La Aldea

La pesada mano de Andrés

En la última semana tenemos muestras elocuentes de la pesada mano que López Obrador deja sentir, a través de intermediarios o de forma directa.

Todos quienes lo conocen por años lo afirman: no olvida, no perdona, e impone sus reglas y condiciones.

Estas han sido por décadas las premisas centrales de AMLO.

Empoderado desde la victoria de 2018, estas líneas centrales de su proceder político fijan los criterios para el establecimiento de acuerdos y lealtades irrenunciables.

En la última semana tenemos muestras elocuentes de esta pesada mano que deja sentir a la distancia, a través de intermediarios o de forma directa, con el trato frío, el desaire, el gulag perpetuo.

A los partidos aliados y apéndices de Morena, que soñaron con la independencia y la autonomía al ir por su cuenta en Coahuila, los sometió. O renuncian a su candidato y se pliegan, o desaparecen de la fórmula “ganadora” en 2024.

El Verde y PT lo saben, lo han experimentado en el pasado. Su sobrevivencia como partidos con registro y por ende, con acceso a los millones de pesos que entrega el INE a todos los partidos, depende de su alianza con fuerzas mayoritarias con impulso victorioso.

El riesgo era muy alto. Prefirieron la disciplina, y abandonaron de forma abyecta y vergonzosa a sus candidatos: Lenin Pérez, del PVEM, y Ricardo Mejía, del PT.

Pero el fondo de esta operación, cuyo beneficio auténtico a favor del candidato morenista, Armando Guadiana, es prácticamente nulo por la cercanía de los comicios y el propio calendario electoral, tiene como destinatario al aspirante presidencial de la cancillería: Marcelo Ebrard.

Hace unos días vimos a Ebrard muy apapachado por los verdes, quienes jubilosos le gritaron ¡presidente! en un acto proselitista.

El manotazo de Andrés desactivó la romántica independencia de sus apéndices, al tiempo que envió un mensaje claro: aquí hay un solo candidato(a) y es el que Morena designe.

En varias ocasiones el presidente ha dicho en privado, “aportan poco y cuestan mucho” al referirse al Verde —que le provoca un auténtico desprecio por su vocación mercantilista-electoral— y también al PT, por el que siente un minúsculo aprecio dada su alianza y lealtad al paso de los años.

Pero si pudiera deshacerse de ambos, lo haría sin chistar.

Otro ejemplo es el senador ‘Nada’, así autodenominado el otrora poderoso y con visos de rebeldía Ricardo Monreal. Se multiplicó por cero el senador cuando declaró “prefiero ser nada, a enfrentarme a Andrés Manuel”. ¡Listo! Se le concedió. Es el senador ‘Nada’, que esta semana protagonizó una representación lamentable en la Permanente del Congreso con la comparecencia del gabinete de seguridad, que no respondieron una a sola pregunta. Inútil, penosa simulación de rendición de cuentas.

El frío impuesto por Andrés doblegó los ímpetus de Ricardo. La gozosa foto en Palacio que lo revivió en la escena de los destapes —todo simbólico, puesto que no cuenta— reabrió una vieja comunicación cotidiana y habitual entre ambos. El senador ha recuperado esperanzas de ser depositario de la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Un sueño estéril, puesto que ni está contemplado.

Mano pesada del presidente a Germán Larrea de Grupo México.

Le expropió vías desarrolladas por su consorcio Ferrosur, y en nueva violación al derecho, no lo indemnizará con un solo centavo, como se dio a conocer el día de ayer. AMLO perjudicó la operación de compraventa de Banamex —ahora anda con la cantaleta de que pretende convertirlo en Banamex-Bienestar— y, además, le expropió bienes, activos y le retiró la concesión ferroviaria. Una probadita de lo que será capaz en su último año de gobierno.

Hay muchos ejemplos de la mano pesada de Andrés a lo largo de la historia y especialmente, durante su administración.

¿Recuerda usted a Yeidckol Polevnsky? Cercana indispensable en los tiempos de consolidación de Morena. Manejos oscuros de dineros y de inmuebles al frente del partido, la exiliaron a la tundra irreversible. Nada para Yeidckol, tal vez nunca jamás.

A César Yáñez y su lujosa boda poblana apenas unas semanas posteriores a la victoria, lo mandaron a la congeladora por casi cuatro años. Se le otorgó un perdón generoso al concederle una subsecretaría en Gobernación.

La regla es una y la saben todos: obediencia total, lealtad absoluta, no se permiten las disidencias, ni inventivas originales para jugar al adelantado. Claudia es la mejor alumna del salón, porque no hay movimiento en falso, alianza sospechosa, declaración comprometedora.

Marcelo, en cambio, vuela con alas propias, quiere proponer métodos originales, establecer condiciones de competencia que le brinden una mejor posición. La respuesta ha sido clara y unívoca: los estatutos de Morena establecen la encuesta como método para selección de sus candidatos. Punto. Le puso un estate quieto el presidente hace unos días. Con todo, Marcelo insiste, sabedor de que esta es su última oportunidad.

No vaya a ser que la poderosa e implacable mano del caudillo someta al canciller de mala forma y con un llamado a la disciplina.

Es temible el presidente, hace sentir su poder con la sonrisa chabacana. Pero puertas adentro, mejor no se le ponga enfrente, porque hasta sus más leales, saben de su lado oscuro, rencoroso y vengativo.

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