Luis Wertman Zaslav

Valores

¿Qué tejido social podía sobrevivir cuando no hay un salario digno que alcance, se trabajan muchas horas sin sentido y no hay tiempo en el día para fortalecer la primera hebra que es la familia?

Nuestra promesa hacia los jóvenes, que a su vez fue la que nos hicieron a nosotros nuestros padres y abuelos, era que, a través del trabajo duro, la educación universitaria, el dominio de idiomas y otras habilidades, el cuidado de la salud personal y el respeto a la ley, tendrían una vida próspera. Sin embargo, no ocurre así. Al menos desde hace 40 años, el deterioro del nivel de vida en México es progresivo y ninguna de esas condiciones para crecer son garantía de un futuro prometedor.

Porque mientras como padres les insistíamos mantenerse por el camino correcto, la realidad nacional era otra: corrupción, impunidad, crisis económicas, migración, inseguridad, capitalismo de cuates, violencia y una constante caída en la calidad de los servicios públicos y hasta privados.

Hace no mucho, en 2000, ya cansados de un régimen asfixiante que abrazó todos los males anteriores, empujamos un cambio que resultó insuficiente, por decir lo menos, pero que marcó a varias generaciones de mexicanas y mexicanos, hasta la sacudida del año pasado, donde fueron determinantes.

La pérdida de poder adquisitivo menguó las oportunidades para perseguir una carrera académica, mientras que las opciones de ingreso, empleo y ascenso social que ofrece hasta la fecha la informalidad y el crimen organizado, han creado auténticos mercados para quienes no tienen otras alternativas.

No quiero decir que les mentimos, pero sí que entre todos contribuimos a generar una crisis de oportunidades que derivó en la crisis de valores de la que tanto se habla ahora para explicar la inseguridad.

¿Qué tejido social podía sobrevivir cuando no hay un salario digno que alcance, se trabajan muchas horas sin sentido y no hay tiempo en el día para fortalecer la primera hebra que es la familia?

En el diagnóstico sobre la violencia en el país, que repite constantemente el Presidente, hay una imprecisión: las y los jóvenes no son ningún ejército de "reserva" de la delincuencia, son el auténtico ejército de primera línea del crimen y con fila de aspirantes, porque en muchas poblaciones es entrar a trabajar para ellos o irse a otro lado.

Por ejemplo, como en todos los mercados comerciales del planeta, la fabricación de drogas sintéticas se ha vuelto mejor negocio que la producción de goma de amapola. Esta misma semana, por increíble que parezca, un presidente municipal del estado de Guerrero solicitó al gobierno federal permiso para que la planta se cultive de manera legal o tendrán que abandonar sus tierras para probar suerte en las calles de Chilpancingo.

Tampoco buscar vivir de un trabajo formal significa una mejor alternativa. México es uno de los países en lo que más horas se trabajan, aunque eso no se traduzca en salarios competitivos y menos en un aumento de la productividad. Además, quienes resultan más afectados por el desempleo son precisamente los que cuentan con mayor grado de escolaridad, en específico, los que obtuvieron un título universitario.

De acuerdo con los números de la actual administración, el gobierno de la República sigue siendo uno de los principales empleadores de la nación y los principales inversionistas extranjeros en México son nuestras paisanas y paisanos que envían con mucho esfuerzo remesas de dólares desde los Estados Unidos.

Por si fuera poco, durante al menos los dos últimos sexenios, los conectes, las influencias y la transa fueron los vehículos de mayor eficiencia a la hora de emprender. No debe sorprendernos entonces que el escepticismo, la inmediatez, la falta de compromiso o de visión de largo plazo, sean características de un amplio sector de adultos entre los veinte y treinta años.

Y aun así son generaciones valientes, que no tienen fronteras. Por eso, cuando se habla de pérdida de valores, hablemos en general, de los que nosotros los adultos perdimos hace tiempo y que ahora vale la pena recuperar juntos.

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