El gobierno de Claudia Sheinbaum apenas inicia, pero ya los analistas escrutan cada palabra, gesto o anuncio de la Presidenta, buscando anticipar si su mandato será una mera extensión del de López Obrador o si imprimirá su propio sello. Algunos ya presentan ‘evidencias’ de que estamos presenciando el séptimo año del gobierno de López Obrador, mientras que otros aseguran tener las ‘pruebas’ de que estamos ante algo muy distinto.
Gran parte de lo que se ha dicho y escrito sobre el tema gira más en torno a López Obrador que a la propia Presidenta. Esto se debe, en buena medida, a que este ejercicio de anticipación está teñido por las filias y fobias que provoca el expresidente. Algunos desean no volver a saber nada de él y piden un cambio inmediato, para que se acabe la pesadilla. Sus seguidores, en cambio, prefieren que todo permanezca igual y buscan certezas de que así será.
Si nos limitamos a lo observado en estos primeros tres días de gobierno, que se reducen a palabras y gestos, ambos argumentos pueden sostenerse. En favor de la continuidad, destacan las numerosas y elogiosas referencias de la presidenta a su antecesor, un discurso que ignora a la oposición, los ataques a Calderón y Zedillo, la mención de un “diálogo circular” y el uso a conveniencia de datos en la nueva mañanera, que recupera la sección de ‘quién es quién en las mentiras’, aunque con otro nombre, e incluso la forma en que visitó Acapulco. Todo ello, se dice, es prueba de que sigue fielmente el manual del tabasqueño.
Por otro lado, están las frases de Sheinbaum en tono de despedida dirigidas a López Obrador, el papel central que han tenido las mujeres tanto en su discurso como en la mañanera, y el énfasis en temas como el cuidado del medio ambiente, las energías limpias y la gestión del agua. También se subraya el tono sereno y menos confrontativo de las mañaneras, así como el saludo a la ministra Norma Piña durante la toma de posesión, en marcado contraste con los desplantes y el estilo de su antecesor.
Estas señales de cambio no son meramente cosméticas. Sheinbaum no es una réplica de López Obrador; no es populista, ni necesita estar agrediendo y dividiendo constantemente. Además, su formación como científica le da una visión mucho más moderna de la gestión pública y del mundo. Es imposible imaginar a López Obrador hablando de nearshoring, igualdad sustantiva o energía fotovoltaica.
Con todo, ninguna de estas señales indica un abandono del proyecto de la cuarta transformación, ni mucho menos un rompimiento con López Obrador. Quienes esperan eso tendrán que seguir esperando, y no por poco tiempo. Por su parte, aquellos que lo exigen, pero en realidad confían en que no sucederá para así desacreditar a la Presidenta, seguirán teniendo mucho material para atacar. Lo cierto es que estamos ante la continuación del proyecto político, lo que no significa que no haya diferencias, ni que las circunstancias no puedan obligar a la Presidenta a replantear el rumbo.
Tomados en conjunto, los elementos que cada lado usa para sostener sus posiciones apuntan mucho más hacia la continuidad que hacia la ruptura. Además, no hay que olvidar que existe una relación personal y una visión compartida entre Sheinbaum y López Obrador, con una larga historia que nos permite anticipar, con absoluta certeza, que no está en los planes de la presidenta dar un giro en dirección contraria a la que siguió López Obrador, por mucho que eso sea el deseo de quienes no apoyan la 4T. Está también, por supuesto, el éxito político del expresidente y su indiscutible liderazgo dentro de Morena. ¿Qué razón habría, en este contexto, para cambiar el rumbo o embarcarse en una pelea política de pronóstico reservado?
Lo que hemos visto hasta ahora y lo que podemos anticipar es lo esperado. Nada de lo ocurrido me parece sorprendente, y tampoco lo será que en el futuro sigamos viendo la continuación del proyecto político iniciado por López Obrador, aunque ahora con el sello de Sheinbaum. La forma de gobernar y los énfasis en las políticas públicas reflejarán su visión personal.
Un viraje más drástico me parece poco probable, aunque no imposible. Incluso las mejores relaciones pueden tensarse cuando se enfrentan a las pruebas del poder, por lo que no es descartable que, en algún momento, la Presidenta choque con su antecesor. La realidad también podría imponerse, y si llega en forma de una crisis económica, Sheinbaum podría verse obligada a replantear el rumbo, dejando atrás algunos dogmas de la 4T.
Pero estas son solo especulaciones. Lo cierto es que, por ahora y hasta donde se alcanza a ver, la cuarta transformación sigue su marcha, sin que nadie la detenga. Unos porque no quieren, otros porque no pueden.