Desde el otro lado

Trump, de nuevo

La elección en EU se está reduciendo a una disyuntiva entre el temor a lo que Donald Trump representa y el rechazo a la continuidad que Kamala Harris encarna.

Faltan 11 días para la elección en Estados Unidos y, como en ciclos anteriores, Donald Trump se ha vuelto a colocar en el centro de la conversación. Desde que Kamala Harris asumió la candidatura y hasta el debate presidencial, logró desplazarlo de esa posición. Durante esas semanas, Trump se mostró desorientado, sin saber cómo enfrentar a una rival inesperada. Harris recuperó el terreno perdido por Joe Biden y llegó a superar a Trump en las encuestas, tanto a nivel nacional como en estados clave como Wisconsin, Michigan y Pensilvania.

La situación parece haber dado un giro en las últimas semanas. Digo, parece, porque es cierto que, según las encuestas, Trump ha logrado recortar la ventaja de Harris en esos estados y, además, ampliar la que tenía en Arizona y Georgia. Sin embargo, ni Harris en su mejor momento, ni Trump ahora han mostrado ventajas claras más allá de los márgenes de error típicos de las encuestas. Si nos guiamos por el promedio de encuestas, la contienda está empatada.

Es imposible saber si las encuestas están subestimando a Trump, como ocurrió en 2016 y en 2020, pero esos antecedentes generan la percepción de que un empate en las encuestas es una buena noticia para el republicano. En parte por eso, Nate Silver, uno de los expertos más destacados en estadística y encuestas, escribió este miércoles que su instinto, que no es más que una “vibra”, le dice que Trump ganará la elección. En realidad, como el mismo Silver lo aclara, esa vibra no tiene sustento empírico.

La vibra de Silver tiene que ver no tanto con las encuestas en sí mismas, sino con el lugar central que Trump ha vuelto a ocupar en los medios y la conversación pública en poco más de un mes. Trump optó por ser Trump y pasó por alto los consejos de sus asesores, quienes le pedían evitara la estridencia y se concentrara en la economía y la migración.

Una vez más, sus posiciones extremas, retórica violenta, procacidad y visiones apocalípticas están en el centro de la elección. Lo que más resuena en redes y medios de comunicación son las provocaciones, declaraciones incendiarias u ofensivas, o desplantes de Trump. Ya sea que bailó por más de media hora en lugar de contestar preguntas en un evento, habló sobre los genitales del golfista Arnold Palmer o llamó a Harris una vicepresidenta de “mierda”.

También se comentan las revelaciones periodísticas sobre Trump que se publican diariamente en los medios. La más reciente, publicada en The Atlantic, señala que, según John Kelly, quien fue jefe de la Oficina de la Presidencia, Trump habría dicho que necesitaba el tipo de generales que tenía Hitler. Su campaña ha negado que Trump haya dicho algo así.

Incluso Harris, que al inicio había decidido minimizar a Trump diciendo que no era un hombre serio, ahora lo tiene en el centro de su estrategia. En sus eventos, es cada vez más común que muestre fragmentos de las declaraciones más polémicas de su oponente e insista en que es inestable y desequilibrado. Así, por ejemplo, una de las noticias más destacadas de este jueves no se centra en las propuestas de la demócrata, sino en que lo llamó fascista.

Lo que revela este giro en la estrategia es que la idea de darle la vuelta a la página, enfocarse en el futuro y mostrarse optimista no ha tenido la tracción que los estrategas demócratas esperaban. La última encuesta del Financial Times muestra que, en el tema del manejo de la economía, la mayoría de los estadounidenses confía más en Trump. El plan para una “economía de las oportunidades”, que incluye numerosos programas y apoyos especialmente dirigidos a las clases medias, no ha logrado calar como seguramente lo esperaban. Será difícil que lo haga, pues queda poco tiempo y Trump acapara la atención.

Lo sorprendente es que, aunque todo lo que atrae la atención hacia Trump parecería suficiente para descalificarlo, una vez más está en la antesala de la Casa Blanca. En parte, porque hay un electorado profundamente trumpista, que le aplaude todo. Sin embargo, lo que realmente le da una posibilidad de triunfo es que ha ampliado sus intenciones de voto más allá de su base fiel. A su favor, están las evaluaciones mayoritariamente negativas de la gestión del gobierno de Biden, del que Harris no puede distanciarse. También le favorecen la percepción de descontrol en la frontera y el descontento con la inflación.

Al final, la elección se está reduciendo a una disyuntiva entre el temor a lo que Trump representa y el rechazo a la continuidad que Harris encarna. La publicidad de la demócrata está dirigida a reafirmar que Trump es una amenaza para el futuro, mientras que la del otro lado se enfoca en presentar negativamente el pasado de Harris. En menos de dos semanas, sabremos qué inquietud pesa más para ese sector del electorado que definirá la elección. Lo que es un hecho es que, mientras hace poco más de un mes las ‘vibras’ estaban con Harris, hoy parecen estar con Trump, quien, una vez más, marca el ritmo de la contienda.

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