El primer Super Bowl en Las Vegas es una clara muestra que en esta ciudad las cosas siempre tienen que ser diferentes.
El avión rumbo a la sede de este viernes venía repleto de mexicanos. En su mayoría, aficionados de San Francisco, alguno de Kansas City y también otros perdidos con sudaderas o gorras de Philadelphia, Dallas, Green Bay, Seattle, Las Vegas Raiders, Pittsburgh y hasta alguno de Miami. Otros tantos traían ropa alusiva al Súper Tazón que se disputará este domingo en la Ciudad del Juego.
En el aeropuerto, un grupo del departamento de turismo de la ciudad te recibe con figuras del estado de Nevada y el logo del gran juego, para que te tomes selfies al llegar. Desde ahí se puede ver a lo lejos el Allegiant Stadium, sede del SB, frente al Mandalay Bay, que marca el inicio del Strip, donde 49ers y Chiefs se disputarán el campeonato de la NFL, al lado, la fachada del hotel Luxor está tapizada de una marca de frituras muy conocidas también en México, que me hizo preguntarme, más allá de lo que habrán pagado por la publicidad, cuál habrá sido el costo de la impresión.
Y es que aquí todo es enorme, gigante, exagerado. El resultado del partido es casi irrelevante. El festejo alrededor mata todo. Venir al Super Bowl no es para ver a tu equipo ganar, es para estar donde Estados Unidos pondrá los ojos durante una semana, a donde todos apuntaban durante 7 meses. Ser uno de los 60 mil aficionados que generarán el ruido que millones de espectadores verán por televisión. Es subirse al tren o más bien al avión que trasladará a Taylor Swift desde Japón para llegar la mañana del juego, independientemente de que no se sepa dónde lo va a estacionar. Es parte de la novela. Si ganan los Chiefs, el abrazo entre ella y el TE, Travis Kelce, será tan esperado como cuando el MVP del partido levante el trofeo Vince Lombardi; si pierden, el consuelo de la cantante al jugador será tan relevante como el festejo del equipo campeón. San Francisco, uno de las franquicias más populares en México, sobre todo entre aquellos que crecieron en la década de los 80, cuando Joe Montana dominaba el juego, no es campeón desde 1995. Más que lo que tardó la larga sequía de Cruz Azul. Ya es suficiente.
Ya nos sabemos todas las cifras brutales que arroja el Super Bowl, pero el que se jugará mañana en Las Vegas igual arrojará cifras de otro planeta: 12 mil millones de alitas se van a comer, 50 millones de latas de cerveza se van a tomar, 28 millones de libras en papas fritas se van a consumir y México aportará 54 millones de aguacates para hacer su ya tradicional guacamole. En la Ciudad del Juego, obviamente, otro récord debe romperse: unas 50 millones de personas habrán de apostar en algún casino y moverán unos 16 mil millones de dólares. Por supuesto, están las tradicionales de quién gana, cuántos puntos se hacen, quién atrapa el primer pase, quien pierde el primer balón, de qué color es la bebida con la que empaparán al entrenador ganador… pero también se apostará sobre la posibilidad de que Kelce entregue anillo a Swift si él recibe su propio anillo, y todas las demás que se ocurran. Aquí no se discriminan apuestas.
Las entradas son una locura. El valor promedio para este partido es 9 mil 815 dólares por boleto, aunque el más caro, en taquilla, alcanza casi los 37 mil, pero en reventa, pueden encontrarse por 50 mil dólares en una página web que se dedica a esto.
Un comercial de 30 segundos cuesta 7 millones de dólares, en los anuncios aparecerán todos los artistas populares de Estados Unidos, también los deportistas de otras disciplinas, como Lionel Messi, quien saldrá en uno de una cerveza baja en calorías y recibirá 14 millones de dólares por su aparición de 60 segundos.
Usher, quien no lanzaba un álbum en casi 8 años, estrenó “Coming Home” apenas ayer viernes; después de su aparición en el medio tiempo, iniciará gira y ya tiene fechas completamente vendidas.
Para entrar, hay unas 80 puertas con detector de metales. Está cerrado el puente del estadio al Mandalay Bay.
El frío pica en la piel, pero el Allegiant es techado y climatizado. En la desértica ciudad, hay calor, el que aporta la gente y el de los grandes hoteles, que, sin embargo, no están colapsados ante el evento.
Ante el que se espera sea el Super Bowl más grande y espectacular de la historia, Las Vegas está lista, porque para esto fue construida. El evento va a ser enorme, grandioso, colosal, pero esto, aquí, es normal.