En política, la lealtad, la coherencia y la congruencia tienen un enorme componente ético en la relación que se establece entre ideas, principios y la acción política; la teoría y la praxis; el proyecto colectivo, el interés común y el ejercicio del poder.
Con cierta frecuencia encontramos confusiones en los conceptos y distorsiones en la práctica.
La lealtad implica un compromiso y fidelidad hacia una persona, grupo, causas o ideas. Tiene un componente emocional y relacional fuerte.
La coherencia se refiere a la conexión lógica entre ideas, acciones y partes de un sistema. Es más intelectual y racional que emocional. Implica la reducción al máximo de contradicciones internas. Evoluciona conforme la información nueva o la lógica lo requieren.
La congruencia es la alineación entre pensamientos, sentimientos y acciones. Implica lo que Hermann Hesse denominaba autenticidad o consistencia interna (diálogo de Demián con Sinclair). Se relaciona con la integridad personal.
La lealtad es interpersonal y grupal, la coherencia es conceptual, y la congruencia es intrapersonal.
En el PAN, la fuerza doctrinaria (entre el socialcristianismo y el democristianismo) era la base de su cohesión, los liderazgos modélicos eran los de sus pensadores (desde Manuel Gómez Morín hasta Carlos Castillo Peraza). Hoy, se sustenta en grupos políticos, familias y barones regionales. Cada acuerdo coyuntural genera solo lealtades temporales.
En el PRI observamos un desdibujamiento de ideas y causas, una ausencia de liderazgos que cohesionen y un desprendimiento de lealtades. Insólito en un instituto político caracterizado durante décadas por una lealtad partidista que se confundía con la disciplina que, llevada al extremo, parecía ser lo que Max Weber denominó servidumbre.
Morena, por su parte, tuvo un falso dilema en la ecuación de suma cero entre lealtad y capacidad. Se puede ser cien por ciento leal y contar con un perfil cuyo porcentaje de capacidad depende de la congruencia con el encargo. En realidad, es tan desleal el que traiciona, como el que no es congruente, coherente o el que da resultados negativos a la causa.
Lo ideal en un político, sea gobernante, representante popular o integrante del Poder Judicial, sería lograr un balance: ser leal a principios y relaciones de equipo, mantener coherencia entre el pensamiento y las acciones, y ser congruente con uno mismo.
Weber lo planteaba desde una perspectiva ética, en función de la relación entre convicción y responsabilidad que debería conciliar el político. La ética de la convicción se basa en principios y valores, mientras que la ética de la responsabilidad se enfoca en las consecuencias prácticas de las acciones.
Para Marx (no confundir con el joven Marx de los libros de texto ni con Groucho Marx) la teoría no puede desvincularse de la realidad material ni de la acción. El conocimiento, el pensamiento crítico, debe estar orientado a la transformación. La coherencia descansa en el vínculo indisoluble entre pensamiento y acción transformadora.
Fue Maquiavelo quien planteó la única circunstancia en la que el gobernante puede justificar un distanciamiento entre los ideales éticos y las decisiones políticas reales, cuando debe anteponer la estabilidad, fortaleza y supervivencia del principado a cualquier consideración moral que impida cumplir con su máxima responsabilidad. Ecuación en la que no es lo mismo preservar al Estado, defender un proyecto de transformación, que mantenerse en el poder a toda costa.
En España se desató un caso drástico de incongruencia surgido de una ética de comportamiento incoherente del portavoz de Sumar, la fuerza política de izquierda coaligada con el PSOE en el gobierno. Íñigo Errejón, fundador de Podemos y Más País, fue denunciado por diversas víctimas de violencia sexual. Optó por renunciar a toda actividad pública. El escándalo de su deslealtad a las causas feministas del partido-movimiento que representaba expuso al socio del gobierno y puso en riesgo la coalición gubernamental.
En la oposición mexicana se extraña una plataforma o acaso un catálogo de ideas, causas e identidad. Se habla con simpleza de que necesitan una narrativa, pero toda narrativa requiere contenido que narrar.
En Morena hace falta claridad y determinación sobre lo que representa la lealtad al padre fundador y su compatibilidad con el proyecto tetrateísta, inseparable de la lealtad plena al liderazgo presidencial actual. Entre sus liderazgos legislativos, gubernamentales y partidistas deben asumirla.
Lectura sugerida: El político y el científico. Max Weber (UACM).