La semana pasada iniciaron las campañas a gobernador en esas dos entidades. En ambos casos se juega algo más que los puestos en disputa: si la ola morenista de 2018 sigue vigente y si se expande al resto del país. En 2018, Morena no sólo ganó la Presidencia de la República, sino además ambas cámaras del Congreso de la Unión, cinco gubernaturas, 19 congresos locales y cientos de ayuntamientos.
Morena es el partido más apreciado por la población. Según encuesta de El Financiero, tiene el 44 por ciento de las preferencias electorales rumbo a las elecciones de 2021. Su líder moral y real, Andrés Manuel López Obrador, cuenta con un nivel de aprobación que ronda el 80 por ciento (en algunas encuestas alcanzó el 86 el mes pasado).
En las encuestas de intención de voto en Puebla y Baja California, los candidatos de Morena también llevan la delantera. En Puebla, Miguel Barbosa alcanza el 51 por ciento en la encuesta de Beap Estadística y Opinión Pública, aunque en una telefónica de Massive Caller la diferencia frente a Enrique Cárdenas, candidato del PAN-PRD-MC, es más estrecha: 36.2 vs. 20 por ciento.
En Baja California, Jaime Bonilla, candidato de Morena, cuenta con cerca del 60 por ciento de las preferencias (Buendía y Laredo). La pregunta es si esta ola morenista se mantendrá hasta el día de la jornada electoral del 2 de junio.
El segundo asunto en juego es si la hegemonía de Morena afectará la equidad de las contiendas electorales. AMLO cuestionó durante años que las elecciones eran fraudulentas cuando el PRI y el PAN estaban en el gobierno; ahora estará a prueba si Morena usará algún recurso ilegal o indebido para obtener ventaja en las elecciones locales de este año. Es buena señal que el presidente López Obrador haya dicho que no visitaría ninguna de las entidades durante las campañas, pero está por verse si otros líderes de Morena se aprovechan del acceso a los recursos públicos que tiene el partido.
¿Qué más está en juego? En Baja California, además de la elección de gobernador, se eligen 25 diputados locales y cinco ayuntamientos. En Puebla, se llevarán a cabo también elecciones en cinco municipios debido a que el Tribunal Electoral anuló las elecciones pasadas debido a diversas irregularidades.
Vale la pena recordar que en Baja California se dio la primera alternancia en el país hace 30 años, cuando el PAN ganó la primera gubernatura de la era moderna (Ernesto Ruffo le ganó a la priista Margarita Ortega por un margen de 10.5 por ciento). Hoy, tres décadas después, el PAN luce desgastado y contaminado de acusaciones por la violencia, la corrupción, la impunidad y la crisis económica que existe en la entidad. La aprobación del gobernador en funciones, Francisco Vega de Lamadrid, es de apenas el 20.6 por ciento (Consulta Mitofsky).
Si en Baja California se dio la alternancia hace tres décadas, en Puebla fue apenas hace nueve años, cuando Rafael Moreno Valle, un exmilitante del PRI convertido al PAN, ganó la elección con un margen de 10.3 por ciento. Moreno Valle despertó gran entusiasmo entonces y algunos pensaron que en Puebla se configuraría un nuevo modelo de democracia y desarrollo. La realidad se impuso pronto: el PAN nunca gobernó la entidad y los "morenovallistas" cooptaron a liderazgos del PRI y del PRD y marginaron a los liderazgos tradicionales del PAN. Crearon su propia hegemonía local que erosionó al Congreso, a los órganos autónomos y a los medios de comunicación.
Esa hegemonía tan aceitada de recursos económicos, políticos y hasta de espionaje sucumbió rápidamente con la trágica muerte del exgobernador y su esposa, la gobernadora en funciones. Tan personalista fue su control, que la muerte causó la estampida de muchos excolaboradores que deberían haber asumido el liderazgo del grupo; pero nadie tuvo la convicción o las agallas para hacerlo.
El triunfo del PAN en Puebla en 2010 no fue una transición democrática, sólo un cambio de grupo en el poder. Tanto deterioro y degradación política se respira en el ambiente, que el triunfo de Morena –hoy lo más probable– puede ser simplemente la continuación de un modelo de clientelismo y corrupción con una cara nueva.
Enrique Cárdenas, candidato de la coalición del PAN-PRD-MC, quien había sido precandidato de Morena al gobierno estatal en 2018 –y luego aspirante a candidato independiente cuando Barbosa fue el seleccionado– luce como el verdadero outsider. Su mayor fortaleza y debilidad es que no viene de la política profesional, sino de la vida académica –fue rector de la Universidad de las Américas– y de los organismos de la sociedad civil.
Es fortaleza porque es una persona con amplio conocimiento de políticas públicas y con una reputación de integridad personal a prueba de bala; es debilidad porque las elecciones requieren popularidad y el ejercicio del gobierno de experiencia.