Segundo piso

A propósito de Zedillo y el error de diciembre

Al asumir Ernesto Zedillo el gobierno, el equipo entrante preparó un programa de ajuste severo y complejo cuya primera implicación fue la devaluación de la moneda.

La reciente aparición del expresidente Ernesto Zedillo generó múltiples reacciones: tardía, contradictoria, sin autoridad moral y ofuscada, para algunos; oportuna, enérgica, valiente la voz del que democratizó al país, para otros.

En verano de 2001, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, el exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, impartió el curso ‘Problemas claves de la economía mundial en la transición del milenio’ donde dedicó una sesión especial a la crisis mexicana de 1994, conocida como el error de diciembre.

Camdessus explicó que comenzó a gestarse en ese largo periodo de incertidumbre política durante los seis meses que transcurrían del momento de la elección presidencial a la toma de posesión.

Fondos de inversión exigibles en el corto plazo, principalmente de pensiones europeas, nerviosos presionaban las finanzas mexicanas al grado que se estableció una mesa de negociación (así la llamó Camdessus) entre el equipo saliente de Carlos Salinas, encabezada por Pedro Aspe, y la del equipo zedillista con Jaime Serra al frente.

Coincidían en el diagnóstico, en las características que debería de tener un programa severo de ajuste, pero no pudieron acordar el reparto de responsabilidades. Salinas aceptaba devaluar el peso si él tomaba todas las decisiones (lo que hipotecaría los primeros años del gobierno siguiente). Zedillo quería que Salinas devaluara y él diseñara todo el programa de choque. No hubo acuerdo y no volvieron a reunirse.

Al asumir Zedillo el gobierno, las presiones volvieron con fuerza y el equipo entrante preparó un programa de ajuste severo y complejo cuya primera implicación fue la devaluación de la moneda. Fue entonces, según Camdessus, que desde la Oficina de la Presidencia, alguien distinto al presidente filtró de manera selecta a dueños de grandes capitales la información privilegiada, desatando “la fuga de capitales más grande de la historia de las fugas de capitales” e inaugurando “la primera crisis financiera internacional del Siglo XXI” por su monto, su velocidad y su naturaleza.

El titular del FMI intentó acudir al rescate porque urgía parar la sangría y evitar el contagio mundial, pero al someter a votación un paquete de ayuda no obtuvo el consenso (reglamentario). Francia se abstuvo “que es la forma como los franceses se oponen”. Al verse sin posibilidad de que el organismo atendiera la emergencia, Camdessus habló con el secretario del Tesoro estadunidense, Robert Rubin, a días de haber sido nombrado. Rubin coincidía en la urgencia de rescatar a México (el país tenía 48 horas de vida, afirmaban), pero fue necesaria la decisión determinante de Bill Clinton para aprobar una línea de crédito de 20 mil millones de dólares procedentes del Fondo de Estabilización Cambiaria (el Congreso bloqueaba la ayuda), la cual fue complementada con 18 mil millones del FMI y 10 mil del Banco Internacional de Pagos de Basilea.

Pasada la crisis, Camdessus se reunió con Miguel Mancera, exgobernador del Banco de México, quien negó que hubiese ocurrido algo así, pero al mostrarle listados de capitales fugados con nombres y apellidos, lo dejó sin argumentos. A pesar de conocer la fuente de la fuga de información que provocó la huida de capitales, el financiero francés no reveló su identidad.

En el Club de Madrid, Zedillo confirmó la versión de Camdessus sobre la naturaleza de la crisis, aunque negó su origen. Explicó las medidas aplicadas para “salvar” la economía ante la crisis que llevó a muchos mexicanos a tener que renegociar sus hipotecas en cómodas tres generaciones.

Es así como desacuerdos políticos y narcisistas entre integrantes de un mismo equipo —salinista y neoliberal— divididos en los gobiernos saliente y entrante multiplicaron exponencialmente la gravedad de una crisis brutal.

En 2024, es deseable una transición tersa, sin escuchar las voces que sugieren un rompimiento de Claudia Sheinbaum con su antecesor. Es mejor para el país que Sheinbaum y López Obrador —y sus equipos— mantengan la cohesión y respeten sus momentos.

Lectura sugerida: El Establishment. La casta al desnudo. Owen Jones. Seix Barral.

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