La semana pasada anticipaba que, en el segundo debate, Xóchitl Gálvez adoptaría nuevamente una postura ofensiva, esperando finalmente desequilibrar a Claudia Sheinbaum. A mi juicio, la candidata oficial no tendría razón para cambiar su estrategia y Jorge Álvarez Máynez mantendría su enfoque, pero intentaría posicionarse más claramente en contra de Gálvez.
Lo que observamos el domingo fue que Álvarez Máynez no atacó a Gálvez como yo preveía. Supongo que esperaba ataques frontales entre las candidatas y optó por destacarse con propuestas. Las estrategias de las candidatas resultaron ser las esperadas, aunque con resultados muy distintos esta vez.
La gran diferencia fue la ejecución efectiva del plan de Gálvez, quien se mostró más natural y suelta, con buen manejo del tiempo, lanzando dardos certeros y bajando los temas a la cotidianidad de la calle. Sheinbaum fue básicamente la misma, pero a veces se le veía incómoda e incluso enojada. Gálvez mejoró notablemente y Sheinbaum deslució un poco, por lo que, en mi opinión, Gálvez se llevó este segundo debate.
En los programas en medios con representantes de las campañas, el equipo de Gálvez mostró una energía muy distinta a la del primer encuentro. Esta vez llegaron a la ofensiva, repitiendo los ataques de su candidata y señalando las evasivas de Sheinbaum.
Ahora la gran interrogante es si el triunfo de Gálvez y el renovado vigor dentro de su campaña serán suficientes para alcanzar e incluso superar a la candidata oficial.
Varios factores juegan en su contra. El registro histórico muestra que solo en 2006 se le puede atribuir a un debate presidencial un impacto en las preferencias y eso porque Andrés Manuel López Obrador decidió ausentarse del evento. Además, la polarización social ha llegado a un punto en que las creencias, opiniones y emociones de un gran segmento de la población parecen inamovibles.
En este contexto, el promedio de encuestas de Oraculus no muestra grandes cambios en las preferencias electorales. De enero a abril, Sheinbaum perdió 5 puntos porcentuales, mientras que Gálvez y Álvarez Máynez ganaron 4 y 2 puntos respectivamente. El avance de Gálvez ha sido de apenas más de un punto porcentual por mes.
Y por supuesto, está el hecho incontrovertible de que el terreno electoral está disparejo. El presidente está metido de lleno en el proceso y los gobiernos de Morena operando a favor de su candidata.
No obstante, también existen factores que podrían beneficiar a la candidata opositora. Para comenzar, una parte del electorado, aunque ya conocía a Gálvez, no había tenido muchas oportunidades de verla en acción. A diferencia del primer debate, la impresión que dejó en esta ocasión fue mucho mejor, lo que podría despertar interés y simpatía entre los electores. Esto se debe especialmente a que es la primera vez que la candidata se muestra decidida a ganar, exhibiendo fuerza y coherencia, cualidades esenciales para apuntalar su candidatura presidencial. Según el INE, este debate atrajo más audiencia que cualquier otro desde 1994.
Además, hay un grupo de electores que todavía podría cambiar su decisión de voto. Según una encuesta de EL FINANCIERO, el 25 por ciento de los que vieron el primer debate afirman que ya decidieron su voto, pero todavía podrían cambiarlo. Entre quienes no vieron el debate, pero se enteraron de lo ocurrido, el 56 por ciento está en esa situación.
Otros asuntos que también podrían jugar a favor de la candidata opositora son las dinámicas en las elecciones locales, revelaciones periodísticas o eventos imprevistos de alto impacto adversos a la 4T. Pero todo eso está fuera del control de ella y su equipo.
Lo que depende de la candidata Gálvez es mantener sin titubeos y con consistencia el impulso que le ha dado este segundo debate, algo que no ha logrado a lo largo de la campaña. Necesita cambiar rápidamente la percepción, muy extendida, de que Sheinbaum va a ganar. Más electores piensan hoy que la candidata oficial triunfará que los que dicen que votarán por ella.
Para contrarrestar esa idea, Gálvez debe mantener viva la percepción de que está en la competencia, asegurando que los partidos que forman su alianza se mantengan unidos y motivando a sus simpatizantes a salir a votar. Para ganar, también necesita convencer a los indecisos y a algunos electores que gravitan en torno a otras candidaturas de que es una buena opción y que puede ganar.
El reto para la candidata opositora es mayúsculo. No hay precedente en elecciones presidenciales de un candidato que haya logrado remontar una diferencia tan amplia en las encuestas en tan poco tiempo, como la que Gálvez necesita superar para ganar. Si logra mantener el impulso que le proporcionó el segundo debate, no dudo que sume puntos y su candidatura se vuelva más competitiva. Sin embargo, todavía tiene mucho terreno que recorrer y el tiempo se está agotando.