La Aldea

Oscuro gobierno

La opacidad que ha caracterizado a la política mexicana encontró a su más destacado exponente: el gobierno de la cuarta transformación.

La prometida transparencia que se anunció al inicio de esta administración –como tantas otras– terminó en pura promesa. Rápidamente responderán los simpatizantes del gobierno: "¿Cuáles otras?, ¡todo se han cumplido!". Para sustentar el ejercicio de memoria, le comparto tres muy breves:

Los 500 mil millones de pesos de la corrupción seguimos sin verlos, sin encontrarlos y sin que se conviertan en un ingreso al erario, ya sea mediante la recuperación de patrimonio o fondos desviados, o mediante la cancelación de fugas notables. No hay nada de la 'estafa maestra', gran desvío de miles de millones; no hay nada de Odebrecht o de Pemex –todavía– y tampoco hay nada de las obras, contratos o concesiones otorgadas por el gobierno anterior.

El sistema de salud escandinavo es una dolorosa y lamentable herida en miles de familias mexicanas que han perdido a seres queridos, por la torpe e irresponsable gestión de la pandemia. No sólo no mejoró el sistema de salud con la desaparición del Seguro Popular, se convirtió en una desgracia incapaz de atender a la población. El Insabi es una entelequia inservible, sin estrategia, dirigencia y peor aún, sin presupuesto. La destrucción del aparato para la adquisición de medicinas ha producido una criminal desatención a los niños enfermos de cáncer y de otras enfermedades endémicas. Patético todo, desde el secretario hasta el 'Cantinflas' de todas las noches y sus reportes fantasiosos.

Se pacificará el país en seis meses. Pasaron esos primeros seis, luego los segundos y después el tercer semestre consecutivo. Resultado, miles de muertos, un Estado que no combate al crimen organizado en pleno apogeo y desafío a la seguridad nacional, el desmantelamiento de la Policía Federal de forma absurda y caprichosa, y el abandono lastimoso de las policías municipales y estatales. La falta de estrategia ante la ocurrencia de los "abrazos y no balazos" nos tiene sumidos en la más grave violencia de las últimas dos décadas. Los policías tienen que comprar sus uniformes y equipo con sus propios salarios.

Pero íbamos a hablar de transparencia, otra tarea olvidada.

Si usted pregunta a las oficinas responsables, a los órganos de información o transparencia acerca de la Guardia Nacional, cuántos elementos finalmente se reclutaron, cuántos faltan, dónde están destacados, qué tareas desempeñan, qué presupuesto tienen asignado, la respuesta es….. NADA. No hay números, no podemos saber con precisión qué hace la corporación militar –que no es militar- depositaria de toda la esperanza para pacificar al país. Ningún solo dato está disponible.

En semanas recientes, a partir de un reclamo extendido por academias médicas y por sectores universitarios en torno a la perniciosa entrada de 578 –creemos– médicos cubanos a México, se pidió información sólida a la Secretaria de Salud, al IMSS, a Gobernación, a la cancillería. ¿Qué cree usted? NADA. Sólo la habilidad burocrática de pasarse la bolita de una dependencia a otra. Dónde están asignados, están trabajando en la crisis del Covid, bajo qué supervisión, porque se permite la flagrante violación de la ley. Debe usted saber que para el ejercicio clínico de la medicina en México (como en casi todo el mundo) hace falta contar con una licencia, expedida por la autoridad, para atender pacientes. NADA. Nadie sabe dónde están, qué hacen, ni para quién.

De la célebre, multicitada y muy rentable pseudolucha contra la corrupción, encontramos en diferentes registros del portal de compras del gobierno y de informes muy oscuros de la Secretaría de Economía, que cerca de 78 por ciento de los contratos firmados por este gobierno con particulares, han carecido por completo de licitaciones y concursos de ley para encontrar a los mejores postores en el mercado. Son asignados por el mecanismo de adjudicación directa, es decir, en palabras llanas, el dedo a quien señale el funcionario responsable de entregar el contrato.

¿Cómo se llama todo esto? Opacidad. Un gobierno que prometió ser un ejemplo de transparencia y honestidad, es de facto uno que toma y asume acciones al margen de la ley, en contra de lo establecido por normas y procedimientos de la administración pública federal y en beneficio, ¿de?.... Ciertamente no de la ciudadanía.

Otro ejemplo penoso de opacidad y manejo político de la información y la justicia. El señor presidente dijo el martes en su show de la mañana, que Emilio Lozoya ya había declarado y había revelado "nombres importantes de políticos y funcionarios". Resulta que es falso, porque el señor Lozoya, según el reporte oficial, estaba a punto de entrar a quirófano para corregirle una hernia esofágica. Además, ¿por qué informa el presidente y no el fiscal?, ¿no era independiente? Pedimos entrevista a la Fiscalía y la respuesta fue: no hay nada nuevo que informar. Pero el titular del Ejecutivo hace uso circense del caso –violando el debido proceso que exige secrecía- desde su tribuna palaciega y nos engaña una vez más.

La opacidad que ha caracterizado a la política mexicana encontró a su más destacado exponente: el gobierno de la cuarta transformación.

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