El programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) se diseñó con un objetivo primordial para nuestro país: integrar al mercado de trabajo a un sector excluido, el de los jóvenes. Es muy popular porque es uno de los programas insignia del Gobierno de México y ha estado bajo el escrutinio público desde el inicio.
Sin duda han habido algunas críticas al programa, lamentablemente la mayoría de éstas se han efectuado utilizando información incorrecta, falsa, o testimonial.
Debido a la importancia del programa, es fundamental hacer una evaluación rigurosa sobre los alcances que ha tenido y sus limitaciones. Por tanto, el estudio que publicó la Dirección Técnica de la Conasami sobre el tema nos da la posibilidad de evaluar, por primera vez, de manera preliminar, pero objetiva, al programa.
El estudio utiliza información de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020, donde es posible estimar el movimiento en el mercado laboral de los jóvenes que están en el programa y los que no están. El estudio arroja que el 46.2 por ciento de los jóvenes que estuvieron en el programa encontraron trabajo una vez que salieron, mientras que solo el 23.6 por ciento de los que nunca estuvieron en el programa lo hace.
Otros resultados interesantes son que los hogares beneficiados por el programa tienden a estar en niveles más bajos de la distribución del ingreso, es decir, más personas con bajos recursos aplican al programa; y que gran parte de los beneficiarios son mujeres e indígenas (58.7 y 42.0 por ciento, respectivamente).
Para analizar el impacto del programa, Conasami hace una evaluación usando propensity score matching. Este método consiste en buscar por cada joven que pertenece a JCF a varios jóvenes que pudieran ser candidatos a él con características similares. Por ejemplo, si una beneficiaria es mujer, vive en Oaxaca, se declara indígena, tiene 13 años de educación, entre otras, se busca a otra mujer con las mismas características mencionadas donde la única diferencia observable es que una está en JCF y la otra no.
De esta forma es posible medir el impacto con muy poco sesgo y decir cuál es el efecto que tiene el programa en la “empleabilidad” de los jóvenes. El resultado indica que el programa aumentó en 26.7 por ciento dicha empleabilidad que, en términos de probabilidad de encontrar empleo, es bastante elevado. El resultado es muy robusto a través de diferentes métodos, por lo que se puede tener certeza de que el diseño de evaluación está bien hecho.
Además, Conasami reporta el impacto que tuvo el programa en diferentes variables, como el acceso a la salud, el acceso a alimentos y el ingreso per cápita que tienen los hogares donde reside un joven que es beneficiario del programa. Como era de esperarse, los hogares donde hay JCF tienen un ingreso per cápita de 2 mil 147 pesos más que los hogares donde no hay beneficiarios, y estos hogares redujeron su probabilidad de quedarse sin comer en 3.4 por ciento (6.7 por ciento en áreas rurales) y aumentaron su acceso a la salud en 20.1 por ciento.
La ENIGH se levantó durante los meses de confinamiento durante la pandemia, por lo que fue posible observar que el programa de JCF, además de cumplir efectivamente con su objetivo de incrementar la probabilidad de encontrar empleo de los jóvenes, también sirvió como una red de protección para los más necesitados el año pasado.