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El incremento del salario mínimo y el mito de la inflación

La creencia de que el salario mínimo produce inflación tiene su origen en los años 80 y en la vinculación que había del salario mínimo con otros conceptos ajenos al salario de los años 90.

En México y el mundo hay un incremento generalizado de los precios. La inflación, que durante muchos años había estado controlada, este año cerrará por arriba del 7.0 por ciento en México y en Estados Unidos. Para nosotros es una cifra alta, dado que en 20 años no se había presentado en esta magnitud; y para Estados Unidos es una cifra inusualmente alta, dado que la inflación siempre ha estado uno o dos puntos por debajo de la mexicana.

A pesar de que los economistas serios saben que el problema de la inflación se debe principalmente a disrupciones en la cadena de suministros, algunos comentaristas y opinólogos han revivido el viejo miedo de que incrementar el salario mínimo provoca inflación. Esta creencia está basada en dos ideas.

La primera tiene su origen en los años 80, cuando México atravesó una crisis que se tradujo en hiperinflación (que, por cierto, en esa ocasión tampoco se debió al salario mínimo). La devaluación, suspensión de controles de precios, y el cierre de empresas por una mayor apertura comercial provocaron un alza en la inflación. El salario mínimo recibió incrementos grandes, pero por debajo de la inflación, lo que provocó una caída de su poder adquisitivo de más del 70 por ciento. Por lo tanto, la estrategia de incrementos del salario mínimo, más que impulsar la inflación, buscaba contener el impacto en costos de las empresas, sacrificando el poder de compra de los trabajadores.

Además, la mayoría de los contratos colectivos y generales se encontraban vinculados al mínimo. Como consecuencia, al incrementarse los salarios por debajo de la inflación, no sólo cayó abruptamente el poder adquisitivo del salario mínimo, sino de todos los salarios.

Más importante, el salario mínimo era referente para multas, créditos y otros conceptos, por lo que al subir podría contribuir a incrementos en precios. Es por eso que, durante los años 90, el bajo salario mínimo fue utilizado para contener precios a través de bajos costos laborales.

Por tanto, la creencia de que el salario mínimo produce inflación se basa en esa época y en la vinculación que había del salario mínimo con otros conceptos ajenos al salario. Estas condiciones ya no están vigentes. En 2016 se aprobó la desindexación del salario mínimo, con el objetivo de que se pudiera incrementar de manera sostenida y recuperara su poder adquisitivo sin afectar otros precios. Llevamos a la fecha tres incrementos de doble dígito, y no hemos notado efectos inflacionarios relevantes. En definitiva, la desvinculación ha sido efectiva para lograr incrementar el salario mínimo sin afectar los precios.

La segunda idea se debe al uso incorrecto de la teoría económica. Es entendible que los estudiantes de economía inicien su aprendizaje con modelos simples para que puedan entender la intuición detrás de procesos más complejos. Estos modelos se basan en que existe competencia perfecta en los mercados, hay un salario único de equilibrio y los trabajadores son libres de decidir dónde quieren trabajar. En estos modelos tan limitados, incrementar el salario mínimo se ve como una distorsión que rompe el equilibrio, por tanto, las empresas tienen que subir el precio de sus productos o despedir trabajadores. Pero en estos modelos hay un supuesto fundamental: las empresas no tienen ganancias.

La realidad es que no existe la competencia perfecta. Hay trabajadores con preferencias diferentes y éstos no siempre encuentran el trabajo que quieren. Tampoco hay un salario óptimo de equilibrio, de hecho, las empresas siempre pagan por debajo de ese óptimo teórico porque tienen más poder de negociación. Y en el mundo real las empresas tienen ganancias, a veces con mucho margen y a veces menos, pero éste sirve para ajustar el nuevo costo laboral.

¿Qué hace una empresa cuando aumentan sus costos por el incremento del salario mínimo? El incremento del 2022 elevará sus costos en 1.3 por ciento (en promedio). Sus opciones son: pasarlo a precios directamente y perder clientes (si sube el precio de su producto, los consumidores pueden dejar de consumirlo); despedir trabajadores, pero tendrán que reducir su producción y esto implica menos ganancias; o cubrir con su margen de ganancias ese aumento en costo. Cada empresa maximizará y tomará su decisión correspondiente, siendo el efecto neto una combinación de las tres opciones. Lo que podemos pronosticar es que entre menos competitivo sea el mercado laboral, las empresas tenderán más a reducir sus ganancias temporalmente y aumentar su producción.

Para los que creemos que en México todavía falta mucho para que los mercados sean competitivos, es obvio que existe margen para subir el salario mínimo.

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