A la velocidad de un mensaje en redes sociales, el abanico de criptomonedas, empresas con proyectos futuristas y compañías consolidadas, pierden o ganan en jornadas frenéticas de especulación que provocan movimientos millonarios en los mercados mundiales.
Uno esperaría que ante la pandemia la prudencia y la mesura fueran el tono de bolsas y pisos de remate, pero llevamos semanas que es todo lo contrario.
O no estamos entendiendo los cambios que ha provocado esta crisis sanitaria o la aparente recuperación económica está dando paso a una nueva etapa de euforia que solo se entiende después de las grandes catástrofes.
Habrá que medir bien las consecuencias de lo que alguna vez un titular de la Reserva Federal, Alan Greespan, llamó “la exhuberancia de los mercados” y terminó en una de las crisis financieras más profundas de la historia reciente, la de 2008.
Si la inestabilidad puede volverse una condición económica, el optimismo no puede ser un bien primario. La cautela justo a la salida de esta emergencia bien puede evitar un colapso que no podrá atribuirse a un virus o a una contingencia, sino al exceso.
Arriesgar es un comportamiento muy normal en los mercados. Arriesgar mucho es incluso una señal de inteligencia. Sin embargo, también lo es perder en grande.
La economía internacional no está, creo, en una posición de jugar al riesgo. Como cualquier enfermo convaleciente, apurar la recuperación puede ocasionar un padecimiento mayor.
No obstante, solo el anuncio de la inflación en Estados Unidos pareció detener un poco la euforia y precipitar alertas que se veían desde el año pasado.
La lección para México es que debemos seguir con la vacunación masiva tal y como va, tener mucha sobriedad en el manejo de los índices macroeconómicos y continuar con la inyección de recursos para sostener el consumo hasta que concluya este año, al menos.
Las naciones que no lo hicieron empezarán a tener problemas con la pandemia como si nunca hubieran salido de ella y los pronósticos de muchas empresas tendrán que recortarse drásticamente por países que deberán entrar otra vez en confinamiento. Veamos el caso de India.
La inestabilidad será el común denominador (viene el cambio climático) pero no podemos dejar que el apetito al riesgo -y a la imprudencia- sean el nuevo virus que nos enferme.