Vivimos tiempos kafkianos en México y, tristemente, en buena parte del mundo.
Líderes que en aras de concentrar poder y acercarse a la autocracia, patean instituciones, destruyen leyes, manipulan multitudes.
El paquete de reformas, presentado por el presidente López Obrador hace unos días, pretende el desmantelamiento del México democrático, construido con tanto esfuerzo durante las últimas tres décadas.
La disminución del Congreso —en un país cada vez más diverso, complejo, multiétnico, multicultural— representa un contrasentido histórico.
La eliminación de los organismos autónomos bajo el pobre argumento del ahorro y la austeridad republicana —vaya burla propia de carpa popular, cuando los presupuestos del tren y la refinería se han multiplicado en onerosos dispendios— es un atentado mortal al Estado republicano, de contrapesos y equilibrios.
México vivió —casi desde su independencia— inmerso en esta lucha intestina por evitar la concentración autócrata del poder. Por equilibrar la justicia, la representación legislativa, por acotar al Ejecutivo hegemónico e imperial.
Hoy el caudillo que nos gobierna quiere volver a ese México de poderes concentrados, de facultades unipersonales, de populismo barato y masificado.
El sometimiento del Poder Judicial de la Federación aniquila a Juárez y al liberalismo del siglo XIX. La independencia amenazada de una Corte electa en las urnas, no es otra cosa que enviar a los golpeadores de Gonzalo N. Santos a que digan quién ganó en las casillas.
Borrar de un plumazo al Consejo General del INE, así como a los magistrados del Tribunal Electoral, significa castrar la única vía para un México plural, democrático y representativo.
Las reformas de López Obrador expresan el más cínico, criminal y autoritario intento por regresar al país del partido mayoritario, único y hegemónico.
Aquí no hay diálogo ni discusión —aunque lo disfracen Mier y otros acólitos— de Parlamento abierto y discusiones multipartidistas. Aquí hay la voluntad de un solo hombre por imponer su sello, su visión y sus obsesiones a la historia moderna de México.
Lo peligroso de esta comedia, es que hay muchos comparsas que quieren un papel en la representación. Y los papeles, se negocian.
Ahí está Movimiento Ciudadano, partido en ascenso tras la búsqueda de acomodos que le permitan crecer, permanecer, ganar espacio y presupuesto. Si eso implica plegarse a la fuerza dominante, se tendrá que hacer para conservar membrete y franquicia.
Es lo más parecido al Partido Verde y su abyecta trayectoria de negociaciones y acomodos en 25 años.
La delgada línea entre el ideario político y la sobrevivencia traidora a principios y convicciones.
Rechazar la reforma de pensiones sería suicida en tiempos electorales, pólvora de artillería para los contrincantes. Aunque nadie explique como fondearla, pagarla, regularla. No importa, un ‘fondo semilla’, ya luego iremos viendo.
El PRI y el PRD ‘acompañarán’ (la belleza del lenguaje político para disfrazar sumisión y conveniencia) la reforma de pensiones, no sea que se los reclamen en las urnas.
El PAN sigue en la búsqueda de algo que pueda apoyar, para que no digan que rechazó todo.
Hoy tenemos un presidente que impulsa iniciativas de ley que violan la Constitución; legisladores jubilosos y serviles que se manifiestan prestos a apoyarla y votar ‘sin modificaciones ni comas correctivas’ su aprobación; partidos políticos temerosos de su desaparición por el rechazo de las mayorías, embobadas con una entelequia.
Todos dispuestos a participar en la comedia, a representar sus roles y su personificación de adalides de la patria, para no hablar del crimen desbordante, de la inseguridad que amenaza con destruir la vida cotidiana en ciudades y municipios, del crimen organizado que tomará control de procesos electorales, de obras de infraestructura fallidas y costosas, de tantos ditirambos y ocurrencias en la vida pública nacional.
Los partidos prefieren jugar a la representación, no sea que vaya a haber una factura en las urnas. MC califica de “politiquería distractora”, pero de todos modos juega; el PRI dice que hay que hablar de los problemas serios, pero también se sube al escenario de la comedia; el PAN afirma que va a “evaluar con toda atención” los proyectos, y permanece en escena.
Las reformas son un atentado a la democracia de México, con algunos celofanes y moñitos como los indígenas, y los vapeadores y otras ocurrencias del supremo para envolver lo substancial.
No se irá en blanco el presidente, conseguirá por lo menos la aprobación de la mitad de sus gracejadas.
Para decirlo con toda claridad: los indígenas ya están en la Constitución, la vivienda a los más pobres también, la salud universal gratuita la eliminó con la desaparición del Seguro Popular, los vapeadores son una estupidez producto de la ignorancia, y así todas y cada una, salvo las serias, las peligrosas: la política, la electoral, la judicial.
México vivirá la comedia bufa los siguientes 60 días —por lo menos— con el presidente haciendo lo que sabe: imponer agenda, dominar la discusión pública, disfrazar el fracaso de su gobierno.
Pobres candidatas, tendrán, como todos los demás, que pelear por su papel en la representación.