Y los hombres, ¿cómo quedan?
De inicio, sé del riesgo que corro al expresarme en el marco de un día que se ha desarrollado como un espacio para la búsqueda de la equidad de género y la visibilidad femenina. Por lo que este escrito, personalísimo, no busca quitar protagonismo a las mujeres ni decirles a ellas qué hacer, sino explorar la posición masculina en una lucha, que si bien es de ellas, se desarrolla en una sociedad múltiple. Todos participamos de una forma u otra, de manera activa o pasiva, con indiferencia o con interés, pero participamos. También anticipo que las opiniones aquí vertidas son sumamente parciales y subjetivas, de un hombre cisgénero, heterosexual, clase media y educación superior.
Como contexto a estas reflexiones, la conmemoración por el día Internacional de la Mujer surge hace más de cien años, como una forma de visibilizar y corregir la falta de equidad laboral de las mujeres con respecto de los hombres, primero en Europa y después en Estados Unidos y el resto del mundo.
En los últimos años, y quizá más acentuadamente después del movimiento #MeToo del 2017, las marchas por el 8M han tomado más visibilidad, y la conmemoración se ha fortalecido y enriquecido en diversidad. Ahora no solamente busca la equidad laboral, la erradicación de la violencia contra la mujer, del acoso y del feminicidio o el derecho de la mujer a elegir sobre el aborto. Ahora también incluye otras variables, como la inclusión -o no- de las mujeres trans, la eliminación del patriarcado, del racismo, de la discriminación por razón de género o discapacidad, la crítica al capitalismo, etc.
El lenguaje femenino alrededor del 8M se ha complejizado. Términos como TERF, queer, facho, fifa, especismo o capacitista, abundan. Conceptos como “techo de cristal”, “micromachismo” o “mansplaining”, están por doquier. El que podríamos llamar un feminismo de cuarta ola (Cuarta ¿Qué?), es un feminismo complejo que incluye variantes como el feminismo radical, feminismo abolicionista o transincluyente.
La participación -o no- de los hombres
Ante este mar de posturas, términos y luchas, casi todos enarboladas por ellas, queda la cuestión: Y los hombres ¿De qué van? He recibido todo tipo de opiniones al respecto; desde el “ustedes no se metan”, hasta la sugerencia de participar en cursos de nuevas masculinidades.
La verdad es que el mundo actual es confuso y el otrora “sexo fuerte” (término que ya despierta incomodidades) parece desdibujado. Un mundo en el que el hombre no sabe cómo comportarse o qué decir, y quienes mantienen resabios de un machismo evidente, reciben el linchamiento público inmediato.
Lo complejo, es que algunos han entendido que al expresarse, existe grandes posibilidades de hacerlo con términos machistas no identificados aún, y caer en pifias como “Y el día del hombre, ¿cuándo se celebra?”. Por otro lado, he conocido hombres que en su discurso externo usan un léxico feminista y parecen entender las causas de las mujeres; pero en privado y en los hechos, siguen siendo conscientemente violentos, acosadores y manipuladores.
¿Cómo involucrar entonces a este casi cincuenta por ciento de la población en una lucha que no es de ellos, sin entrar en confrontaciones o descalificaciones permanentes?
¿Se puede esperar que la mayoría de los varones cambien y acepten un cambio social de la profundidad que busca el feminismo, solo así, de la noche a la mañana y sin resistencia?
¿Es válido aceptar la idea de que ningún hombre va a ceder sus privilegios altruistamente y que por lo tanto hay que arrebatárselos?
¿Podemos concluir que el “ustedes no se metan” es un principio válido?
Lo que percibo es desencanto y polarización. Me incluyo en el grupo de hombres que en algún momento intentó abrazar y entender las luchas de las mujeres, pero ante la continua reprobación en el examen feminista ha optado por hacerse a un lado y observar, casi con desinterés, las marchas y el ímpetu que sobre todo la generación más joven de mujeres trae.
Hoy ya no creo en un auténtico hombre deconstruido. Mi mejor recomendación quizá es la prudencia, la observación y el deseo de aprendizaje siempre. Aspirar a que con el tiempo, hombres y mujeres lleguemos a un mejor entendimiento; a que los enfrentamientos ideológicos se diluyan y a que, en definitiva, los cambios se den para una mejorsociedad en un contexto de equidad y justicia social.