La Aldea

El secreto del éxito

Su habilidad para conectar con la gente en el lenguaje y los muchos kilómetros recorridos no le van a alcanzar a AMLO para cubrir las ineficiencias de su gobierno.

La evaluación del primer año de gobierno atraviesa inevitablemente por la figura presidencial. Pero no de forma única, sino también de su equipo de gobierno, colaboradores, gabinete. Después de muchos expertos consultados, en imagen pública, en economía, en política, existen líneas de análisis coincidentes.

Más allá de los números que arrojan las encuestas, en términos de una aprobación elevada a la persona del presidente, entre los 58 puntos en medición de algunas casas encuestadoras y 67 según los números de otras. Pero lo importante es que una mayoría de la población evalúa al presidente de forma positiva y exitosa.

Muchos apuntan hacia un desastre en la administración pública federal: graves errores de estrategia en materia energética; torpezas administrativas que han conducido a la debacle del sistema nacional de salud, con el desmantelamiento del Seguro Popular, sin un mecanismo operativo eficiente que lo sustituya (Insabi); sume a esto el total caos en materia de compra de medicamentos, sustitución de proveedores, distribución a clínicas y hospitales que ha producido el desabasto por todos conocido.

Pero agregue a este escenario una reforma educativa regresiva que otorga poderes inadmisibles a los sindicatos, auténticos detentores hoy del rumbo de la educación; una Unidad de Inteligencia Financiera convertida en el garrote que amenaza y persigue a los opositores (no hay ninguna investigación que involucre a algún seguidor, simpatizante de Morena) y que por si fuera poco, le mete el pie a la Fiscalía 'independiente' que recibe cándidamente recomendaciones del presidente; una CNDH despojada de su independencia y autonomía, con una presidenta elegida de forma ilegal y reclinada sin cortapisas al poder presidencial.

¿Quién podría considerar este rosario –es sólo una muestra– de desatinos, motivos para el éxito? En su sano juicio, nadie. Sin embargo, la seguridad del presidente es tal, que se permite ya la comedia como la rifa del avión, o su diatriba incesante contra opositores de todo tipo. ¿En qué radica dicha seguridad?

Dos elementos básicos apuntan los expertos: dominio absoluto del espacio comunicacional, su habilidad para conectar con la gente en el lenguaje, dicho refrán y 'cuqueo' de la semana, es incomparable. AMLO, lo hemos dicho ya –aunque moleste y enoje a sus detractores– es un portento de comunicación. No importa el tamaño de la crisis, el número de muertos, el desastre de una política de seguridad inexistente, la incapacidad probada de su secretario del ramo, López Obrador encuentra –hasta ahora– la forma de producir un 'viraje' a la información (el spin que dicen los americanos) para conducir la atención y las miradas a donde él desea. Lo importante no es su desaire grosero y frívolo a los familiares de las víctimas, el rechazo abierto a un aliado que lo apoyó en campaña (Javier Sicilia), la desvergüenza de defender la investidura cuando al día siguiente se presenta como el mayor vendedor de lotería. Lo relevante es que no afecta su imagen ni popularidad, insistimos, hasta ahora.

El segundo elemento es la calle. Los muchos kilómetros recorridos por Andrés Manuel en 20 años o más, que lo colocan muy por encima de cualquier político de su generación. Conoce a la gente, la ha tocado, entiende sus dolores y rencores, comprende cómo piensa, domina su lenguaje, respira lo mismo. Esa profunda sensibilidad popular, lo hace un líder difícil de vencer. ¿Por qué? Fácil: nadie más la tiene.

Entonces se desprenden dos reflexiones: ¿esto será eterno?, ¿sufrirá el desgaste lógico y natural del ejercicio del poder? Todos los teóricos y politólogos señalan que este momento de 'guajolote robusto en el corral' no durará para siempre. Se va a acabar, y la curva descendente tiene que ver con la segunda reflexión: por mucho verbo, promesa, diatriba, lección histórica imprecisa, perorata de atril, sermón de altar con moralina dominical, no va a alcanzar para cubrir las ineficiencias de su gobierno, las malas decisiones, la criminal irresponsabilidad de coleccionar incapaces en su equipo.

Revise usted el gabinete, Gobernación, Seguridad, Salud, Educación, Comunicaciones, todos seleccionados para que mande y gobierne uno y sólo uno: la concentración total del poder. Son figuras de relleno.

Entonces el secreto del éxito radica en su comunicación (ya amenazó con extender a los fines de semana su perorata matutina) directa con la gente, y en su incomparable capacidad de contactar con la población.

Esto se va a agotar inevitablemente, sobre todo cuando los nefastos resultados del dispendio en programas que no se miden y en obras inconclusas y faraónicas, el derrumbe del sistema de salud, el chantaje y control de los sindicatos, predominen en la escena política. ¿Y entonces qué? Ya será demasiado tarde para criticarlo o removerlo, porque será el amo absoluto del país y de todos sus poderes, o se verá forzado a radicalizarse como la historia demuestra.

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