Una de las características del ser humano es que puede decidir racionalmente cuál camino tomar. Cada quien es responsable del camino que decide.
La diferencia de las decisiones de un gobernante y un particular es que en los gobernantes la toma de malas decisiones no les afecta a ellos sino al pueblo que gobierna, mientras que las decisiones de los ciudadanos les afectan a ellos y a sus familiares.
Hay decisiones iguales que tienen diferentes resultados en quien las toma. Un ciudadano que gasta por arriba de sus ingresos se empobrece él y su familia, y contrae deudas que tiene que pagar, y puede ir a la cárcel acusado de fraude.
Cuando una empresa privada pierde, sus dueños pierden dinero, son responsables de la creciente deuda que tiene la empresa, su patrimonio privado se reduce y pueden perder hasta su libertad.
Los gobernantes demagogos y populistas dicen que las empresas estatales son de todos. Mentira que ni ellos mismo se la creen.
El propietario de algún bien es quien toma decisiones de en qué y cuánto invertir, y en qué se usan y a quién benefician sus ganancias o a quién perjudica las pérdidas. Cada peso que pide prestado un particular para su empresa lo garantizan las instalaciones de la empresa, terrenos o cuentas en los bancos de los dueños. En las estatales sus directivos no pierden ni 5 centavos de sus bienes si pierde la empresa.
Los gobernantes manejan las empresas estatales como si fueran de su propiedad, con la diferencia que entre más aumentan sus deudas y sus pérdidas, más se benefician ellos, familiares o amigos, a quienes los convierten el “proveedores” de productos y servicios de baja calidad, y les pagan precios del doble o triple de los que se venden en el mercado. Esos familiares o amigos, reciben millones de pesos en México o dólares en el extranjero, que engrosan sus ahorros, sin que nadie denuncie ante las autoridades judiciales esos robos, que al final pagamos todos los mexicanos vía impuestos, parte de los cuales se destinan a cubrir las pérdidas de los monopolios estatales.
Ejemplos son las pérdidas crecientes, sin justificar, del 2018 al 2023, de los dos principales monopolios estatales en México: Pemex y CFE.
Si Claudia Sheinbaum quiere pasar a la historia como otro presidente que se enriqueció, al igual que sus parientes y amigos, solo tiene que hacer lo mismo que en el sexenio anterior. Si quiere pasar a la historia como quien terminó con el saqueo de las estatales, que las privatice, y que, como en EU, sean los particulares quienes las manejen en un ambiente de competencia con otras empresas que produzcan electricidad y gasolinas, de las cuales el gobierno de ese país recibe impuestos, y no les tiene que dar subsidios, como en México, que los paga el pueblo con sus impuestos y los pagarán sus hijos y nietos.