Sobremesa

¿Por qué me arrodillé?

Lourdes Mendoza conversó con Ana Paula Castillo, hija de Alejandra Cuevas, quien lleva 472 días en Santa Martha Acatitla a pesar de que, cuando la detuvieron, estaba amparada.

Así me lo platicó Ana Paula Castillo, hija de Alejandra Cuevas, quien lleva 472 días en Santa Martha Acatitla a pesar de que, cuando la agarraron, estaba amparada. Después de ver el video cuando se arrodilla, establecimos contacto para entrevistarla y esto es lo que nos contó…

11 de enero 2022

Llegué a la Ibero, donde el ministro presidente de la SCJN, Arturo Zaldívar, impartiría la conferencia La gran reforma judicial del año 2021.

Bajé las escaleras y entré al auditorio, el corazón me latía a una velocidad vertiginosa. Mis hermanos y mi papá estaban sentados en la segunda fila y la idea era que, al finalizar la conferencia, mi hermano Alonso, en la sección de preguntas y respuestas, le expondría el caso al ministro Zaldívar, ya que habían pasado más de 60 días desde que la Corte atrajo el expediente a petición del fiscal.

Desde ese día, 9 de noviembre de 2021, mis hermanos y yo hemos presentado siete oficios, y lo único que recibimos ha sido un silencio sepulcral, como el que habita en mi alma desde el arresto ilegal de mi mamá, Alejandra Cuevas Morán –Ana Paula se quiebra, llora, pero continúa–. De nada sirvió su inocencia, ni el amparo que la protegía, pues cuando Gertz Manero te persigue, la ley desaparece, no existe. En esta barbaridad jurídica también participaron policías, ministerios públicos y funcionarios de la CDMX, de Sheinbaum, quienes violaron el debido proceso y cometieron delitos federales para arrestar a mi mamá. Ese día, mi hermano Gonzalo iba con ella cuando la subieron a un auto que no era una patrulla.

Ana Paula Castillo. (Especial)

El dolor más grande de mi vida

La conferencia inició y cada palabra estallaba en mis oídos. Hablaron de derechos humanos, de la aplicación de la ley, la fuerza de la Constitución, el respeto al Estado de derecho y, mientras escuchaba, un volcán emocional crecía en mis entrañas, las cuales hoy tengo destrozadas.

¿Derechos humanos? ¿Respeto a la ley? ¿Estado de derecho? Conceptos utópicos, porque en la práctica, al menos en nuestro caso, son letra muerta, nadie me lo contó, lo estoy, lo estamos viviendo, –mi madre, mis hermanos, mi papá, mi yaya (abuela) y mis tres hijos.

Me faltaba el aire, entre el tapabocas y la impotencia de verme ahí, rodeada de alumnos que escuchaban lo que todos buscamos: un país con justicia.

Zaldívar destacó que la defensoría pública es algo muy trascendente, pues no se podrá tener una justicia diferente mientras la gente más humilde no tenga una defensa de calidad, y tiene toda la razón. Pensaba en las compañeras de mi madre, en las historias que nos cuentan, en los expedientes que nos entregan y por los que constatamos el abandono generalizado de sus familias, por los defensores de oficio que no se dan abasto y por la sociedad; son, como dice mi madre, mujeres invisibles.

Zaldívar, además, hizo énfasis en que los jueces deberían estar más comprometidos con la gente, tener mayor sensibilidad social y humana, y mientras lo escuchaba, pensaba en la jueza 67 que dictó el auto de formal prisión en contra de mi mamá, el 19 de octubre de 2020, sabiendo que tenía un amparo; también recordé al magistrado de la Cuarta Sala Penal de la CDMX, que de 28 agravios que presentó la defensa de mi madre, analizó sólo cuatro y cometió un sinnúmero de irregularidades para mantenerla en Santa Martha. Dichas anomalías fueron exhibidas por la jueza Patricia Marcela Díez Cerda, quien otorgó los amparos a mi abuela y a mi madre, que el fiscal impugnó

La hora de la verdad…

La ponencia terminó y de inmediato sentí taquicardia, al ver a mi hermano Alonso pararse de su lugar y caminar al micrófono para exponer el caso, como lo habíamos planeado durante las preguntas y respuestas.

Y así comenzó a narrar nuestra pesadilla. Mientras lo hacía, observaba a mi papá, de casi 80 años, y a mi hermano Gonzalo. Sentía que el corazón se me iba a salir. Aunque late, lo tengo muerto. Así, Lourdes, muerto, desde que mi ma está en la cárcel.

Ana Paula Castillo. (Especial.)

Y así, sin más, sin haberlo planeado…

Me paré de la silla y comencé a grabar con mi celular, caminé hacia la mesa del ministro, mientras todos escuchaban a mi hermano y le arrebaté la palabra:

-¿Dónde está la justicia, dónde están las leyes? No hay nada, ministro. ¿Si fuera tu mamá, qué harías?

Al preguntarle al ministro, ante el silencio del auditorio, un vértigo que nunca había sentido se apoderó de mí, y ante esta desesperación que nos está matando a todos, me hinqué y llorando le pregunté:

-¿Qué harías tú? ¿Dónde están las leyes? Esto no puede seguir, soy mamá de tres hijos.

Me levanté y como un reflejo involuntario, di un golpe a la mesa y continué manifestando que estoy aterrada porque no existen las leyes, mi mamá no hizo nada y está en la cárcel, y como una reacción instintiva, volví a hincarme para suplicar clemencia.

¿Por qué me arrodillé?

No lo sé. Mi papá al salir me regañó, pero pues me ganó la frustración, el dolor, el silencio y el miedo. Lo hecho, hecho estaba. Después nos enteramos de un sinfín de muestras de cariño de la gente que vio el video –por primera vez, en más de dos horas que duró la entrevista, Ana Paula sonrió–. Sí, vivo, vivimos con miedo por las amenazas de muerte que recibimos, pero no hay forma de que dejemos a nuestra madre en Santa Martha. La amo y la extraño todos los días.

El presidente de la SCJN contestó que cada ministro “votará de acuerdo a las constancias del expediente que tengamos. Mi familia tiene confianza en la justicia de la Corte”.

Sólo nos queda confiar y seguir dando la batalla, mi mamá lo merece.

Ana Paula Castillo Cuevas.

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