Luis Wertman Zaslav

Ganancias vs. Inflación

La estrategia de aprovechar la inflación para aumentar los márgenes que se le reportarán a los accionistas mantiene artificialmente el incremento de precios y de las tasas de interés.

Comisionado del Servicio de Protección Federal

El indicador del INEGI para la inflación de la primera mitad de junio es el más bajo en 54 quincenas, confirmando el pronóstico de que al primer semestre del año tendríamos una disminución del costo de los principales productos, debido a muchos factores, pero fundamentalmente por una serie de decisiones difíciles, aunque correctas, de manejo de la economía nacional.

No hay que ir muy lejos para revisar las declaraciones y los análisis que se hicieron acerca de la ruta que seguiría el costo de los principales productos que consumimos y los servicios que contratamos; que iban de lo ambiguo al pronóstico de que el descenso sería menor, lo que afectaría las proyecciones de crecimiento del PIB en 2023. Ocurre lo contrario y la caída lleva la tendencia que se podía observar si se hacía un estudio objetivo del comportamiento de la economía mexicana, sin filias, ni fobias, algo complicado en este cambio de época.

Sin embargo, el problema de la inflación después de la pandemia persiste en México y en el mundo. La razón empieza a convertirse en una bola de nieve que podría alterar a los sectores industriales y a las grandes compañías, que han visto en el aumento de sus precios una manera ya no solo de recuperarse, sino de generar ganancias por encima de sus estimaciones.

Es cierto que la meta de cualquier empresa debe ser obtener utilidades, pero hacerlo al costo que sea contradice todos los principios de la sana competencia y del capitalismo que sí arroja beneficios a la mayoría.

En las últimas semanas, los encabezados de los principales medios impresos del mundo han señalado que la estrategia de aprovechar la inflación para aumentar los márgenes que se le reportarán a los accionistas mantiene artificialmente el incremento de precios y la consecuente alza oficial de las tasas de interés para frenarlo. Incluso el reacomodo de las cadenas productivas internacionales está contribuyendo a una disminución en los costos de manufactura y transportación que deberían reflejarse a favor del consumidor final y eso no ha sucedido.

Desde hace décadas, el concepto de gobierno corporativo ha sido una directriz en los negocios para administrar de la mejor manera posible, y con ética, los destinos de las empresas que aspiran a dominar los primeros lugares de su mercado. Existen leyes nacionales y normas internas que especifican la conducta que deben seguir las compañías que operan filiales en otros países y castigan actos de abuso, corrupción o de violaciones a las buenas prácticas del comercio internacional; eso incluye tomar en cuenta a sus propios clientes y hacer lo que les corresponde para contribuir a que se encuentren en una mejor posición económica para, si se quiere ver de esa manera, continuar consumiendo. Ni siquiera por ese interés muchas de las firmas que producen la mayoría de los comestibles que tenemos en nuestra cocina han considerado moderar sus ganancias.

Sé que entro en terrenos ideológicos cuando escribo sobre considerar qué tanto debería ganar una empresa y si en los negocios realmente existe un sentido social en el que tendría que prevalecer el interés general, pero hay una poderosa razón económica que deja sin argumentos esta estrategia de aumentar precios y de esperar a que con el tiempo se emparejen los ingresos de su clientela con estos: es malo para cualquier mercado, porque no les permite desarrollar todo su potencial.

Una las causas de la desigualdad que afecta a varios continentes, en particular al nuestro, es la concentración de mercados que podrían recibir a más competidores y en consecuencia ofrecer mejores precios a los consumidores; así como marcas innovadoras y servicios que hagan masivos los avances de la tecnología. El camino fácil siempre será aumentar el precio, aun si no se justifica económicamente; solo que no estamos en un momento en el que eso sea posible nada más por la preocupación que tienen los consejos directivos para seguir obteniendo márgenes atractivos, pase lo que pase en el planeta.

Este fenómeno comienza a despertar protestas e iniciativas tanto de gobiernos como de legisladores en países desarrollados, y en vías de estarlo, para ponerle un techo a las ganancias y establecer condiciones de equidad en mercados que, dicho sea de paso, han gozado de monopolios disfrazados. La naturaleza de los negocios, es importante que recordarlo, es la competencia y la creación, cada vez, de mejores productos y servicios para mercados amplios. Su mano invisible debe estar orientada en la distribución justa de los beneficios y emplear su relevancia en la sociedad para provocar prosperidad, no para aprovecharse de ella.

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