Luis Wertman Zaslav

La batalla por el T-MEC

Es una guerra política y cada combate se dará sin cuartel para que la presión electoral suba al máximo para la actual administración en Washington.

Las siguientes semanas serán cruciales para la aprobación o posposición del tratado comercial con nuestro mayor socio en el mundo, lo que podría definir mucho de lo que podemos esperar para el próximo año en materia financiera.

Mientras a nivel global todas las economías se preparan para una recesión moderada, pero segura, la relación comercial entre México y los Estados Unidos se encuentra en medio de la guerra política entre republicanos y demócratas por la presidencia de aquella nación en 2020.

Por si eso fuera poco en el horizonte, está el enorme desgaste que provocará en la confianza de inversionistas y ciudadanos el proceso de destitución que inició la Cámara de Representantes y que ahora es paralelo a la reelección del presidente en turno (y acusado) o la llegada de una nueva o nuevo inquilino a la Casa Blanca.

Tanto la iniciativa privada estadounidense como la nacional han impulsado negociaciones que puedan apartar la aprobación del T-MEC del tema electoral norteamericano o al menos que se mantenga el estado de cosas presente.

Una ratificación evidentemente enviaría una señal de certidumbre a los mercados e incluso podría aliviar un poco la presión del gobierno del presidente Trump ante el conflicto que libra con China en el tema de tarifas, el cual en estos días también se contaminó con las protestas en Hong Kong y un costoso malentendido entre la popular Asociación de Baloncesto Norteamericana (NBA), cuando sus socios en ese país rompieron relaciones después de un mensaje en redes sociales de apoyo a las inconformidades del gerente general de uno de los equipos más populares en Asia.

Es claro que en un mundo en el que la información es instantánea, las posibilidades de mezclar la economía con la política también lo son, lo que provoca una extraña moraleja en diferentes industrias que apoyan los derechos civiles y las libertades, sin dejar de hacer negocios multimillonarios con una de las economías más poderosas del orbe.

En este sentido, salir con un acuerdo bipartidista de la Cámara de Representantes, bajaría la animosidad entre ambos bandos, mejoraría los indicadores económicos de los dos países y dibujaría una importante línea entre lo electoral y lo comercial.

También ayudaría a que las tensiones en la frontera disminuyeran, la inversión detenida hasta la fecha se programara para el arranque del año entrante e incluso los beneficios alcanzaran a Centroamérica en uno de los momentos en los que más la necesita.

Sin embargo, esta es una guerra política y cada combate se dará sin cuartel para que la presión electoral suba al máximo para la actual administración en Washington, es decir, nadie regalará nada, a pesar de que este acuerdo comercial no es un obsequio, sino una posibilidad de evitar un impacto mayor de la desaceleración que se avecina.

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