En general, las expectativas económicas han mantenido un rumbo estable, de acuerdo con los pronósticos de un año anclado a la pandemia, que contrasta con la incertidumbre sobre el comportamiento que tendrá el mundo en el corto plazo.
Sin embargo, uno de los reflejos de la ambivalencia en la que parece conducirse la economía es el aumento sostenido de la inflación a pesar de las medidas que los bancos centrales han adoptado para contenerla dentro de los márgenes que se establecieron como meta para 2021.
Es cierto que venimos de un freno global histórico y repentino, pero el sobrecalentamiento de la economía tampoco es la única explicación de la presión inflacionaria. La escasez de insumos, de transporte y las condiciones geopolíticas que empiezan a pesar cada vez más, podrían explicar mejor en su conjunto lo que está ocurriendo.
Y aun así lo que pasa, por ejemplo, con la inflación de Estados Unidos, es un fenómeno que está causando más preocupación de la normal. La intervención de las autoridades de nuestro principal socio comercial se hace inminente, de nuevo, aunque no es claro si en esta ocasión dará resultados.
La disciplina promedio que tuvieron muchas naciones anticipa que los efectos del aumento de precios serán temporales, solo que los meses pasan y vamos para un cierre de año en que no necesariamente el plazo previsto se podrá cumplir, lo que provoca que esto se vuelva fácilmente un periodo completo de inflación por encima de lo esperado.
Cuánto podrá perjudicar la recuperación es algo que está por verse y lo más seguro es que no sea uniforme en cada región. China enfrenta desafíos que no estaban en el radar de la mayoría de los analistas y su motor económico empieza a bajar sus revoluciones para enfrentarlos. El resto de Asia tiene un comportamiento similar y Europa atiende las consecuencias de su propia organización comercial comunitaria y la relación de ésta con sus integrantes y con aquellos que dejaron de pertenecer a ella, como el Reino Unido.
Nuestro continente no está exento de riesgos, aunque el bloque de América del Norte es el mejor preparado para lo que venga. Un tratado de libre comercio fuerte, con políticas que han sido cuidadosas y uno de los promedios mundiales más altos en cuanto a vacunación, hace que sea el sur el que preocupe en las evaluaciones para el próximo año.
Sin embargo, es importante recordar que el bono demográfico de la región es todavía alto y los recursos naturales y de materias primas son activos que no tienen otros continentes como África u Oceanía.
No obstante, la colaboración internacional para superar la crisis sanitaria tendrá que ser un requisito, particularmente para mantener el avance de la economía mundial tal como se necesita; de lo contrario, la desigualdad puede ampliarse justo cuando debemos aprovechar para reducirla.
Estamos ante una oportunidad, una de las pocas que se nos han presentado en décadas, para reformular muchos de los principios económicos y políticos que nos regían. Tenemos problemas enfrente: el cambio climático, el equilibrio en la distribución de la riqueza, mercados con más competencia, sociedades respetuosas e integradas en la diversidad para no caer en radicalismos, por mencionar algunos que pueden atenderse si modificamos principios con base en voluntad y compromiso.
El autor es director general de Seguridad Privada de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.