempo, no puede esperar a que construyan una iniciativa de consenso bipartidista: quedan, desde hoy, 84 días para las elecciones. No puede esperar, tiene el propósito de reelegirse a toda costa, más aún, al costo que sea, y usará todas las herramientas a su alcance –legales o ilegales– para conseguirlo.

Esto implica cualquier medida contraria a su pensamiento o postulado republicano, pero que pueda acercarlo a los votantes y proyectar una imagen de presidente sensible, comprometido con la ciudadanía.

Para nadie es un secreto que la gestión de su gobierno para combatir el Covid-19 ha sido un completo desastre. Estados Unidos cruzó la línea de los 5 millones de contagios en su territorio. Esto representa cerca de 23 por ciento de casos confirmados a nivel mundial, cuando la Unión Americana tiene poco más del 4 por ciento de la población en el planeta. En los últimos 20 días, 97 mil niños dieron positivo, cuando el mismo presidente declaró –insulsamente– que eran inmunes.

Cuando Trump dice que la pandemia "está bajo control" miente con el silencio aplastante de miles de muertos encima (163 mil 370 y creciendo).

Las encuestas lo traen abajo en todas las mediciones, incluso en los estados 'bisagra' (aquellos en los que el 'voto columpio' cambia de preferencia habitualmente) y que le dieron la victoria en 2016, lo colocan en la posición de perdedor.

Más aún, varias investigaciones judiciales, esencialmente en diferentes estados (la Fiscalía de Nueva York) lo tienen señalado a él, a sus empresas o hijos, como responsables de una serie de delitos que van desde la evasión fiscal, hasta el fraude, conspiración para cometer fraude, falsas declaraciones y otras perlas de una conducta delincuencial.

Trump lo sabe. No podrá detener esas investigaciones y que eventualmente lleguen a un Gran Jurado estatal si abandona la Oficina Oval. Es más, hay quienes aseguran que de cualquier forma esas investigaciones avanzarán con altas probabilidades de encontrarlo culpable.

Sin embargo, acusar a un presidente en funciones –algo improbable, pero no imposible– es un curso judicial que tomaría años, testigos, evidencias y muchos más elementos que, hasta ahora en cuatro años de gobierno, no han conseguido. Acusar a un expresidente, con una conducta ética desde sus empresas y más aún en la administración pública, es algo que quitaría el sueño a muchos.

Escándalos

Recientemente se dio a conocer el escándalo de la orden a su embajador ante el Reino Unido, para que 'gestionara' la realización de un importante torneo de golf en el campo de su propiedad en Escocia.

Y como esa, existe una larga colección, como designar su propiedad y club privados en la Florida –Mar a Lago– sede de la reunión programada del G7 que fue cancelada –o pospuesta– por la pandemia. A ese encuentro, por cierto, Trump estaba empeñado en invitar a Putin, en contra de todos los líderes del grupo que integra a las siete economías más importantes del planeta.

Muchos de sus opositores –quienes quisieran verlo en la cárcel– afirman que extenderá su presidencia todo lo posible para evitar un cargo judicial en su contra.

Lo verdaderamente peligroso para su país y para el mundo consiste en la desesperación de la eventual derrota para un hombre arrinconado. ¿De qué podría ser capaz? ¿Una guerra? ¿Una invasión –cuidado Venezuela-? ¿Más aranceles a México? La semana pasada le impuso a Canadá en materia de aluminio, lo que provocó la encendida respuesta de la ministra Chrystia Freeland en defensa de los intereses canadienses.

Nos quedan 84 días de angustia, temor, cables sostenidos con alfileres, ante una 'bestia' política, provocadora, hostil, agresiva, capaz de cualquier ocurrencia para permanecer en el cargo.

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