Luis Wertman Zaslav

Nuevo Continente

México, EU y Canadá se convertirán, de acuerdo con casi todos los análisis financieros, en el polo más atractivo de inversión y será rival de otro, el que están construyendo los BRICS.

Comisionado del Servicio de Protección Federal

En medio de la incertidumbre hay una certeza: la economía mundial cambiará por completo en los siguientes años y uno de los principales centros de distribución, comercio y fabricación global será la región de América del Norte.

México, Estados Unidos y Canadá se convertirán, de acuerdo con casi todos los análisis financieros, en el polo más atractivo de inversión y será rival de otro, el que están construyendo China, India, Rusia, Brasil y Sudáfrica. De una competencia armónica entre estos gigantescos bloques depende el futuro del mundo.

Tomando en cuenta los avances en inteligencia artificial, reales y exagerados, además del cambio climático y la predicción de conflictos bélicos diversos, el pronóstico lleva cierta estabilidad, por lo que la brújula financiera se está moviendo rápidamente hacia una región que cuenta aún con recursos naturales, jóvenes, y terreno para armar las nuevas cadenas de suministro que atenderán al mercado comercial de mayor tamaño.

La probable desaceleración en los Estados Unidos podría frenar esta proyección, pero los números indican otra cosa y la demanda de bienes y servicios, así como el empleo, tienen pequeñas bajas, cuando no aumentos sorprendentes. La situación económica de México es un factor que ayudará a consolidar al nuevo continente y Canadá tiene las herramientas para potenciar su crecimiento en ese contexto.

Esta realidad provocará una necesidad de mano de obra, unida a olas migratorias como las que ya estamos atestiguando en la frontera que compartimos. La inversión en Centroamérica se hace crucial para atenuar esos flujos y aprovecharlos para distribuir ese capital de trabajo en regiones que hoy lo necesitan y en poco tiempo lo demandarán por todos los medios posibles.

No obstante, también tendrá que haber un acuerdo diplomático que aleje las agendas partidistas en los tres países y esté enfocado en aprovechar ese bono demográfico, ubicación y materias primas, que pueden aprovecharse en las naciones que expulsan personas por falta de oportunidades.

Ese sería un auténtico Nuevo Continente, así con mayúsculas, similar al que soñaron los españoles y los portugueses, pero que también ambicionaba Simón Bolívar, porque creo que todos coincidimos en que el saqueo sistemático no es el futuro del comercio mundial, sino la cooperación y la articulación.

Quienes piensan distinto y estiman que la alternativa es clausurar fronteras por motivos simplemente de discriminación, tienen que valorar el riesgo de que el otro polo, el de los BRICS, está negociando en este momento una integración parecida y con alcances de liderazgo global para las próximas décadas.

Son dos sistemas sociales distintos, aunque su fundamento es el desarrollo y el intercambio de mercados que deberán ser soberanos, pero nunca cerrados al comercio. Solo de esa forma se podrá fundar un nuevo modelo financiero que reduzca la desigualdad y equilibre el bien común con los intereses legítimos de la iniciativa privada.

Perder esta ventana de desarrollo, excluyendo la realidad de naciones que pueden sumarse a América del Norte, nos rezagaría frente al eventual ascenso de China y aliados. Tomar el camino de la integración resolvería problemas añejos como la inflación permanente en Argentina y abriría un puente con Brasil que remodelaría al mundo en más de un sentido.

Nada más falta no perder el enfoque, contar con la voluntad y el compromiso de quienes toman las decisiones nacionales, bajo un Estado de bienestar que incorpore a la mayoría; el mercado, lo hemos visto demasiadas veces, no se regula a sí mismo y su mano invisible tiende a olvidar que el crecimiento y el desarrollo significan compartir los beneficios, no concentrarlos. Así lograríamos un nuevo continente y, ojalá, un mundo mucho mejor.

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