Todo apunta —faltan aún los procesos internos de cada frente, las encuestas, los foros y todo ese largo y costoso aparato de selección interna— a que las favorecidas por la ciudadanía para encabezar campañas y aspiraciones serán dos mujeres.
De entrada, la primera noticia es positiva para México: tendremos una presidenta mujer, con lo que se romperá el famoso “techo de cristal”.
México ha tenido gobernadoras, senadoras, secretarias de Estado. Presidentas de partido y avances importantes en torno a la participación de la mujer en la política. Pero vamos tarde en comparación a América Latina. Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Brasil y otros muchos han tenido presidentas. Capaces, eficientes, talentosas, pero sobretodo honestas —casi todas—.
Tal vez esa sea la primera característica de dos mujeres dedicadas al servicio público con una impecable trayectoria de honestidad. Tanto Claudia como Xóchitl tienen un récord limpio, de asignaciones públicas con cero corrupción.
En el contexto mexicano, debiéramos levantar monumentos a los escasos funcionarios probos. Serían apenas, unos cuantos.
Desde esta muy temprana etapa en las contiendas —ilegales por romper el calendario electoral— se antoja muy interesante el contraste y la competencia de dos mujeres para la Presidencia de la República.
Claudia es inteligente, sensible, defensora de la capacidad por encima de la lealtad, no desprecia el conocimiento y el grado de especialidad, a diferencia de su jefe, que se rodeó de ineptos en el gabinete, con contadas excepciones. Sus cercanos afirman que tiene un temperamento fuerte, enérgico, con voz firme y autoridad clara. Se ve poco desde afuera, salvo el incidente con Alfonso Durazo en el Congreso Nacional de Morena.
La gran incógnita que rodea a Claudia es su independencia del caudillo, su capacidad de decidir y trazar un curso diferente de nación.
Si juzgamos por la reunión y el documento anunciado el martes por Morena —”Proyecto de Nación” 2024-2030— que será producido por la Comisión de los Eméritos, así los llama el presidente, la Guardia Pretoriana defensora de la Cuarta Transformación, la próxima presidenta de México (Morena) tendrá muy poco margen de acción.
La locura transexenal de Andrés Manuel, no sólo ha dejado un campo minado con una serie de instrumentos y artefactos para “controlar” desde lejos a su sucesor, sino además, pretende trazar la línea de gobierno y de políticas públicas para su sucesor(a).
Un renovado callismo obradorista, donde se instalaron candados para impedir que quien llegue, pueda reorientar el curso y corrija los errores. Ahí están la revocación de mandato, las Fuerzas Armadas, los eméritos de Morena.
Por ello, quienes consideran a Claudia como una opción, la descalifican en automático por su incondicionalidad a AMLO.
Por su parte, Xóchitl Gálvez representa todo lo contrario. Esencialmente oxígeno, aire fresco que venga a renovar la tóxica atmósfera política construida por años y agudizada por la 4T. Pero especialmente, independencia: no obedece a grupos, cúpulas, partidos ni círculos del poder.
Xóchitl posee atributos que la hacen única frente a todos los aspirantes, contendientes y suspirantes, incluso Claudia. Xóchitl no proviene del privilegio, nació y vivió en pobreza durante su infancia. Se rebeló a los usos y costumbres para salir de su pueblo, estudiar, avanzar en la vida, lograr una carrera, casarse con quien ella misma eligió.
Si la transformación de López Obrador fuera auténtica —que no lo es—, si pretendiera en efecto modificar la cultura y el servicio público en beneficio de los más necesitados, la mejor candidata es Xóchitl Gálvez por su historia, por su origen, por su capacidad de levantarse de la adversidad, convertirse en exitosa empresaria y luego, honesta y eficaz servidora pública.
Muchos le critican su estilo, a veces atrabancado y lenguaraz, como su primer jefe político, Vicente Fox, pero lo cierto es que aborda temas y perspectivas con franqueza y concreción, no busca la alianza de grupos políticos y privilegios, sino el servicio a los ciudadanos.
Será toda una incógnita una precampaña y después campaña donde la aspirante se niegue a establecer compromisos con grupos y sectores, componente esencial para un proyecto electoral en todas partes del mundo.
DEL ESTANQUILLO DE REFRESCOS
Marcelo anda enojado porque las condiciones son inequitativas —dice— y anda haciendo un recorrido errático, pretendiendo ser quien no es. Algunos lo señalan como impostor, al presentarse como sencillo, simpático, cercano a la gente, casi popular. Nadie le cree.
Adán anda distraído, cuentan que el amor juvenil lo tiene levitando. A donde va lo acompaña una joven diputada, a quien presenta incluso en cenas de recaudación. Mucho gasto del exsecretario, tapizadas ciudades del norte con espectaculares: “Adán, lo más cercano a AMLO”. ¿Será?