Desde el otro lado

México y Estados Unidos: democracias en riesgo

México está en un proceso de ‘autocratización’ y se ubica en el lugar 101 dentro de las democracias liberales. EU está en el lugar 20.

En las elecciones del 2 de junio se juega nada menos que el futuro de nuestra democracia. Claudia Sheinbaum, en sintonía con el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha dejado claro que no le interesa fortalecer las instituciones que, a lo largo de décadas, se han construido para representar la pluralidad política, garantizar la alternancia y evitar abusos de poder. En su lógica, lo importante es un liderazgo fuerte que interprete y promueva los deseos de esa parte de la sociedad a la que llaman ‘pueblo’.

En Estados Unidos, el posible regreso de Donald Trump a la Presidencia plantea un riesgo parecido. Desde su primer mandato y, sobre todo, tras su fracaso en reelegirse en 2020, Trump ha mostrado un claro desprecio por las normas y principios que sustentan la democracia representativa en ese país. Trump ha dicho que quiere tener la capacidad de hacer “lo que se me antoje como presidente”, por lo cual ya tiene un plan para centralizar el poder en sus manos.

El plan de Trump apunta en la misma dirección que las reformas propuestas por López Obrador el 5 de febrero pasado. Sin embargo, los riesgos que representa la continuación de la 4T en la persona de Sheinbaum frente a los que implica el regreso de Trump a la presidencia no son los mismos. En el plano personal, el riesgo que enfrenta Estados Unidos es mayor, pero en otro plano, tal vez más importante, que es el institucional, México está en una posición mucho más delicada.

Un estudio reciente sobre los riesgos del populismo proporciona evidencia clara de que bajo ese tipo de gobiernos “el liberalismo, la deliberación y la integridad electoral se erosionan” (ECPR, The relationship between populism and different models of democracy, octubre 2022). Las características de los liderazgos y el contexto institucional mitigan o amplifican esos riesgos. El estudio encuentra, por ejemplo, que cuanto menos afianzadas están las instituciones democráticas, mayor es el impacto potencial del populismo.

Pero comencemos por el plano personal. En este aspecto, el riesgo que representa Trump me parece significativamente mayor que el de la continuación de la 4T si Sheinbaum triunfa en las elecciones. Basta recordar algunos de los dichos de Trump, como su deseo de ser un “dictador por un día” o su intención de procesar a sus oponentes si es electo. También está la incitación al ataque violento del Capitolio y su exaltación de líderes como Viktor Orbán, Vladímir Putin y Xi Jinping.

El perfil que ha dibujado Sheinbaum todavía no está acabado. Pero no queda duda de que avala las propuestas del presidente que limitarían aún más la independencia de los otros poderes, debilitarían las instituciones electorales y reducirían los espacios de representación para las oposiciones. También ha quedado claro que Sheinbaum no escucha a la oposición ni a sus seguidores, a quienes considera moralmente derrotados.

Sin embargo, no plantea perseguir con el poder del Estado a sus oponentes ni juega con la idea de la violencia como lo ha hecho y sigue haciendo Trump. No creo que sus modelos de liderazgo sean los autócratas que admira Trump, aunque aún no está claro qué referentes tiene Sheinbaum más allá de López Obrador. Si ese es su modelo único, podemos esperar que Sheinbaum siga la ruta de centralización del poder ya delineada por el presidente.

En el plano institucional, sin embargo, la inclinación autocrática de Trump se enfrentaría, como ya lo hizo durante su primer mandato, a instituciones y prácticas democráticas mucho más enraizadas que las de México. Nuestra democracia es mucho más joven y, en lo que va del sexenio, se ha ido erosionando. De acuerdo con el reporte anual 2024 del V-Dem Institute, México está en un proceso de ‘autocratización’ y se ubica en el lugar 101 dentro de las democracias liberales. Estados Unidos está en el lugar 20 en ese grupo.

Las instituciones democráticas en Estados Unidos mostraron una gran capacidad para resistir los impulsos autoritarios de Trump. Varias de sus propuestas más radicales fueron frenadas por las cortes y otras tantas quedaron empantanadas en el Congreso. Esto contrasta con la facilidad con la que López Obrador ha minado la autonomía de los organismos autónomos, debilitado al INE, colonizado a la Suprema Corte, expandido la participación de las Fuerzas Armadas en diversas áreas de gobierno y eliminado fideicomisos públicos.

En estas condiciones, un militante más de la 4T en la Suprema Corte o un gobierno unificado de Morena y sus aliados después de esta elección haría prácticamente inservibles los pesos y contrapesos que exige una democracia. El eventual triunfo de Trump también debilitaría una posible fuente de presión sobre México en temas fundamentales como el respeto a los derechos humanos y las instituciones democráticas. Sin contrapesos internos o externos, el resultado predecible sería el retorno de una presidencia imperial, aún más formidable que la de la época ‘dorada’ del PRI.

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