Claudia Sheinbaum llega al poder con el respaldo de más de 35 millones de votos y una mayoría calificada en la Cámara de Diputados, estando muy cerca de obtenerla también en el Senado. Esa cantidad de votos y esa fuerza en el Congreso de la Unión no las tuvo ni AMLO. El tsunami electoral del 2 de junio fue aún más potente que el de 2018. Sin embargo, Sheinbaum no será la presidenta todopoderosa que esos números podrían sugerir, pues enfrenta realidades económicas y políticas que limitarán su capacidad de acción.
Morena y sus aliados arrasaron con la oposición, que quedó diezmada. El PRD y el PRI parecen estar en proceso de extinción; no sería sorprendente que varios de sus legisladores se unan al campo oficialista conforme inicie la nueva legislatura. Lo que queda del PAN podría reinventarse, pero requiere de una sacudida fuerte y nuevos liderazgos. Habrá que ver si surge una nueva oposición en los próximos años.
El presidente López Obrador y su movimiento pasaron por encima de los medios y los críticos. Aunque esas opiniones serán examinadas cuando se escriba la historia de este sexenio, lo cierto es que en la coyuntura electoral no tuvieron impacto. En un México polarizado, los críticos terminaron hablándose entre ellos mismos y a su grupo de seguidores. Su labor es esencial, pero enfrentan el gran desafío de conectar con un público mucho más amplio para aspirar a ser un verdadero contrapoder.
Ni siquiera la ‘marea rosa’ impactó las percepciones del grueso del electorado. En este espacio escribí en el contexto previo de una de esas marchas que, por masiva que fuese, no creía que el presidente la tomaría en cuenta y que su impacto social sería mínimo, pues los campos políticos ya estaban bien definidos y las opiniones cristalizadas. El presidente, su candidata y su movimiento ignoraron estas marchas, como también lo hizo la mayoría de los electores.
Sin embargo, ese arrastre no equivale a un poder sin límites. Aun con mejores resultados electorales, el poder de la presidenta Sheinbaum estará aún más acotado que el del presidente López Obrador. Los límites no serán institucionales, sobre todo si avanza el plan C, como quiere el presidente, quien ya expresó que buscará coordinarse con Sheinbaum para implementar la reforma al Poder Judicial antes de terminar su mandato.
Las limitaciones del poder que enfrentará la presidenta Sheinbaum son de otra naturaleza. Hemos observado ya la reacción de los mercados y cómo, en coordinación con el presidente López Obrador y su secretario de Hacienda, la presidenta electa Sheinbaum actuó rápidamente para contener la depreciación del peso y la caída de la bolsa de valores. La perspectiva de un gobierno de izquierda, sin contrapesos, con una agenda de reformas orientada a concentrar el poder en la Presidencia, mina la confianza de los inversionistas y genera incertidumbre en los mercados. Si las reformas del Poder Judicial, el INE, INAI y otras avanzan sin modificaciones, el panorama económico del próximo gobierno podría complicarse enormemente. Ya vimos este jueves cómo se movió el peso cuando se anunció que la reformas van. Ignorar esta realidad sería un grave error.
Por encima de las realidades de los mercados, están las dificultades para mantener unidos a los diversos grupos dentro de una coalición que hasta ahora solo reconocen como líder al presidente López Obrador. El uso de la tómbola para elegir candidatos, la integración de listas con representantes de distintas facciones de Morena y la suma del PVEM y del PT a la alianza gobernante han creado una amalgama de intereses y posiciones que resulta muy difícil de conducir. Dentro y fuera del Congreso, Sheinbaum tendrá que liderar a diversos grupos, desde los que responden a Adán Augusto, a Marcelo Ebrard, a Martí Batres, a Citlalli Hernández, a Jesús Ramírez, o a Clara Brugada, entre muchos otros. Particular dificultad representarán los más duros de esos grupos, que se impusieron con Brugada en la CDMX.
La oposición vendrá desde adentro. Sheinbaum no tiene todavía capital político suficiente para imponerse y necesitará a López Obrador para maniobrar e impulsar su agenda. La gran duda es si López Obrador será una ayuda para la nueva presidenta, o si, más bien, seguirá imponiendo su visión. La decisión sobre Brugada en la CDMX, el megaproyecto de reformas constitucionales del 5 de febrero y el anuncio de que quiere impulsar la reforma al Poder Judicial antes de que acabe su mandato, son señales que sugieren que estará pensando más en él que en la nueva presidenta.
Habrá que ver si, ya con la banda presidencial en el pecho, la presidenta Sheinbaum consolida su poder, establece su liderazgo dentro del movimiento y toma distancia de López Obrador en el ejercicio del gobierno. Es un reto formidable y de pronóstico reservado.