El domingo primero de agosto, vaya usted a desayunar barbacoa o, si prefiere, unas quesadillas o gorditas de requesón, flor de calabaza u hongos. Aproveche el día para pasear con la familia, ir de compras, practicar el deporte de su preferencia, salir a comer o para ver televisión, leer, ir al cine.
Utilice su domingo como acostumbra, sin tener la preocupación que el domingo 6 de junio todos teníamos: llegar a buena hora a las urnas para ejercer nuestro derecho al voto, a elegir a nuestros gobernantes.
El domingo 1 de agosto es posible que encuentre usted algunas casillas instaladas. Muchas menos que las del 6 de junio, y seguramente con mucha menos concurrencia. Se llevará a cabo una consulta totalmente irrelevante, producto de la necedad del Presidente. En esa consulta usted sólo puede responder una pregunta.
La pregunta es: “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento a las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”, que no significa otra cosa que si está usted de acuerdo en que se investigue a los políticos de acuerdo con las leyes vigentes. Aunque quisiera, no podría estar en contra de ella, de forma que no tiene sentido alguno participar.
El objetivo original de López Obrador era que la pregunta mencionase concretamente a los presidentes de 1988 a 2018, pero eso sería ilegal. Además, buscaba que esta consulta ocurriese de forma simultánea con la elección del 6 de junio pasado, para movilizar a sus votantes. También había pedido que la revocación de mandato (que será en marzo) se hiciese ese mismo día, y así podría intervenir personalmente en la campaña. No lo logró, porque la oposición no permitió que fuese en la misma fecha, y porque la Suprema Corte negó una pregunta aviesa.
En consecuencia, la consulta del 1 de agosto no tiene utilidad alguna, pero sí costos. En opinión de esta columna, tampoco sirve de nada la revocación de mandato, más allá de reforzar el narcisismo presidencial, y complicar la gobernabilidad. En ambos casos, se causa daño al país sin ganar nada, pero así ha sido este gobierno desde el 1 de septiembre de 2018. No muy diferente de su comportamiento como oposición desde los años 90: destrucción sin sentido.
Esta columna siempre ha promovido la participación de la ciudadanía, el pago de impuestos, el cumplimiento de la ley. La mueve el convencimiento de que la democracia exige un Estado de derecho fuerte, pero también un gobierno financieramente sano. En no pocas ocasiones hemos defendido el derecho de todos a participar, pero también la obligación de aportar, cosa que no es popular.
Pero hay un trecho enorme entre la democracia y el populismo plebiscitario que intenta construir el actual gobierno, precisamente sobre consultas absurdas como ésta, o referéndums innecesarios y peligrosos como la revocación de mandato. Ni una ni el otro fortalecen al país, como decíamos: por el contrario, debilitan el interés cívico por participar, reducen a mero espectáculo las elecciones y generan inestabilidad.
Así que esta columna sugiere no participar, de ninguna manera, en estas farsas. Guarde usted su energía para las elecciones de verdad, las que ocurrirán en 2022 y 2023 a nivel estatal, y en 2024 a nivel federal. Ahí, desde hoy, lo conmino a involucrarse de lleno mucho antes, promoviendo ideas, generando debate, presionando a los partidos, participando en la organización de la jornada, votando y vigilando. Ésa es la democracia, y no vaciladas.
Tomaré unos días de descanso, y nos vemos el 2 de agosto.