La fortaleza del peso, sorprendente para la mayoría de los analistas, ha tenido diferentes explicaciones a lo largo de estos seis años. En lo económico, como en la vida, casi todo tiene una razón y poco se le puede atribuir al azar, pero es raro que las condiciones que provocan un fenómeno financiero como éste sean constantes o únicas.
En el caso de nuestra moneda, las variables han cambiado a lo largo del tiempo, porque la realidad económica ha hecho lo mismo. Para comprender su apreciación y en este momento debemos tomar en cuenta una condición primordial: la confianza en el futuro de México. No es un signo de optimismo desbordado, ni tampoco de pronóstico alegre. Es una realidad por distintos factores que han sido favorables para México y que han modificado el horizonte económico del mundo y del principal mercado del planeta, que son los Estados Unidos. Nada más, pero nada menos.
Apostar a lo que viene (o puede venir) es una característica básica de los mercados, bajo una lógica de mayor o menor riesgo, a partir del análisis diario de variables financieras y sociales (las cuales viven entrelazadas). En el caso del tipo de cambio los agentes económicos cuentan con dos elementos que les permite seguir con su pronóstico favorable: estabilidad y certeza. México tiene ambas en el corto y en el mediano plazos y lleva casi tres años así, justo después del levantamiento de la emergencia sanitaria mundial. La pregunta que se hacen muchos es ¿por qué?
Bueno, el ‘contraciclo’ que mantuvo los ingresos de los segmentos de la población más necesitados, soportado por una inflación baja de arranque (que después dio un salto en el mundo), y la suspensión de actividades masivas que, por fortuna, no detuvieron el trabajo desde casa y la productividad de la mayoría de las industrias, puso la base de un mercado interno que llevaba décadas sin cuajar y pudo no solo mantenerse durante la pandemia, sino surgir con cierta fuerza. Tuvimos una inflación alta, como en la mayor parte de las naciones, aunque no como podría esperarse y eso dio oportunidad a que autoridades e industria hicieran los ajustes necesarios para controlarla.
La participación de las remesas, como factor externo, y la continuidad del gasto público en obras de infraestructura y en grandes proyectos, fortaleció una economía que comenzó a estabilizarse de sur a norte, cuando tradicionalmente era al revés. Los aumentos al salario mínimo y un consumo por familia constante, que incluso se ha incrementado si revisamos las cifras de ventas al menudeo, han permitido que los cimientos del edificio económico mexicano se encuentren lo suficientemente sólidos para que los inversionistas pongan en la mesa capitales que no están dispuestos a jugarse en otras naciones y hasta en otros continentes.
Como en las ruletas, su seguridad proviene también de una racha ganadora que lleva la mitad del sexenio y en algunos casos, como en el sector bancario, registra ganancias históricas. La relocalización de las cadenas de suministro es, ahora, el aval que respalda la apuesta, porque no ocurrirá en unos años, ya está sucediendo en diferentes estados del país y la banca, por ejemplo, está lista para ofrecer el dinero que sea necesario para que las empresas y sus industrias sigan estableciéndose en nuestro territorio.
Siguiendo con la analogía del juego, por lo demás una teoría económica del premio nobel en esta ciencia, John Nash, el escenario está dispuesto para aportar fuerte y correr riesgos calculados. A diferencia de otros momentos de nuestra historia, donde la especulación ha sido más atractiva para los inversores, ahora son los proyectos de desarrollo, las fábricas de chips y hasta la construcción de infraestructura turística, los motivos por los que México está en el atractivo económico y financiero.
Este riesgo calculado es el auténtico ‘unicornio’ de la economía, porque son pocas las ocasiones en las que una nación tiene la fortuna –y la oportunidad– de alinear tantos factores a favor en un solo momento. Es probable que eso esté ocurriendo, con un detalle adicional: esa confianza se está asentando en nuestra sociedad y no hay mercado que no crezca, si confía. Así que eso que pensábamos que era imposible para la economía mexicana, hasta el momento, lo es.