Luis Wertman Zaslav

Los puntos de referencia

México tiene las ventajas competitivas de mayor valor para que Occidente y Oriente puedan converger en el diseño de los bienes que alimentarán al mercado de América del Norte.

Evaluar si uno está bien o mal depende de con quién o con qué se compare. Aunque son odiosas, las comparaciones son un punto de referencia para ubicarnos dentro de la escala con la que se puede medir una situación, un estado de ánimo, o una economía.

Los índices son el ejemplo más simple de esta relación y el ámbito financiero elabora uno para casi cada hecho económico, sencillo o complejo, que debe tomarse en cuenta para tomarle el pulso al desarrollo de la industria, del comercio, y de las personas como principales beneficiarios y perjudicados de las políticas y las decisiones hacendarias que aplican sus gobiernos.

En estos términos, el escenario global del segundo semestre del año está repleto de puntos de comparación, dependiendo de la región. Primero, entramos a otro ciclo en el que la guerra es un elemento, tristemente, presupuestado en los análisis de las corredurías y de las calificadoras mundiales. Eso hace que la situación geopolítica de Europa y de Asia corra en dos vías: una en la que Francia puede celebrar unos Juegos Olímpicos como si nada sucediera y, otra, que mantiene en tensión a Medio Oriente, a la par de que el conflicto entre Rusia y Ucrania trasciende ya a uno económico por la relocalización y fabricación de los principales componentes con los cuales se dará cauce a la tecnología del futuro.

Tan solo la batalla por el liderazgo de los vehículos eléctricos, específicamente las populares camionetas SUV, es una muestra de lo que podrá desatarse en otros campos industriales, desde los más cercanos a los consumidores, hasta los de mayor complejidad técnica, pero de indispensable uso para que funcione el modo de vida occidental que conocemos.

Y, de nuevo, el territorio en el que puede darse esta conveniente tregua económica es el nuestro. México sigue contando con las ventajas competitivas de mayor valor para que Occidente y Oriente puedan converger en el diseño de los bienes que alimentarán al mercado de América del Norte y de otros polos comerciales.

Sin embargo, esta ruta no está exenta de problemas. Ya no es un tema de benchmarking continental, sino de planeación hacia el próximo siglo, incluido un análisis serio acerca de los efectos del cambio climático. Nosotros lo vivimos en la primera edición del Tratado de Libre Comercio de la década de los años 90 con un desequilibrio en la producción del campo, la concentración de varios sectores económicos, el exceso de especulación financiera, la invasión de la comida chatarra,y el debilitamiento de los sistemas públicos de salud, educación y generación de energía.

Esta nueva versión de aquel tratado ha sido mucho mejor y se ha actualizado al momento presente, pero viene una revisión que puede dejar todo como ésta, mejorarlo a largo plazo o empeorarlo. La diferencia es que hay otros intereses en juego que estarán atentos a que ese marco de referencia comercial internacional no termine afectando sus operaciones en la estrategia que sus empresas trazaron en el nearshoring.

A pesar de que los mercados saben que lo importante no es lo que se dice en campaña, sino lo que se hace cuando la opción que gana entra en funciones, las amenazas de nuevas tarifas y de cierres fronterizos eran el mensaje de cada día en los mítines que sostenían apenas hace unas semanas los dos aspirantes punteros del proceso electoral estadounidense.

Mientras los mensajes en México son de fomento a la inversión y de apertura al sector privado para continuar con las grandes obras y con nuevas alternativas de movilidad nacional y de infraestructura, China acusó de recibo lo mencionado en Estados Unidos y también anunció que está preparada para enfrentar un ambiente hostil, aunque eso signifique que la creciente demanda por sus vehículos lastime a los consumidores norteamericanos a los que, en teoría, se busca defender con las presuntas sanciones.

Qué papel jugará Europa y el resto de Asia en esta efervescencia política global que está todavía por verse. Reino Unido tiene cartas frescas con qué entrar a la partida, solo que el desastre económico del Brexit y una serie de errores domésticos, han provocado un colapso en sus finanzas públicas. La composición del Parlamento europeo también es un riesgo, porque las opciones más conservadoras han descubierto su poder para fungir como bisagra en los acuerdos que deberán asumirse si se quiere impulsar el crecimiento en el Viejo Continente.

En resumen, México está bien dependiendo de la mayoría de los indicadores, y no tanto, cuando empleamos otros relacionados con lo que se anticipa en el corto plazo. La buena noticia (espero) es que se acerca noviembre y un nuevo horizonte, igual de inédito que el nuestro hace dos meses, podría cambiar –otra vez– esos puntos de referencia.

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