La Aldea

Jorge Berry

Jorge Berry era informador, periodista, con un instinto de reportero innato, pero entendía de geopolítica, historia, literatura, deportes, música y antropología.

IN MEMORIAM

Resulta difícil escribir de alguien a quien has querido y admirado tanto por muchos años y que ahora te enfrentas a la fría blancura de la página, con un texto que no quieres escribir.

Jorge Berry fue un extraordinario comunicador, con una gama muy amplia de habilidades y competencias informativas y periodísticas. Inició en deportes, donde hizo una carrera esencial en el futbol americano y en el beisbol, con mucha menor presencia en el soccer.

Pero años después saltó a la información general, durante su estancia de poco menos de una década en Los Ángeles, en el canal 34.

Desde ahí cubrió política estadounidense, elecciones, procesos binacionales y, por supuesto, también deportes.

A su regreso a México a finales de los 80, se integró por instrucciones del señor Azcárraga a ECO, donde conformó un equipo matutino para dar cobertura a información nacional e internacional.

En esos mismos años le asignaron la dirección y conducción de una revista dominical matutina llamada Este Domingo. Largas transmisiones que se ajustaban a la programación a partir de si había, o no, juego de futbol. El programa podía durar hora y media o cuatro horas, con entrevistas, reportajes, enlaces y números musicales en vivo. Una auténtica aventura de producción y transmisión.

Jorge era informador, periodista, con un instinto de reportero innato, pero entendía de geopolítica, historia, literatura, novela policíaca —entre sus pasiones— y muy señaladamente, de antropología. Era un apasionado de los primeros restos humanos y la evolución de nuestra especie.

De muy joven ejerció una incipiente carrera musical, donde era vocalista de un grupo que tocaba por las noches canciones de rock, en inglés y en español.

Fervoroso lector, dominaba la literatura inglesa, los clásicos americanos y géneros variados que cultivaba con celo: historia británica, Segunda Guerra Mundial, revolución rusa y, por supuesto, historia política estadounidense.

Tenía además un peculiar conocimiento musical, que iba de las grandes bandas a Chicago, y otras varias.

Jorge fue mi jefe en ECO, mi maestro de política internacional, mi superior máximo como corresponsal extranjero, pero sobre todo, mi amigo cercano por casi 35 años.

Tenía un agudo sentido del humor con negruras que rayan en la oscuridad más impenetrable, al mismo tiempo que una gracia, carisma, simpatía y poder de seducción sobresalientes.

Entre los muchos talentos que lo hicieron destacar en su carrera, fue su ritmo, su ligereza para abordar temas, su conocimiento profundo de múltiples realidades, y su dominio superlativo del inglés. Jorge leía, hablaba y escribía inglés como su lengua paterna, en este caso, porque de hecho lo era.

En viajes o fines de semana de descanso, llevábamos juegos de mesa como Trivia y Maratón, y jugábamos entre un grupo de amigos, en paralelo ambos tableros con preguntas en inglés y en español. Mantenerle el ritmo y estar a la altura de la competencia, resultaba un auténtico desafío.

Durante la última década Jorge trabajó en radio, en prensa y en televisión.

Formó parte del elenco permanente de El Financiero Bloomberg y de El Financiero diario. Colaboró en radio en Puerto Vallarta y también en publicaciones locales.

La modernidad y las redes sociales no fueron extrañas a Jorge, que se convirtió en un furioso participante en Twitter con debates acalorados y presencia constante.

Fue un comunicador total, de tiempo completo, señalando y criticando con frecuencia los errores de las cadenas americanas y las mexicanas.

Golfista empedernido, cruzó muchos campos con múltiples amigos y competidores, siempre en buena lid y con la pasión a flor de piel.

Con profunda pena y dolor despido al amigo, al jefe, al maestro, al directivo y ejecutivo de medios, al conversador agudo y punzante, al lector incesante de artículos, revistas, diarios, sitios y libros abundantes. Se mudó a Vallarta hace un par de años, con biblioteca entera, diría yo, aunque él corregiría afirmando que tuvo que sacrificar muchos volúmenes por espacio y logística.

Hasta siempre, Jorge querido, seguirás en coberturas agudas desde donde te encuentres.

Abrazo fraterno a sus hijos fantásticos (Dana, Alejandro, Alana y Pablo), a sus hermanos ejemplares (Pattie y Raúl) y a toda una generación de informadores y periodistas que crecimos juntos en canales y estudios, en cabinas frente a micrófonos.

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