Hoy, 1 de septiembre, se cumplen tres años del inicio de este gobierno, aunque la fecha formal se registre tres meses después. En realidad, debido al triunfo arrollador de López Obrador, y a las maniobras de su coalición, desde el 1 de septiembre de 2018 contaban con el control del Congreso, el Ejecutivo abandonado y legitimidad de sobra. Es por eso que López Obrador pudo tomar decisiones acerca del aeropuerto aun antes de tomar posesión, entre otros ejemplos.
Faltan 37 meses de esta administración, que por única ocasión tendrá menos de los seis años acostumbrados, pero en realidad tendrá un mes de más. Dudo mucho que en 2024 haya algún otro triunfo arrollador que repita el fenómeno de una transición adelantada.
El mismo López Obrador ha publicado un nuevo libro, titulado A la mitad del camino, que ya promueve en el show matutino que tantas satisfacciones le ha dado, entre actores disfrazados de gaseros distópicos, secretarios y subsecretarios en función de sección del clima, y las tradicionales mentiras, insultos y descalificaciones.
Es precisamente ese evento diario lo que le permite a López Obrador gozar de una popularidad razonable a la mitad de su gobierno. Según oraculus.mx, se encuentra más o menos en donde estaban Fox y Calderón en el mismo momento del sexenio. Par de puntos más que el primero, par de puntos menos que el segundo. Nada extraordinario, pero sí razonable.
Sorprende a algunos, sin razón. Para la inmensa mayoría de la población, la destrucción que ha provocado López Obrador es inimaginable. No saben, ni entienden, la velocidad a la que se ha endeudado Pemex. No les interesa mucho si el gobierno funciona mejor o peor, su relación con éste es a nivel local, esporádica y basada en usos y costumbres, es decir, en corrupción. Nada de eso ha cambiado.
La pandemia se entiende como un fenómeno mundial, y no se carga al gobierno su mal manejo. Pocos siguen el tema de las cepas, variantes, vacunas, tratamientos. La caída de la economía se interpreta como un efecto secundario de la pandemia, por eso le cayó a López “como anillo al dedo”. Tal vez las cosas cambien con la presión de la inflación y la dificultad que tienen millones de mexicanos para recuperarse después de un año de muy bajos ingresos pero, por el momento, no ha tenido costo para AMLO.
La caída de 20 puntos en la popularidad presidencial en estos tres años muestra que esta inconsciencia del presente no es general. Muchos han sufrido pérdidas humanas debidas a las pésimas políticas de salud, e identifican al responsable. Muchos no han podido recuperar su nivel económico, y saben que en otros países los gobiernos sí hicieron algo por su población. Algunos perciben en el deterioro de la capacidad de gestión del gobierno y el saqueo de fideicomisos el anuncio de la inevitable catástrofe. La mitad lo sabía desde el principio, la mitad lo ha entendido en estos tres años.
Lo que viene me parece inevitable: deterioro económico, conflictividad social, menor popularidad, mayor aislamiento (tabasqueños y bolivarianos), enojo y desesperación presidencial. Las magnitudes no puede conocerlas nadie, pero la dirección creo que no deja duda. No imagino cambios de rumbo, sino intensificación; cada golpe que reciba el Presidente le sorprenderá, porque no piensa estratégicamente, y su reacción será cavar más hondo. Es la aceleración lo que no puede pronosticarse.
En suma, ha terminado la mitad buena del sexenio. Espero que efectivamente el mundo esté controlando la pandemia, para que al menos eso nos dé un respiro. De lo demás, no espere milagros.
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