Fuera de la Caja

El diablo de los detalles

Comparado con el nivel que tenía la industria en 2018, estamos 6% abajo, aunque algunos sectores están en peores condiciones.

La semana pasada, el FMI revisó sus estimaciones de la economía global debido a que el programa de reactivación económica del gobierno estadounidense resultó mayor de lo esperado. En consecuencia, el FMI pronostica ahora un mayor crecimiento para el mundo entero, pero especialmente para Estados Unidos y Canadá, y en menor medida, para México. En nuestro caso, modifican su pronóstico de 4.3 por ciento a 5 por ciento durante 2021 y 3 v para 2022. Esas cifras indican que para fines del año próximo aún estaremos por debajo del nivel que tenía nuestra economía antes de la pandemia, y antes de que llegara la actual administración.

Ya lo hemos comentado, pero vale la pena reiterarlo: si la economía mexicana no crece nada con respecto al nivel que tuvimos al cierre de 2020 e inicio de 2021, el crecimiento para este año sería de 3.7 por ciento, simplemente por comparación con el gran boquete de abril y mayo pasados, debido al confinamiento. Así, el 5 por ciento de este año en realidad implica un crecimiento de 1.2 por ciento frente al nivel promedio de noviembre, diciembre y enero, que son los últimos datos que tenemos del IGAE.

El viernes se publicó el comportamiento de la actividad industrial de febrero, que no fue significativamente distinto a enero, lo que apunta a un cuarto mes de estancamiento. Comparado con el nivel que tenía la industria en 2018, estamos 6 por ciento abajo, aunque algunos sectores están en peores condiciones: industria química, generación de electricidad e impresión caen entre 10 y 12 por ciento; construcción cae 15 por ciento, automotriz 17 por ciento, y la gran tragedia está en cuero, ropa y calzado, con caídas cercanas a 30 por ciento.

También la semana pasada, el SAT informó el avance de recaudación a marzo, me imagino que para celebrar que no cae. Este fenómeno fue muy notorio el año pasado: mientras la economía se desplomaba más de 20 por ciento en abril, la recaudación incluso crecía. Algunos financieros festejan la ‘ortodoxia’ fiscal, pero creo que sufren de miopía. Que el indicador de endeudamiento no crezca mucho no significa que la situación fiscal sea sana. Si un jefe de familia pierde su ingreso, y en lugar de utilizar crédito para alimentar a su familia prefiere dejarla morir de hambre, no creo que se le deba felicitar.

Es importante reconocer que el SAT ha mejorado en términos de recaudación, pero no sabemos cuánto de ello se debe a mejores prácticas, al enfrentamiento contra evasores (como los ‘factureros’) o a extorsión de grandes contribuyentes, como dicen los rumores. Sin embargo, aún con ese avance en recaudación no le alcanza al gobierno para cubrir sus gastos y ha saqueado todo tipo de recursos, desde el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestales hasta el centenar de fideicomisos cancelados, incluyendo el Seguro Popular.

El año pasado esta columna le decía que le iban a faltar al gobierno 750 mil millones de pesos para cerrar sus cuentas. No fue así, fallamos por un poco. Le faltaron 560 mil millones. Esta diferencia se financió con 400 mil millones de los fondos que le comentaba, 80 mil millones de reducción de gasto, y casi 90 mil millones de endeudamiento. Dos terceras partes del faltante provino de expectativas absurdas acerca de Pemex, que se repiten en este año.

En 2021, con los datos que tenemos, esta columna pronostica un faltante de 650 mil millones. Pero ahora sólo conseguirán 150 mil millones de fondos y remanentes, con lo que quedarán 500 mil millones por resolver: una parte en menor gasto, la otra en endeudamiento. Se ocultará mediante contabilidad creativa hasta después de las elecciones.

Puede usted estar seguro de que no se podrá reducir la edad para recibir pensión, que será necesario elevar la deuda, y que entonces los financieros mencionados se dirán sorprendidos de cómo cambió el panorama en unos cuantos meses. Diabólicos detalles.

COLUMNAS ANTERIORES

2025
Sistemas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.