La Aldea

Emergencia nacional

Antes del coronavirus, en este país ya había crecimiento cero, inversión paupérrima, cancelación de proyectos, recorte de presupuestos, rescate de un Pemex en quiebra técnica...

Durante las últimas semanas han aparecido en más de una ocasión voces 'tranquilizadoras' que afirman que no pasa nada y debemos tomarlo con calma. La primera y más distintiva, la del presidente de la República, que todavía este domingo abrazó y besó ostensiblemente a población abierta reunida en un mitin.

Banqueros, empresarios, que por su voluntad se empeñan en negar la realidad, afirman "no es para tanto". La semana pasada, con la realización de la Convención Nacional Bancaria le expresé a un alto directivo mexicano la irresponsabilidad que a mi juicio representaba la reunión en estos momentos. La respuesta fue "qué exagerado".

Hoy sabemos de casos positivos en la Convención, directivos y un alto funcionario del Banco de México ya registrados como contagiados.

La realización del Vive Latino el fin de semana con más de 60 mil asistentes, fue un acto de suprema irresponsabilidad. No sólo de las autoridades de la Ciudad de México, incapaces de prohibirlo y detener la concentración masiva. Grave la frivolidad de OCESA, que prefirió evitar las pérdidas económicas, que proteger la salud de muchos potenciales contagios.

La Conade se atrevió a difundir en redes, y aún más –para dejar evidencia de su torpeza e incapacidad–, a imprimir, un desplegado en diarios con un cartón animado que propone no evitar las reuniones, la asistencia a eventos y competencias. Suprema irresponsabilidad.

¿Qué es necesario que suceda en México para que nuestras autoridades comprendan la gravedad del tema? Negar que el Sistema Nacional de Salud carece de las herramientas y capacidades para enfrentar la crisis no los mueve a ordenar medidas más enérgicas.

Mensajes de España y de Italia, hoy paralizadas, en el intento de contener la expansión masiva de la pandemia, urgen a las autoridades mexicanas y sobretodo a las familias, a tomar conciencia del riesgo.

En México nuestro presidente exhibe talismanes y tréboles de la suerte, como conjuros contra un virus de rápida propagación, sin vacuna existente y mortal para varios segmentos de la población. Es la visión del siglo XIX frente a una enfermedad del XXI.

El problema de fondo en México radica en la línea de subsistencia, en los millones de mexicanos que tienen que salir diariamente a vender, comprar, transportar, servir, atender para poder subsistir. "Si no salgo no como", me repitió personal de limpieza en una oficina. Aquí es donde la labor del gobierno puede y debe ser fundamental: distribuir fondos masivos para permitir resguardar a la población de cuatro a seis semanas en sus hogares, que su subsistencia no esté en riesgo, que su alimentación esté asegurada, para salvar el mayor número de vidas. Acertada decisión distribuir por adelantado las pensiones a adultos mayores, es necesario incrementarla y extenderla. En esa línea deben estar las medidas del gobierno, en proteger a la población más vulnerable para que no tenga que salir a ganarse la vida.

Del daño económico se ha escrito suficiente. En estas mismas páginas, mis colegas economistas y financieros han hecho un esfuerzo por dimensionar el tamaño, la profundidad, la duración de la recesión global que la humanidad va a enfrentar.

Es difícil hacer pronósticos certeros, lo que es un hecho, es que deberíamos trabajar en planes de recuperación. Algo semejante al Plan Marshall después de la Segunda Guerra Mundial, para incentivar industrias y crear empleos masivos.

Si acaso por un milagro insospechado este gobierno decidiera hacer a un lado la política, cancelar la polarización y convocar un frente nacional para combatir la epidemia y sus terribles consecuencias económicas, tal vez el presidente podría por fin destrabar la inversión privada que a este país le urge. Hacer a un lado la ideología, los conservadurismos, el combate diario e inútil a otros grupos sociales, políticos y otras formas de pensamiento.

No se olvide para futuros fines políticos, que este país ya estaba en economía paralizada antes del coronavirus; no se olvide que ya había crecimiento cero, inversión paupérrima, cancelación de proyectos, recorte de presupuestos, rescate de un Pemex en quiebra técnica, construcción de una refinería que no necesitamos y que el mundo energético va a desechar en 10 años. No se olvide esto cuando la recesión destruya fuentes de empleo, produzca quiebras extendidas, y se achaque todo al virus. El gobierno tendrá entonces que echar a andar programas de financiamiento de rescate para millones de empleos en México. Ya hay propuestas de supresión, posposición de impuestos para este 2020.

Hace más de 60 años que el mundo no enfrenta una amenaza tan grave y sobre todo, tan extendida. Esto afecta a las economías desarrolladas y las que están en desarrollo; afecta a los países capitalistas y a los muy pocos comunistas que subsisten; afecta a los socialistas europeos, y a los latinoamericanos. La pandemia no reconoce régimen político o económico; aplasta los populismos, margina a los desarrollados, se burla de los grandes aparatos de salud. Es parejo, a todos y por todo.

¿Estamos ya en emergencia nacional?

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