“Me dolió mucho” y “no es justo” fueron dos de las frases que esgrimió repetidamente Angela Carini luego de bajarse de su pelea ante la argelina Imane Khelif en los cuartos de final de la categoría de hasta 66 kilos, cuando solo había transcurrido 46 segundos del primer round. Carini se negó a darle la mano a su oponente antes de ponerse de rodillas y comenzar a llorar.
¿Es injusto? No. Khelif es mujer, una mujer cisgénero, así nació y fue criada. Para empezar, en Argelia, un país musulmán, se castiga muy severamente a las personas trans y jamás le permitirían defender los colores del país. Ella siempre ha sido una mujer y, como mujer, peleó ante Carini. Fue más fuerte que su rival, pero ¿qué culpa tiene ella?
Fue excluida por la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) del Mundial en la India y un sinnúmero de medios de comunicación han asegurado que el motivo es que no pasó una prueba de género y que genera más testosterona, pero la IBA aclaró que ella no fue sometida a esa prueba, pese a que “no cumplió con los criterios de elegibilidad para participar en la competencia femenina”. Además, agregó que Khelif no pasó por un examen de testosterona, sino a una prueba independiente y consideraban que tenía “ventajas competitivas sobre otras competidoras femeninas”. Sin embargo, estas pruebas son confidenciales y todo lo que se diga al respecto es especulación.
En una situación similar está la taiwanesa Lin Yu-ting, quien debutará hoy ante la uzbeca Sitora Turdibekova en la categoría de menos de 57 kilos. Ha sido injustamente señalada como trans debido a sus rasgos andróginos y su preferencia por el pelo corto, pero no existen motivos más allá de su apariencia para dudar. Para empezar, su nombre, Yu-ting, significa “elegante y agraciada”, además, su identificación taiwanesa empieza con el número 2, lo que denota que siempre ha sido mujer. Las ‘dudas’ vienen de una declaración de un oficial ruso, Umar Kremlev, quien afirmó en Telegram que su examen de ADN probó que tenía cromosomas XY, pero nunca ha habido evidencia de esa prueba. Como con Khelif, la IBA afirmó que las pruebas independientes concluían que no cumplían con las reglas de elegibilidad, pero el Comité Olímpico afirmó que no podían impedirles participar simplemente porque en su pasaporte eran mujeres y no había prueba alguna de que antes no lo fueran.
Por supuesto, hay razones políticas en la polémica. El ala ultraconservadora de Estados Unidos y Europa, sobre todo, ha cuestionado la participación de Khelif: “Con estos niveles de testosterona, esta no es una competencia equitativa. No se debe autorizar a deportistas con atributos masculinos en competiciones femeninas”, afirmó la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. Carini, por su parte, afirmó que no tiene elementos para acusar y no es quién para juzgar ni señalar.
Desde Argelia, obviamente, defienden a su atleta con uñas y dientes, y consideran una falta de respeto lo que infieren desde ciertos sectores de las redes sociales, donde nació la noticia falsa de que tanto Khelif como Yu-ting son transexuales: falso, ambas son mujeres y no son responsables de su situación. Sin embargo, ¿cómo puede esto regularse? La verdad es que no hay forma, es como si le hubieran negado la participación en natación a Michael Phelps porque tiene TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad), lo que le permitía enfocarse en su deporte de forma más aguda que los otros atletas y eso le generaba una ventaja. Les aseguro que ninguno fue feliz con las condiciones con las que debieron vivir toda su infancia como para que, unos años después, cuando encontraron su pasión en la vida, alguien les arrebate su dedicación por cómo se ven. La polémica, sin embargo, no va a parar.
Y así está París 2024, de una polémica a otra. Todo empezó con la inauguración y los mismos grupos de extrema derecha criticando los símbolos paganos que se presentaron en el espectáculo. Pasó con el caballo, pasó con María Antonieta decapitada y pasó con la representación de la supuesta La Última Cena, de Leonardo Da Vinci, que en realidad era El Festín de los Dioses, del neerlandés Jan van Bijlert, que representa al dios Apolo acompañado de Hércules, Neptuno o Eris, con la intención de dar un mensaje de inclusión y celebración, y para nada como una afrenta a la Iglesia católica ni a sus valores. Lo peor es que el Comité Olímpico Internacional avisó desde antes que la representación era la obra de Van Bijlert y no la de Da Vinci, que el mensaje eran los valores de la República: libertad, igualdad y fraternidad. Es muy fácil encontrar cómo quejarse y criticar.
Una de las polémicas que tienen más sentido es la que levantaron los atletas que se hospedan en la Villa Olímpica. Desde camas pequeñas e incómodas -”son un cartón”-, dos baños cada 10 deportistas, hasta ventanas sin cortinas; algunas delegaciones prefirieron sacar a sus atletas de ahí dadas las condiciones desfavorables para prepararse en alto rendimiento. El más grave de todos es la comida insuficiente, que ha sido, para muchos, la gota que derramó el vaso. Competidores con hambre de cara a las competiciones… Indigno.
Por otra parte, todos los medios de comunicación hicieron eco de aquel día en que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se lanzó al río Sena a nadar para demostrar que el agua estaba limpia. Hacia los últimos años de Jacques Chirac, como alcalde de París (1977-95), el después presidente de Francia prometió que algún día las aguas del río estarían tan limpias que hasta podría nadar en ellas. Hidalgo cumplió el sueño de Chirac… aunque no duró para siempre. La mala calidad del agua obligó a aplazar la competencia del triatlón masculino a principios de la semana. Uno de los mayores problemas era los niveles de bacteria fecal. Imaginen el olor. Cuando por fin se pudo realizar la prueba, se hizo viral la imagen en la que el atleta canadiense Tyler Mislawchuck vomita hasta 10 veces al final.
Por último, entre los escándalos más destacados (pero me faltarán más), hay que recordar cómo las autoridades decidieron borrar a los indigentes y migrantes -principalmente africanos- de París para evitar una mala imagen en la capital francesa. Autobuses del gobierno galo pasaron por las calles a ‘recoger’ a estas personas sin hogar para llevarlos a la periferia y darles refugio temporal durante los Juegos. La situación me recordó aquel célebre episodio entre Mafalda y Susanita, cuando se encuentran un indigente y Mafalda le dice, con firmeza, que “habría que dar techo, trabajo, protección y bienestar a los pobres”, pero Susanita le revira: “¿Para qué tanto? Bastaría con esconderlos”.