El domingo pasado la sociedad mexicana eligió a AMLO, quien encabezará el gobierno por los siguientes seis años. Es, sin duda, una nueva prueba para nuestra democracia. Es indiscutible que en la decisión de los electores fueron parte los candidatos AMLO, Meade, Anaya y El Bronco, así como sus propuestas y los partidos que los postularon: Morena, PT, PES, PRI, PAN, PRD, NA, Verde.
Por supuesto que también pesó su estado de ánimo y sus expectativas.
Por lo mismo resulta imposible ignorar el malestar que prevalecía entre la población, por razones que van desde el desprestigio de la clase política y de los partidos, en razón de los numerosos y bien documentados casos de corrupción e impunidad, pasando por los excesos cometidos por los personajes públicos y sus familiares, amigos y colaboradores, hasta el distanciamiento de gobernantes y servidores públicos respecto de la población, y la falta de compromiso y de pasión para cumplir con las tareas que se tienen asignadas. Todo lo anterior dio como resultado casi el total desinterés de la sociedad por la política y los asuntos colectivos. ¿A poco no? Ya sé que me dirán que pasa lo mismo en el mundo y México no fue la excepción.
En la Constitución, el artículo 3º recoge los criterios que deberán orientar la educación y, entre otros, se señala con claridad su sentido democrático, "considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo". Así pues, la democracia no inicia, pero tampoco concluye en las urnas o en las campañas electorales, a pesar de que se trata de una de sus expresiones más concretas.
Pero ojo, la democracia requiere de demócratas y de instituciones democráticas, e igualmente del entramado jurídico y normativo necesario. En el país se ha hecho una inversión importante, a lo largo de las últimas décadas, para contar con las mejores posibilidades en materia de democracia electoral.
Por ello, debemos resaltar la actitud democrática y civilizada de Meade y Anaya, y principalmente la del presidente EPN que, como jefe de Estado, no se involucró en el proceso; tan fue así que en una actitud caballerosa, democrática y civilizada, el candidato triunfante, AMLO, lo destacó y lo elogió.
En contraste, durante los últimos meses, a lo largo del proceso, hemos sido testigos de la forma en la que se desarrollaron las precampañas y campañas, de la manera como se han conducido los candidatos y sus estructuras, de los debates sostenidos, pero también de la guerra sucia para combatir y desacreditar a los contendientes, a sus partidos y a los gobiernos en los que han servido.
A pesar de todo, el tiempo de los ciudadanos llegó
Tocó a millones de mexicanos reflexionar sobre la decisión que tomaron y plasmaron en las boletas electorales. La gran participación que hubo implicó un respaldo en la misma proporción para quien resultó electo. Aunque me dirán que es lugar común, es válido sostener que lo que se decidió será la marcha del país; que lo que estaba en juego era el destino de la nación. Muchas generaciones han hecho posible que tengamos el derecho de decidir el rumbo, ahora nos tocó a todos hacer nuestra modesta contribución. Hicimos lo que nos correspondía y observamos uno de los principios cívicos fundamentales, ayudando así a la reivindicación de la política en su esencia más pura y clásica: poner en el centro del origen y del punto de destino al bien común, a la búsqueda del beneficio de la comunidad por encima de los intereses personales o de grupo. Es cierto que la reivindicación de la política pasa por el ejemplo de los líderes, pero también por el compromiso y la participación de la comunidad.
En la tarea no basta...
Con el ejemplo de gobernantes honestos o incluso de todo un gobierno honrado. Reivindicar a la política es una labor que requiere de una sociedad respetuosa de la ley, como forma de convivencia; de un empresariado dispuesto a generar riqueza para compartirla con todos; de medios de comunicación que encuentren en lo bueno los motivos para dar las notas; de funcionarios y policías honestos y comprometidos.