Democracia Eficaz

La gestación de una crisis política para 2024

El presidente López Obrador está gestando una crisis política innecesaria que afectará a la nueva administración en sus intentos por construir una nueva gobernabilidad.

La alta popularidad del presidente y la buena reputación de Morena hacían suponer —hasta hace poco— que en 2024 podría haber un cambio de gobierno con “aterrizaje suave”: eso es, un triunfo de Morena en el Poder Ejecutivo, un nuevo tono —menos estridente— en la presidencia de la República y un ánimo incluyente con la oposición y con el sector privado para reconstruir la certeza y la confianza para el crecimiento económico.

Incluso López Obrador dijo que su sucesor/a podría correrse al centro, después de que anteriormente había sugerido que la moderación era una traición, en alusión a la sucesión presidencial de Lázaro Cárdenas quien optó por una figura moderada —Manuel Ávila Camacho— en lugar del radical Múgica.

Pero han surgido señales de que en lugar de aterrizaje suave podremos tener un aterrizaje fuera de pista o incluso un choque de aeronaves. Primero, López Obrador envía una propuesta de reforma electoral —el plan B— que genera enorme incertidumbre, moviliza a la oposición y gesta un litigio ante la Corte. ¿Para qué alterar las reglas del juego cuando tu partido tiene altas probabilidades de ganar en 2024? ¿Para qué provocar a la oposición?

Luego han ocurrido ataques crecientes a adversarios políticos y, en últimas fechas, a la aspirante puntera, Xóchitl Gálvez. No solo es retórica, se han presentado varias denuncias penales por miembros del oficialismo anunciando una persecución judicial (la política ya está en marcha).

Reitero: Morena sigue teniendo hoy (no sé si mañana) más probabilidades de retener la presidencia de la República, pero López Obrador está gestando una crisis política innecesaria que afectará a la nueva administración en sus intentos por construir una nueva gobernabilidad. El presidente está gestando un pleito perenne para garantizar que la polarización continúe más allá de su sexenio, quizá como una vía para mantenerse vigente.

La oposición se podría ver forzada a desconocer el resultado de la elección en caso de que Morena ganase, aun fuera por un amplio margen. Hay muchas razones para alegar inequidad del proceso electoral que aún no inicia formalmente, pero conforme pase el tiempo se acumularán razones adicionales: intervencionismo presidencial, uso de programas sociales con fines electorales, gasto excesivo, uso selectivo de la justicia con fines persecutorios, entre otros.

El nuevo gobierno tendrá menos márgenes de maniobra que los que tuvo AMLO en 2018: menos recursos fiscales, menos legisladores y menos popularidad. ¿Querrá la aspirante puntera de Morena que le hereden un pleito cuando requiere nuevos cauces de diálogo para construir su propia gobernabilidad?

Pero también cabe la posibilidad de que la persona candidata de la oposición crezca en intención de voto y se torne en una elección competida. Estamos a más de diez meses de la elección y muchas cosas están por ocurrir.

Si al inicio de las campañas en abril de 2024 las encuestas muestran una elección cerrada, el intervencionismo de López Obrador crecerá aún más al extremo de poner en riesgo la celebración de elecciones pacíficas en el territorio nacional.

Ya sabemos el desenlace si la oposición triunfara el 2 de junio de 2024. Por ejemplo, López Obrador podría adelantarse al INE y anunciar a las ocho de la noche, desde el balcón de Palacio Nacional y con la mano levantada de la persona candidata de Morena, que ésta ha ganado —con los vítores de cientos de miles de personas en la plaza del Zócalo—. Con ello, el anuncio oficial del INE perdería relevancia.

En 2006 ya lo hizo, pero desde el nivel de cancha y como candidato opositor: luego de que su encuestadora le había dicho que había perdido por 500 mil votos, él dijo que había ganado por esa cantidad.

En 2006 López Obrador obstruyó la movilidad en Paseo de la Reforma y zonas aledañas por varias semanas por su protesta por el presunto fraude electoral. Ahora esto podría multiplicarse en muchos bloqueos en muchas zonas del país con la anuencia del gobierno federal y de 23 gobernadores oficialistas.

En ese entorno de agitación social ocurriría la calificación de la elección por parte del Tribunal Electoral.

Todos estos escenarios parecen lejanos ahora, pero se tornan cada vez más probables conforme se acerca la elección presidencial, los márgenes en las encuestas se cierran y el presidente interviene cada vez más abiertamente en las campañas adelantadas. En todo caso, la de 2024 podría convertirse en la elección más difícil de la historia y el entorno postelectoral podría ser inusitado y altamente riesgoso.

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